La propuesta del gobierno estableciendo tasa arancelaria cero para 67 productos que considera esenciales para mantener bajo control el costo de la vida, afectado por una inflación mundial, que se agrava por las consecuencias de la guerra entre Rusia y Ucrania, ha provocado controversias y encendidos debates entre quienes están a favor y en contra de la medida, la cual ya fue aprobada por la Cámara de Diputados y se encuentra en el Senado, en donde se espera sea rápidamente convertida en Ley, dado el control que tiene en esa Cámara el partido en el poder.

Esta Ley solo tendría una vigencia de seis meses. No dudamos de las buenas intenciones de las autoridades al proponerla y estoy seguro que fueron sometidos a concienzudos análisis los pro y contras de su aplicación, pero no podemos olvidar, que empedrado de buenas intenciones está el camino del infierno.

Recuerdo las consecuencias catastróficas que tuvo en el campo dominicano la PL480, ley norteamericana que les permitía colocar sus excedentes agrícolas y convertirlos en préstamos en condiciones muy blandas. Este mecanismo permitió la importación de grandes cantidades de aceites comestibles que al ingresar al país, provocaron que el aceite de maní no pudiera competir con estas grasas importadas, lo que ocasionó que miles de productores de maní, materia prima del aceite que consumíamos desaparecieran de la noche a la mañana, con todas las negativas consecuencias que esas cosas producen.

Nuestros vecinos haitianos pasaron por una experiencia parecida. Allí el arroz que se consumía era producido por cientos de agricultores, al permitirse la importación con una tasa arancelaria del 3 por ciento para el arroz producido en los Estados Unidos, los productores de Haití no pudieron competir y fueron desplazados, agravando la situación de miseria que allí se vive. La medida fue tomada para que los haitianos pudieran consumir arroz más barato, pero el remedio fue peor que la enfermedad.

Traigo estos dos casos a colación, porque entiendo que el panorama debe verse con una visión de 360 grados,  que permita darse cuenta si lo que hacemos llenos de buenas intenciones, interesados en que las familias dominicanas puedan adquirir su sustento a precios razonables, luego no sean ellas mismas víctimas de las medidas que se tomaron para ayudarlas.

Es mucho más fácil importar que producir, considero a los productores locales de todo género casi unos héroes, no sólo por lo que hicieron durante la pandemia, manteniendo sus empresas funcionando abasteciendo al país, si no por lo que tienen que enfrentar día a día, para conseguir los insumos para producir,  pagar sus nóminas, impuestos, seguridad social, servicios públicos, mantener un buen clima laboral, lidiar con la administración pública, etc., se dice fácil,  pero es muy difícil.

Comprendo perfectamente la crítica encrucijada en que se encuentra el gobierno, no es fácil decidir entre combatir la subida de los precios eliminando aranceles, sin pensar en las consecuencias para los productores locales, mientras se tienen que subsidiar los precios de los combustibles semana tras semana para evitar males mayores. La verdad es que estar en los zapatos del Lic.  Luis Abinader en estos momentos no debe ser nada fácil.