Comencemos por afirmar negando: no soy un ensayista, pero he caído en la tentación, ¡amén!

No soy un escritor de ensayos, lo repito. Yo solo ensayo una escritura, repitiendo. Como ensayo, en el contexto, la acepción es secundaria (escrito en prosa que desarrolla ideas), también terciaria (género literario). Yo ejercito la primera: la simple puesta en práctica de una acción o actividad para poder perfeccionar su ejecución; una prueba que se hace para determinar si una cosa funciona o resulta como se desea. Definir ya no es fijar, ni determinar clausura: corolario de la deriva transmoderna que nos arropa.

Abundan hasta hoy las reflexiones sobre las propiedades del ensayo, el más vilipendiado de los géneros desde su nacimiento entre griegos, después grecorromanos, y en su versión moderna a manos de Michel de Montaigne, y hasta su actualidad en Yuval Noah Harari o Franco “Bifo” Berardi, por citar solamente un par de nombres. Se van multiplicando los ensayos sobre el ensayo tanto que, sabrán los Hados, parece probable que la metaensayística precediera en el tiempo a la metapoesía. No pienso echar más agua a ese recipiente: aquí yo solo ensayo sobre mi primer libro de ensayos.

Este libro lo debo a José María –Chema– de la Quintana, mi primer editor en España, quien me pidió agrupar mis análisis dispersos para sacarlos en un tomo por su editorial Amargord, cita en Madrid. No lo pensé: accedí, avasallado por algo que no se me había ocurrido. Te impulsan el columpio y vuelas; te empujan por el tobogán y bajas. Es el origen real de Globos de ensayo y error. Y paso a explicar su consistencia.

En una altísima cifra, estos tanteos, tentativas, se internalizan por los bosques literarios en que me interesó extraviarme. Poquísimos de ellos, en consecuencia, terminan siendo brotes –arbustos, matorrales: ninguno se cree secuoya– escritos por razón de compromisos. El grueso es material medalaganario, forraje que salió del fuero interno.

Dilatados como música en el tiempo (desde la década de los 80 hasta muy bien entrado el milenio en el presente), no son todos los que están estos trabajos ni están todos los que he escrito. Como ejemplo de una doble afirmación: aunque me inicié desarrollando ideas por escrito a los 19 años, con el comentario en contratapa al libro inaugural del poeta dominicano José Alejandro Peña (“Iniciación final”, 1984), mi primer análisis “formal” –acerca de la obra poética de Aimé Césaire– apareció nada más y nada menos que en la revista “Extensión” de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, en octubre de 1987. No los incluí en este compendio por prurito de prehistoria, así como tampoco inserté otro material amplísimo, como reseñas, prólogos y contratapas estampadas en libros de colegas y en revistas de alcance limitado y boletines de talleres literarios. Un embudo tiene límites.

El nombre de mi libro pretende reflejar la intersección (en términos de confluencia, cruce) de tres conceptos diferentes: uno que proviene de la Meteorología (Globos de ensayo), otro de las evaluaciones educativas (Pruebas de ensayo) y el último de un método científico común (Ensayo y error). El tino o infelicidad de dicho título corresponde, por tanto, a mi absoluta responsabilidad como su autor, de lo que eximo a mis queridos editores. La naturaleza de las partes en las que aparece dividido he pretendido, pues, que sea en algo así como: 1) Ensayos de ensayos, 2) Ensayos-en-sí-si-así-se- quiere) y 3) Una poética del ensayo.

La primera sección acumula, en consecuencia, primeros lances de análisis, así como comentarios en solapas y contraportadas, prólogos celebratorios más que sistemáticos, participaciones en coloquios sin debate, antesalas de antologías, presentaciones y salutaciones de libros y temas. Globos de ensayo, pues, para catar un clima de pensamientos.

La segunda fase va por el orden programático. Ocurre cuando te exigen formalidad académica, indexable, rigurosa. Coloqué entre estas pruebas de ensayo ensayos que demandaban citas, referencias múltiples y marcos conceptuales: conferencias en eventos nacionales e internacionales, trabajos para revistas de talante investigativo, prólogos más pretensiosos y presentaciones de libros con notas al pie impronunciables ante el micrófono, pero legibles sobre el papel cuando fueran publicadas a posteriori.

Finalmente, vencida la tercera, encontré un lugar para el ensayo y el error, esa zona en la que incide el fenómeno del ensayo creativo, aquel espacio en que –sin nunca salirse de los rieles de la comunicabilidad– la imaginación busca fundirse con la argumentación, la crítica, el desglose. Mejor que de ficción, ensayos de fisión. Perlas irregulares de pensamientos acaso barrocos.

Desfilan por sus páginas sonoros nombres de letras universales (Fernando Pessoa, Nicanor Parra, José Kozer), y otros de mi propio canon (como Raúl Barrientos, Samuel Gregoire, Fernanda Castell, Luis Carlos Mussó, etc.). La tradición nativa está (Pedro Mir, Manuel del Cabral, Mieses Burgos, Manuel Rueda, Veloz Maggiolo, Luis Alfredo Torres), unida a escritores más cercanos (José Rafael Lantigua, Alexis Gómez Rosa, Cayo Claudio Espinal, Carlos Rodríguez, Plinio Chahín, Martha Rivera-Garrido, Rossalinna Benjamín). En cuanto a temas, un abanico de ellos: nuestra Diáspora literaria, la poesía dominicana contemporánea y del milenio, el cuento moderno dominicano, el translingüismo y el portuñol salvaje, neobarroco versus neobjetivismo, la poesía de la metamorfosis, el concepto de belleza, el neobarroco y el postbarroco como su posible recidiva.

Globos de ensayo y error estará disponible por primera vez al público en el stand que tendrá Amargord Ediciones en la XXIV Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2022, a celebrarse en la Ciudad Colonial del 23 de abril al 2 de mayo, dedicada a los escritores dominicanos Carmen Natalia y Pedro Peix, y con la Unión Europea como invitado especial. Si no les atrae su contenido, al menos compren el libro por su continente: un edición impecable de Amargord a la que ilustra una portada, en la que el impresionante artista David Kattán Hervas (Ambato, Ecuador, 1993) despliega su imaginación digital suprema.

Ensayista yo no soy, os digo, aunque, después de todo (como dijo antes Montaigne), “Je n’ai pas plus fait mon livre que mon livre ne m’a fait”: No hice mi libro más de lo que mi libro me hizo a mí.