El título de esta entrega no es de Yogi Berra (Lawrence Peter Berra Wisdom), otrora jugador y entrenador de los Yankees de New York, famoso por frases tan ilógicas como impresionantemente lúcidas, como la de que “el juego no se acaba hasta que se termina” (The game’s isn’t over until it’s over). Lo he puesto porque pienso que en la República Dominicana muchas veces parece que caminamos o corremos antes de gatear o caminar en materia de desarrollo.
Los precandidatos a cargos de elección popular son expertos anunciando, con redoblantes y al son de tambores, todo lo que son necesidades de la gente, por aquello de que “tus necesidades son mis promesas”, con lo cual hacen empatía con la gente; pero en la mayoría de los casos, se trata de pura sintonía electoral, que puede verse desafinada en el ejercicio del cargo.
Los políticos prometen bajar el costo de la vida, el alto nivel de desempleo, el elevado precio de los combustibles, la violencia, el narcotráfico, la inseguridad ciudadana, la corrupción y aprobar todo tipo de leyes y resoluciones que resolverán, como por arte de birlibirloque, todos los problemas del país, de las provincias, de los municipios y de los distritos municipales.
Aseguran que el campo reverdecerá y seremos capaces de producir para satisfacer el mercado nacional y para exportar y que con la gran producción nacional desparecerá el déficit de la balanza de pagos (importamos más que lo que exportamos), que el gobierno ajustará la economía, que disminuirá sus gastos y evitará los dispendios. Leyes para atacar el crimen organizado, que los bienes robados sean devueltos al erario y que todos los que ensucian sus manos en la administración sufrirán las penas más severas y pagarán las indemnizaciones que correspondan. Son sólo algunas de las tantas ilusiones y actos de taumaturgia, a que nos tienen acostumbrados la mayor parte de los políticos, candidatos y precandidatos.
Es cierto que se han abierto espacios a la esperanza con el mensaje directo y claro que, desde el primer día de gobierno hasta la fecha ha mantenido el presidente de la República y con la labor que viene realizando el Ministerio Público independiente, según lo ha llamado el primer mandatario de la nación, cosa de la que no dudo, sin negar la presencia de algunos desvaríos institucionales y arbitrariedades. Sin embargo, no dudo que la población está ahíta de vacuencias, es decir de palabras bien dichas, pero carentes de contenido, por ausencia, en muchos de los casos, de verdad y compromiso.
Vale la pena recordar a quienes pretenden llegar a administrar la cosa pública, desde la presidencia, con todo el entramado funcionarial que le acompaña, como desde el Congreso Nacional y los Ayuntamientos, que son los más responsables del estado de enajenación y postración en el que se encuentra una parte importante de la población dominicana, por la pobreza intelectual y material en la que está sumida, producto de la incapacidad para gestionar lo público y de la masiva y consistente corrupción administrativa; que son los mayores culpables del grado de descreimiento y pérdida de fe democráticos del pueblo; del alto nivel de displicencia y ausentismo políticos, del bajo nivel de compromiso y participación ciudadana en los asuntos públicos y de mayor interés para toda la población.
Pero sobre todo, hay que recordarles a los políticos que no todo el pueblo está arredrado y arrodillado, aún en medio de sus penurias o aún muchos de los que cuentan con algunos recursos materiales, espirituales e intelectuales; que puede generarse un hastío que puede hacer peligrar los avances de nuestro sistema democrático, tan desigual, discriminatorio y negador de las libertades políticas, sociales, económicas y medioambientales fundamentales.
Muchos tienen claro que antes de hablar de las políticas públicas y planes de desarrollo nacional, los planificadores, estrategas e implantadores del desarrollo –fundamentalmente los políticos- deben tener claro que el desarrollo no se come con promesas altisonantes y rimbombantes, pues el desarrollo es un derecho. Aún más, que es un derecho humano y que este se considera como un derecho-síntesis o derecho-resumen, ya que es que un derecho que integra todos los derechos humanos y su objetivo final es la articulación, la promoción y la aplicación del conjunto de los derechos humanos, tanto en el plano nacional como en el internacional.
De suerte que, 1º. no hay un verdadero desarrollo sin la efectiva implementación de todos los derechos humanos; 2º. los derechos humanos constituyen un elemento importante de todo proceso de desarrollo, y 3º. el Estado debe tomar medidas para eliminar las barreras del desarrollo derivadas de la inobservancia de los derechos civiles y políticos y de los derechos económicos, sociales y culturales.
Por otra parte, hay mucha gente clara de que el Estado dominicano tiene el deber de cooperar para el desarrollo y para el establecimiento de un Nuevo Orden Económico Internacional, basado en la igualdad soberana, el interés común, la cooperación entre los Estados y el fomento de la observancia y el disfrute de los derechos humanos.
Estamos claros de que otro elemento importante para la efectiva realización del derecho al desarrollo es la participación popular, pues, como sostiene Alvarez Vita, es imposible imaginar un proceso de desarrollo divorciado de la participación popular. Sólo con el contacto directo y permanente con la gente a través de los empleadores, trabajadores, partidos políticos, sindicatos, mujeres, consumidores, campesinos, intelectuales, jóvenes, la tercera edad, los enfermos, minusválidos, minorías, marginados y todos los demás grupos sociales, se llega a conocer la situación socio-económica, a formar a los miembros de la sociedad, a superar las barreras psicológicas que tiene el proceso de desarrollo y a hacer este proceso sostenible y duradero. Creo que en los últimos dos presidentes, sin entrar en sus virtudes y debilidades, han hecho, en este orden, una labor encomiable, pues en el cara, en la cercanía con la gente los problemas tienen nombres y apellidos, derechos pendientes de concretizar y con ello necesidades imperiosas que solo el Estado puede suplir.
Como ya no todos estamos creyendo en promesas, sino en realizaciones, ya que los derechos sólo existen si son exigibles y ejecutables, para comenzar por el principio, antes de distribuir riquezas inexistentes, promesas legislativas y soluciones municipales entre los potenciales votantes, los precandidatos presidenciales, a senadurías, diputaciones, alcaldías y regidurías, deberían hablar claro de los contenidos del derecho al desarrollo humano, estructural e institucional, con nombres y apellidos, con recursos disponibles y con fuentes de recursos futuras, pero con decisiones políticas inmediatas, y deben manifestar su compromiso con estas, de lo contrario seguiremos y concluiremos “desarrollados”, pero con inestabilidad en la energía eléctrica, sin educación de calidad, sin salud ni salubridad adecuados, sin techo digno y decoroso, con mucha miseria, corrupción, desigualdad y cargados de vergüenza por los privilegios irritantes y sin esperanza en esto que queremos que sea un país que pase la línea del tercer mundo.