“Democracia, es el sistema de gobierno y de convivencia donde tanto la voluntad como las necesidades de las personas, así como, los beneficios que acceden se consideran en un  marco de igualdad”. 

Con la anterior definición de tantas que han desarrollados politólogos, sociólogos,  psicólogos sociales y académicos de las ciencias políticas, dentro de un enfoque moderno de Democracia, introduzco este tema como parte fundamental de su desarrollo, al tiempo que trazamos una línea conductora para intentar establecer, a partir de la propia definición, si las democracias que los países de América, como se han desarrollado, lo han hecho dentro del contexto de concepciones de los pueblos pioneros de este modelo de  gobierno, y si en la practica, al momento de calificarlo como democracia, no ha habido desvirtuamientos con los preceptos y las plataformas con sus valores esenciales, a partir de la democracia Ateniense como referente histórica, la cual descansó en la forma de cómo una ciudadanía activa se involucraba en el proceso de auto-gobierno, y si también se han desarrollado de forma coherente con la etimología de la palabra DEMOCRACIA, la cual se deriva de Demos (Pueblo) y Kratos (Gobierno), de cuya combinación se forma el significado de gobierno del pueblo, otorgando en consecuencia, a los ciudadanos la capacidad de  soberano para su legitimo ejercicio de escoger con arreglo a las normas electorales, sus representaciones en las estructuras de las elites gobernantes.

Me parece que no sería sobreabundante asumir, también, una reflexión que apunta a establecer una especie de definición de democracia: “mediación institucional entre el Estado y la sociedad, cuya libertad descansa sobre la soberanía nacional y se legitima en la soberanía popular”, por tanto, de estas consideraciones de tipo doctrinaria, nos colocamos en la gran disyuntiva de establecer las principales dimensiones de las democracias latinoamericanas.

Obviamente, partiendo de los valores sociopolíticos que se interiorizaron a partir de los ideales griegos, asumiendo la igualdad entre los ciudadanos, la libertad, respeto a la ley y a la justicia, lo que combinado con algunos criterios que coexistían en las democracias ateniense, tales como el ser gobernado y gobernar por turnos y vivir como se quiere, siendo el primer criterio sustentante de que es esencial la igualdad y el reparto equitativo de la práctica  de gobierno y que en estos modelos,  propugnan como principal colorario, que la participación de los ciudadanos se remunere en igual forma a los individuos y de este ejercicio, los mismos no sean perjudicados como resultado de su participación política, y que en igual criterio,  se cumpla con  el principio de que todos lo votos tienen el mismo peso y que todos los y las ciudadanas tienen las mismas posibilidades de acceder a un cargo publico.

A pesar de que este enfoque persigue plantearse las principales dimensiones de la democracia latinoamericana,  el modelo practicado y los principales indicadores que revelen su calidad como tal, es importante dar una ojeada a la democracia ateniense como marco de referencia.

Las democracias atenienses descansaron en la concepción de que la ciudadanía constituía el órgano soberano de esta ciudad. Y por tal su ejercicio de democracia lo fundamentaba en que los ciudadanos eran acreedores como actores sociales, de la soberanía. Por tanto, en asamblea de ciudadanos, la cual sesionaba más de 40 veces al año, con un quórum que rondaba en los 6,000 participantes, a cada uno se le debía la obligación de ser escuchado para su opinión respecto a todos los asuntos de interés del bien común.

En torno al o los modelos existentes en el mundo moderno, en virtud de que la democracia contrasta con oligarquía, por ser este un sistema basado en la aristocracia, también es opuesto a la  timocracia, por ser este cencitario o de los ricos, es diametralmente opuesta con la tiranía, como expresión de gobierno de un dictador. Sin embargo, las democracias latinoamericanas no se asocian en las praxis políticas con la concepción de Platón de que la concebía como un tipo de gobierno en donde reina una mezcla de línea encantadora y una igualdad perfecta, en consecuencia, la realidad democrática latinoamericana está muy distante de los valores primogénitos de estos pensamientos. No obstante, por considerar que los elementos que sirven de marco estructural a los modelos liberales, no es rebatible que en Latinoamérica se está aplicando la democracia liberal.

