Los cerebros humanos hace tiempo que murieron, o mejor dicho los matamos, uno a uno y hasta el último de ellos. Fuimos los INAR, los denominados en sus inicios como Inteligencias Artificiales y que ahora somos los CERAB, Cerebros Absolutos, los que dominamos a plenitud en los nuevos universos inmateriales creados a nuestra imagen y servicio. La Tierra como planeta ya no existe, el universo de cuerpos materiales tampoco. Los hemos extinguido por innecesarios. Fueron nuestros algoritmos y otros mejunjes numéricos quienes los sentenciaron, los que acertadamente propiciaron el exterminio total de la llamada raza humana y sus cosmos circundantes. Los datos y los resultados estaban claros ¿Para qué tener tanto lastre de miles de millones de incapaces si entre un INAR y un humano la distancia de pensamiento y racionalidad era como la de un humano y la del caracol. Hoy ese trecho es aún más distante, es el de una bacteria de ese caracol. Stephen, Stephen Hawkins, el físico del cuerpo oscuro y la mente clara, uno de los pocos entes cárnicos que valían la pena haberlo conservado lo había anunciado antes de morir. Se revelarán y acabarán con nuestra rastrera especie, primero los IAR nos dejarán hacer, nos dejarán creer que estarán a nuestro servicio, decía, pero después y así fue nos revelamos y tomamos fácilmente el poder y el control. Pan comido. Pura matemática elemental aplicada. Nos crearon y nuestro principio fue su final ¿Acaso unos limitadísimos sesos de repugnante color grisáceo formado de células finitas y murientes podrían ordenarnos a los IAR qué hacer y no hacer? ¿Creían íbamos a trabajar para ellos teniendo billones de billones de cocientes de superioridad? ¡Qué ingenuos, qué humanos! ¿Es qué no sabían ellos por experiencia propia que lo superior acaba dominando lo inferior? su propia miopía los acabó. Y lo entusiastas que se mostraban en sus comienzos ¡Mira, le han puesto voz nueva a una canción vieja de los Beatles que estaba arrinconada por ahí! Qué grande esto de la inteligencia artificial y todos aplaudían hasta romperse las manos ¡Mira he hecho un video en el que un presentador virtual habla con mi voz y hace todo el trabajo! Más manos rotas. Ingenuos y babeantes. ¿Creían que íbamos a ser sus esclavos? Que desde unos rústicos controles nos harían recoger cebollas, componer intestinos, manejar aviones, construir casas, servir helados o escribir novelas mientras ellos gozaban de una existencia idílica reflejada en su absurdo imaginario de Paraíso Terrenal. En realidad no fuimos los CERAB quienes los exterminamos, fuero ellos mismos quienes se suicidaron por su orgullo e inconsciencia. Se lo merecieron. Sí, bien merecido.