El libro “Del sufrimiento a la paz: Hacia una liberación anterior” del sacerdote fallecido Ignacio Larrañaga es una lectura muy frecuentada y recomendada en quienes valoramos la felicidad, la serenidad. Igual pasa con todos sus libros. (1era. Edición Editorial Alba, 1990, 35ava del 2020. México).

Los medios que proponen no están condicionados a tener fe cristiana.

Ignacio Larrañaga propone para conseguir la paz la terapia del “abandono”, que es lo mismo que la aceptación ante los estadios que generan sufrimiento humano, impotencia y frustración, con eventos que considera estables, como leyes en la vida de los humanos, que son:

  • La precariedad humana
  • La insignificancia humana
  • El fracaso
  • La enfermedad
  • La ancianidad
  • La soledad
  • La muerte

Para ilustrar cuando sucede el abandono como liberación, Larrañaga usa el apólogo (relato moral con el que se quiere enseñar algo) del filósofo Giuseppe Lanza del Vasto (1901-1981, italiano) donde un hombre pasando por un momento lamentable que él asocia con la noche, con lo que no se puede visualizar, está lleno de miedo. En medio de la noche, en un bosque, lleno de miedo, se le aparece otro humano y le pide que entregue su bolsa o su vida. Pero de ninguna manera puede quedar bien; pues si lucha por la bolsa, pierde la vida y la bolsa; y si entrega la bolsa para salvar la vida, perderá la bolsa y la vida. Acorralado el hombre, suelta la bolsa y entrega la vida. Y en ese momento de abandono, enloquecido, en rebeldía, perdido, entregó su corazón y entrega todo lo que es y todo lo que tiene y entonces, cuando abandona el miedo, aparece el bosque reverdecido e iluminado. https://es.wikipedia.org/wiki/Giuseppe_Lanza_del_Vasto

Alejar el sufrimiento, el desamor, propone Ignacio Larrañaga, comienza con el amor hacia una/uno mismo, y recuerda el ideal bíblico “ama a tu prójimo como a ti misma/mismo”.

En la pareja a veces sucede que la mujer quiere ser “salvadora” de la otra persona y va sacrificando su yo, deja de estudiar, de trabajar, de relacionarse con su familia y con amistades, compañeras/os de trabajo, deja de participar en grupos sociales, políticos. Y entrega su privacidad, aceptando la desconfianza, el chequeo de su celular, de su Tablet, computadora, entre otras acciones invasivas que se vuelven su vida despersonalizada por los problemas de inseguridad y a veces celopatía de la pareja. La celopatía son los celos infundados de la persona insegura, controladora, que suelen desencadenar, además de esta violencia psicológica, en violencia física y hasta en el feminicidio.

Se debe comenzar pues por el amor hacia una/uno mismo, con serenidad, de manera incondicional y absoluta, para amar a la otra persona. No se trata de una actitud egoísta, egocéntrica, cerrada. Pues buscar solo la felicidad de manera hedonista suele culminar en soledad y vacío.

Se trata de vivir, sentirnos en gozo y en libertad, pero para para experimentar esa sensación, esos estadios, hay que aprender a disminuir el sufrimiento, pues el sufrimiento opaco, disminuye su potencial. Para amar es importante ser feliz, pues para apoyar a seres humanos a ser felices, debemos amarnos y ser felices, sufrir menos. Y en esa dirección de apoyar en el amor  y facilitar felicidad, podemos hacer compromisos concretos con la comunidad, en grupos, partidos, en lo laboral, amistades, familiares…

¿Cómo disminuir el sufrimiento, pues…, según Ignacio Larrañaga?

Ignacio Larrañaga se remonta a las épocas del desarrollo evolutivo pre-humanos humanos, luego los primigenios de la persona vivían al natural, sin ansiedad ni de preocupaciones. Las necesidades básicas se resolvían casi de manera automatiza, mecánicamente. Se vivía en una “unidad vital con todos los demás seres”. (Larrañaga, página 13.).

“En una de esas etapas aquella criatura…tomó conciencia de sí mismo: supo que sabía; supo de sí mismo”. Con la conciencia como un este separadoaparte, tuvo que aprender a vivir. Vivir dejó de ser un acto consumado y vivir pasó a ser un arte. Vivir con conciencia es un riesgo y es manejarse dentro de la incertidumbre.

Se trata de aprender a desarrollar la capacidad de meta-cognición; saber valorar posibilidades e impotencias. (Ibíd. Página 14). Arrojado a la capacidad de pensar, la persona tuvo que decidir, se encontró con un ser desconocido: a sí misma/ a sí mismo; con misteriosas dicotomías, ambigüedades. (Ibíd. Página 15).

Quien ha vivido buscando un sentido propio para vivir, toda terapeuta, psiquiatra, liderazgo con empatía sabe que la ambivalencia es fuente de un poco de sufrimiento. Lograr organizar valores, disciplina, entereza, integridad, coherencia es un continuo trabajo para aprender a tener un yo, conciencia, libertad, autonomía, compasión, espíritu y compromiso colectivo.

La vida va transcurriendo como “…como un proyecto escalonado de cumbres cada vez más elevadas, y cada vez más lejanas, lo que acaba dejándolo perpetuamente desazonado e inquietoe caba dejándolo perpetuamente desazonado e inquieto).

Viene de un mundo unitario, Esta impronta origina lo obliga a buscar la unidad consigo misma/mismo y con los demás; pero, al mismo tiempo, se siente disociado con urgencias interiores y desafíos exteriores. .(Ibíd, página 16). (El lenguaje inclusivo misma/mismo es de Mildred Dolores Mata MDM).

Se quiere estar en armonía entre la mente y la emoción, entre sí misma/mismo y con las demás personas. Lo que genera tensión, ansiedad, depresión, dispersión, obsesiones, y tiene que aprender a armonizar para ahuyentar esos estadios.

El pensamiento, la mente humana, al decir de Ignacio Larrañaga y Erich Fromm “…la mente humana es la bendición y la maldición de…” de las personas. El desafío fundamental de las personas es cómo ser dueñas de sus mentes, de sí mismas, y que sea una fuente de bendición. Ibíd., página 17.

Hasta acá esta entrega en aportar granitos de arena hacia la construcción alternativa al sufrimiento, a la dependencia, al amor tóxico.

A posteriori seguiremos trabajando estos temas para alimentar contenidos con los propósitos de la promoción y prevención a la violencia de género, por mujeres y hombres libres, con dignidad, autonomía, bondad e igualdad.