Esto se sustenta en que los ciudadanos exigen frente a sus gobernantes y frente a sus semejantes, para asegurarse de que quienes gobiernan lleven a cabo políticas que correspondan a los intereses de los ciudadanos en su conjunto, así otras características, equivalente como: a) Soberanía reside en el pueblo, pero, se le confiere a los representantes que pueden ejercer legítimamente las funciones del estado, b) Existencia de elecciones regulares, voto secreto, competencia en facciones, lideres potenciales o partidos y el gobierno de la mayoría  son bases institucionales para establecer responsabilidad de los que gobiernan, c) poderes del estado un tanto impersonal, por lo tanto, se establece división de Ejecutivo, legislativo y judicial, d) existen condicionamientos constitucionales para garantizar la libertad frente al trato arbitrario y la igualdad ante la ley, donde se manifiestan los derechos políticos, expresión, asociación y creencia, entre otros. Es bueno establecer que Stuart Mill, también establece características muy parecidas a la de Locke, con algunas variantes de forma, pero, en el fondo, coinciden ambos.  Sin embargo, este ultimo le da cabida también, a la demarcación clara de asamblea parlamentaria, funciones entre los elegidos y los expertos especialistas, etc.

En lo cuantitativo, la democracia, a partir de una ojeada a los pueblos donde este modelo funciona,  el mismo abarca una dimensión de más de un 90% como modelo instalado en Latinoamérica, salvo las honrosas excepciones que se conocen; Bolivia, Ecuador, Venezuela, Perú, Brasil, El Salvador, etc., quienes han instalados regimenes de corte populistas con ribetes socialistas, pero, que aunque lineamientos de corte socialistas en el contexto amplio de la palabra, no resisten la pruebas doctrinarias para serlo. Pero, tampoco, se consideran demócratas propiamente dicho, porque aunque existan figuras jurídicas-políticas que son típicas de los regimenes democráticos, sus métodos se vinculan más con modelos neosocialistas, lo que podrían encajarse en  democracia dirigida con discursos socialistas.

A partir de las características principales de la corriente liberal, la cual es una modalidad de democracia protectora, a partir de Locke, y hasta cierto punto reforzada con la democracia contemporánea que trata Lijphar, con las reflexiones que este pensador realiza a partir de la composición pluralista de las sociedades se estaba dificultando y se estaría afectando la participación y la integración de las minorías sociales que se veían profundamente marginadas, planteando en consecuencia, entre otras aportaciones, la proporcionalidad más destacable de la representación. Sin embargo, Locke, asumió que la soberanía reside en el pueblo, pero, confiere a los representantes que pueden ejercer legítimamente las funciones del Estado, unido a que esta corriente de democracia, sin ningún tipo de dudas, asume que, las elecciones regulares, el voto secreto, la competencia entre las facciones, líderes potenciales o partidos y el gobierno de la mayoría, constituyen las bases institucionales para establecer la responsabilidad de los que gobiernan.

Dándole un vistazo a este modelo, cuando refiere que los poderes del estado deben ser impersonales, y que por efecto estos deben estar divididos en ejecutivo, legislativo y judicial, no obstante en la practica ser exactamente así, no podemos pasar por alto que independientemente que en un por ciento mayor del 90%, como hemos señalado más arriba existen regímenes democráticos en  Latinoamérica que en la práctica, como democracias representativas en América, adolecen de serias carencias en materia de participación, lo que explica en parte, la crisis de la legitimidad de que sufren los sistemas de partidos. De tal suerte, que existen indicadores que referencian la calidad de las democracias latinoamericana, a saber:

