Hace algunos meses, durante una conversación entre amigos, salió a relucir el tema de la salud mental. De aquel intercambio quiero compartirte la ocurrencia que ayuda a poner título a este breve escrito y que se relaciona con una fecha que acaba de pasar: el Día Mundial de la Salud Mental.
Ocurrió que uno de los amigos que refiero, con ínfulas de muy conocedor y hasta con muy buena intención, se empeñaba en destacar la importancia de mantener en condiciones óptimas hígado, riñones y pulmones, y daba cuenta de su delicada labor como “filtros del cuerpo”.
En la conversación, como aportes de otros amigos, previamente habían salido a relucir uno que otro de esos mensajes dirigidos a “meter miedo”, eran más o menos relacionados con eso que suele denominarse, aunque en ese momento no se le llamó así, “teoría de la conspiración”.
Fue entonces al escuchar eso de “filtros del cuerpo” cuando se me ocurrió reparar en que mi amigo “sabiondo” había olvidado el que ha de ser considerado como el más importante de los filtros: el cerebro. Es justamente el cerebro, sobre todo si está bien orientado y en plenitud de facultades, el tamiz para “separar el grano de la paja”, es el que nos ayuda a “cedacear” la inmensa cantidad de “basura y veneno” que en esta etapa circula con disfraz de “mensajes” y hasta de “verdad”.
Este diez de octubre, una amplia diversidad de entidades aprovechó la fecha para referirse a la salud mental. Entre los mensajes destaca el llamamiento para “celebrar la salud mental como un derecho humano universal”. Incluso, la propia Organización Mundial de la Salud aprovechó para renovar su compromiso global de cara a “crear conciencia sobre la salud mental y defenderla como un derecho humano universal”.
Aprovechó, además, para condenar que, en muchos países, “a menudo las personas con problemas de salud mental no tienen acceso a servicios de calidad, son sometidas a prácticas coercitivas, tratos inhumanos y, en algunos casos, abusos, incluso en entornos de atención de salud, donde deberían ser protegidas”.
Pero es tan útil como urgente que vayamos un poco más allá, que pongamos nuestra atención en actividades cotidianas que, aunque la inmensa mayoría ni siquiera asocia con el tema, son determinantes para nuestra salud mental.
Ese filtro que me empeñé en añadir a la lista ofrecida por mi amigo, el cerebro, es el que procesa todos los mensajes (incluidos los que llegan sin que nos demos cuenta). Es en el cerebro en donde todo adquiere forma, color, sabor, olor, sentido, importancia y hasta trascendencia. Es el cerebro el que convierte un golpe en dolor, un sonido en algo con significado y hasta decide que un olor nos transporte a lugares y momentos que quizás ni recordábamos.
La manera como opera el cerebro ha sido campo de estudio para quienes tienen bien claro que se trata de una parte mucho más determinante que el “gañote” o el “pichirrí”. En consecuencia, quien te agarra y pone bajo su dominio tu cerebro, sencillamente, se vuelve tu “dueño y señor”.
Y la verdad es que con el nivel de exposición a la cantidad de estímulos a que se nos somete cada día, nuestro cerebro necesita de urgente desintoxicación, rescate, orientación y puesta en marcha.
Aunque por ahí hayamos escuchado sobre “infoxicación”, posverdad, manipulación, control social, neuromarketing y una larga retahíla de términos y expresiones en esa línea, en los pequeños detalles es donde se hace realidad lo que nos pasa o nos deja de pasar.
Si todavía no has caído en la cuenta, te recomiendo revisar: esta mañana, cuando comenzó tu jornada, ¿qué hiciste primero? ¿Abordaste directamente a una persona o usaste un equipo de comunicación? El primer mensaje de hoy, ¿de quién procede? ¿Vino de alguien a quien conoces y te conoce? ¿Te has detenido a indagar los sentimientos que te generan determinados mensajes?
Y otras preguntas claves: ¿Has aprendido a gestionar los mensajes en atención a sus valores de verdad, utilidad y bondad? ¿O sólo recibes mensajes y “que pase lo que tenga que pasar”? Dependiendo de tus respuestas a estas preguntas, ese filtro espectacular denominado cerebro determinará la ruta por donde transita tu salud mental.