Recientemente se publicó en distintos medios de prensa la noticia de que “23 diputados depositaron la propuesta en la Cámara de Diputados de la creación del Ministerio de la Familia con la fusión del Ministerio de la Mujer y el Ministerio de la Juventud y la derogación de las leyes que los establecen”
La propuesta se sustenta en que “varios actores sociales y religiosos han exigido la creación del Ministerio de la Familia como una institución gubernamental encargada de fomentar la unidad familiar, regir y regular el conjunto de políticas publicas enfocadas en la familia como elemento natural y fundamental de la sociedad”.
La figura que ejerce el rol armonizador de la familia y de las comunidades son las mujeres. Estudios realizados desde 1998 (Vargas/Centro Montalvo 1998) (Cela 2022) a la fecha demuestran que son el enclave principal generador de procesos de; cultura de paz, cuidado, crianza, capital social, educación, salud y el sostén de las redes de solidaridad y apoyo. Esto se contrapone con su vulnerabilidad y riesgo permanente de violencia, maltrato, abuso sexual y exclusión.
La familia reproduce en su interior el ejercicio de poder autoritario y excluyente que existe en nuestra sociedad con el desconocimiento de los derechos de la niñez y adolescencia , el ejercicio de violencia de los hombres hacia las mujeres, maltrato infantil, abuso sexual, incesto, expulsión de las adolescentes del hogar, consumo de sustancias psicoactivas, explotación sexual, barreras culturales intergeneracionales.
El enfrentamiento de estas problemáticas no se resuelve con colocar a la familia por encima de la mujer y de la población joven. Al contrario, el silencio y complicidad en muchas comunidades ante la violencia de género, abuso sexual, incesto y maltrato infantil está sustentado en la visión de que “se debe preservar la familia”, se legitima la violencia y se culpabiliza a la mujer del quiebre de la armonía familiar.
Dado que la mujer ejerce un rol fundamental en la gestión de cultura de paz y cohesión social en las familias y comunidades se requiere de fortalecer el Ministerio de la Mujer (no desaparecerlo) con mayor inversión y desarrollo de programas dirigidos a empoderar a las mujeres y comunidades en la prevención de la violencia de género y apoyo-asistencia a las víctimas tanto de violencia como de casos de trata.
Igualmente, el sistema de protección de la niñez, ministerio de la juventud y de cultura tienen un rol importante en convertir a la niñez, adolescencia y juventud en agentes de cambio en sus familias y comunidades para lograr la cohesión social, armonía familiar y comunitaria.
Se requiere mayor presupuesto y políticas articuladas entre el Ministerio de la Juventud, los Ayuntamientos y el Ministerio de Cultura para que el Estado le de respuesta a las necesidades de la juventud desde su desarrollo sociocultural y erradicar las condiciones de exclusión, discriminación y violencia que afecta a la población juvenil.
La violencia, la inseguridad ciudadana, el irrespeto, la intolerancia, suponen procesos de cambio socioculturales en los que no se debe ver a las familias como entes aislados sino como parte de un tejido social denso en las comunidades donde se requiere empoderamiento de las mujeres, la población joven, la niñez desde la conciencia de sus derechos y de transformación del machismo en un modelo de masculinidad dialogante, horizontal y equitativo y en el fomento de una cultura democrática de respeto a la diversidad étnico-racial, de identidades de género y orientación sexual así como de creencias y expresiones culturales.
Este articulo fue publicado originalmente en el periódico HOY