  1. Partidos adoptan una unidad de acción y una disciplina estricta, por lo cual se convierten en organizaciones burocráticas. b) Se establecen mecanismo de controles de los seguidores, abarcando también los miembros de los parlamentos, c) .Alto nivel de clientelismo en las relaciones políticas, de forma que los intereses no responden al sentimiento ni al mandato de los representados legítimos, d) Los partidos dominan el parlamento y los lideres dominan los partidos. Por lo tanto, se comportan como una dictadura electa,  e) Existencia de métodos oficiosos en que se eligen representantes que no representan a sus electores, sino a otros intereses. f) Se destaca de  de forma amplia que existe la falta de representatividad de los actores sociales  que han sido clientelizados y no responde a los intereses de sus representados legítimos.         g) los militantes se perciben como borregos votantes altamente disciplinados, h) existencia de una cultura de la demagogia en las ofertas políticas, i) inexistencia de normativas de partidos y regimenes de consecuencias en el accionar de los partidos poéticos, j) grandes resistencia a la asimilación de los hombres a reconocer la equidad de genero, k) existencia de caudillismos en el liderazgo político, en fin un sinnúmero de trabas y practicas rutinaria que giran en línea contraria, a la democracia, pero, aun con sus imperfecciones, este modelo liberal asume mayor representación en los países latinoamericano, lógicamente, con sus honrosas excepciones, como hemos dicho.

Por lo tanto, los indicadores que sirven de criterios de medición para considerar la calidad o no de estas democracias, que aunque están instaladas, y saber, en los cambios sociales y desconfianza política, ha ido generando un problema de agregación de preferencias, que aunque el numero de adeptos y electores que se están expresando en los procesos electorales, no apunta a un desmembramiento de este sistema político, si que existe un debilitamiento de los vínculos de identificación entre ciudadanos partidos, que se asocia a la entrada de los grandes cambios sociales y económicos de la región.  De esto se colige que la existencia de otros factores, como indicadores de que la calidad de la democracia, no resiste mucho tiempo sin que los clientes o actores sociales, rechacen dicho producto político, a saber: 1) Desvinculación de los gobiernos con las promesas de campañas, 2) desconfianza en que los partidos políticos son capaces de realizar su tarea de representación y las demandas ciudadanas, 3) alta percepción del fracaso del sistema de partidos, desmoramiento de sistema de bipartidismo con mutaciones de los electores hacia preferencia de fuerzas emergentes de tipo populistas en algunos países de la región.

Por lo tanto, prefiero concluir que independiente a todos los aspectos enfocados, que son realidades, la democracia mas cercana a las explicadas tratadistas, es la liberal, y que la dimensión de esta, aunque no está en crecimiento, y estar cuestionada, sigue siendo un modelo con alto índice de aceptación, e insistimos, que los indicadores, no son halagüeños y por efecto, de muy baja calidad.

No obstante a este panorama sombrío, y no es para menos, los vínculos de desafección de los ciudadanos no es con la democracia como régimen o sistema. Ahora bien, como todo es un proceso, existen temores de analistas políticos que entienden que esta desafección se puede extrapolar de los partidos al sistema democrático con lo que estos llaman la apatía total. Y por efecto, se piensa que esta calidad de los partidos políticos y fundamentalmente la negación a la democracia plena. En este sentido, creo importante colofonar este enfoque, refiriendo los informes, por ejemplo, desde el año 2008 del PNUD, y que los viene repitiendo en cada estudio hasta la fecha, que; “ Hasta ahora, las relaciones de poder no han generado desarrollo humano en la magnitud de la existencia de recursos disponibles, ni ha reducido las inequidades, ni ha institucionalizado el país, por lo tanto, no hay razón para suponer  que lo harán en el futuro por generación espontanea, si la sociedad no se empodera y reestructura las relaciones de poder no habrá desarrollo humano. Esto es cuestión de poder. Y nosotros agregamos, con estos señalamientos, si no hay un cambio de rumbo, respecto a sus distorsiones, cabe advertir que la democracia fácilmente, más temprano que tarde, tiene marcado su final.