Se acerca ya el inicio oficial de la campaña electoral y con ella el cambio de ciclo de las actuales autoridades. Por tanto, además de las fiestas propias de las campañas y su inmenso derroche de recursos por los candidatos, es el momento propicio y preciso para que exijamos a nuestra clase política un compromiso serio respecto de temas que ya son determinantemente impostergables para continuar la senda del desarrollo y garantizar el ejercicio efectivo de los derechos fundamentales.

Temas como la aprobación definitiva de las tres causales como mínimo de dignidad para que las mujeres puedan decidir sobre sus cuerpos, sus proyectos de vida y puedan ser salvadas ante el riesgo de muerte, tienen ya que culminarse en el próximo ciclo político. Otro pendiente es el rescate integral del sistema educativo público, lo cual amerita un relanzamiento que sobrepase la simple construcción de planteles y su mantenimiento, que revise el currículo, la carrera docente y comenzar a preparar a los infantes y jóvenes para el mejoramiento de nuestro país.

Es preciso que para el próximo ciclo, el país pueda trazar los rumbos necesarios para concretar los objetivos de desarrollo que nos planteamos con la ley núm. 1-12, sobre Estrategia Nacional de Desarrollo y, además, pongamos en agenda aquellos asuntos igualmente impostergables que como sociedad hemos ignorado o que definitivamente hemos estado haciendo mal.

La lista de lo que hemos estado haciendo mal puede ser bien larga dado si ampliamos el espectro de este artículo; pero realmente busco referirme a temas recurrentes que no terminamos de asumir y hacer frente, a pesar de los daños que nos ocasionan. Uno de estos pasó hace dos semanas: la necesidad de tener ciudades e infraestructuras más resilientes a los fenómenos naturales cada vez más potentes que produce el cambio climático.

Las lluvias del 17 y 18 de noviembre pasado nuevamente revelan las verdades incómodas con las que vivimos día a día; pero que preferimos ignorar: 1. La falta de planificación de las autoridades ante los fenómenos atmosféricos; 2.-la pobreza estructural del país; 3.-La ausencia de infraestructuras adecuadas para soportar estas lluvias; y 4.-la inconsciencia gubernamental y ciudadana respecto al cambio climático.

Este tipo de lluvias seguirán empeorando con los años por efecto del cambio climático que el mundo atraviesa producto del calentamiento global. República Dominicana es un país extremadamente vulnerable ante esta realidad ecológica; pero tampoco está haciendo algo en serio para protegerse y para impulsar desde este Caribe insular, políticas medioambientales a nivel regional que nos permitan enfrentar la crisis que estamos viviendo. Sí, ya lo estamos viviendo con las lluvias, las sequías prolongadas y el sargazo que afecta nuestras playas.

Por eso resulta urgente que exijamos a quienes se presentan a las próximas elecciones, cuáles son sus planes y programas que permitan poner en marcha y práctica el sistema de recolección de residuos y su clasificación, así como su reciclaje, de acuerdo con la ley núm. 225-20. Asimismo, en lo que respecta a las autoridades municipales: qué harán para que las ciudades sean más resilientes.

Estos son asuntos que urgen y que son impostergables, pues estamos viviendo las consecuencias de la emergencia climática. También es improrrogable la conversación seria sobre Santo Domingo, su infraestructura, la solución a los tapones y su transporte colectivo. Sus habitantes no aguantan más vivir en una ciudad tan cara, desordenada e insegura y que ofrezca un mal vivir increíble.

Las enfermedades, las guerras y las crisis económicas mundiales siempre están ahí, como externalidades que afectan mayor o menor intensidad, dependiendo el contexto, nuestra gobernanza; pero ya no deben ser motivo para no dar los saltos y tomar las decisiones necesarias en el próximo ciclo 2024-2028, pues de ello depende la salud de nuestra democracia y con ello del Estado de Derecho.