El curanderismo ha sido una de las actividades más antiguas de la humanidad. Los curanderos han sido llamados por el reconocido escritor, historiador y antropólogo Dr. Carlos Esteban Deive como “Profesionales de la magia”, en su libro intitulado Vudú y magia en Santo Domingo, segunda edición. Santo Domingo, Editora Alfa y Omega, 1979, pág. 191; mientras que el sociólogo y escritor Lic. Dagoberto Tejeda Ortiz los ha denominado “Portadores o Servidores de Misterios”. Y son éstos definidos por el Lic. Tejera Ortiz así: “…en nuestro medio socio—cultural, juegan un papel de médicos, psicólogos, psiquiatras, maestros, consejos, sacerdotes, etc., en beneficio de los creyentes y seguidores dentro del contexto de nuestra religiosidad”. (Cultura popular e identidad nacional, tomo I. Santo Domingo. Editora Mediabyte, S. A., 1998, pág. 4).
Y, sigue diciendo el Lic. Tejera Ortiz: “Los Servidores o Portadores de Misterios no son personas comunes y corrientes, sino seres privilegiados que poseen las facilidades de videncia y de posesión, las cuales exigen una extraordinaria sensibilidad y un profundo desarrollo mental y espiritual”. (Obra citada, pág. 4).
De acuerdo al Dr. Deive: “Son varias las razones que mueven a los dominicanos a comunicarse con estos, como son:
- protegerse de peligros reales o imaginarios;
- curar una enfermedad;
- lograr fortuna o éxito en los negocios, viajes, etc.;
- controlar la naturaleza para beneficio propio;
- librarse de un enemigo;
- triunfar en el amor;
- procurar un resguardo—amuleto—contra un mal cualquiera;
- resolver los problemas de la vida cotidiana;
- adivinar el porvenir; etc. (Obra citada, pág. 190).
En Puerto Plata múltiple debieron ser los curanderos que ejercieron su “profesión”, durante los pasados siglos. Sus nombres, sin embargo, se han perdido en la noche de los tiempos.
Quizás como un botón de muestra, el nombre de uno de ellos ha quedado en los registros históricos de Puerto Plata, respondiendo al nombre de José Peyrand.
El señor Peyrand residía en la ciudad de Puerto Plata para el 1848 y es muy posible que fuese de origen francés.
Dueño de sus conocimientos, como proclamaba, señalaba, y presumimos y que los aplicaba, si les eran requeridos, “…a favor de la humanidad doliente (…) a pesar de la ciencia médica y de los médicos…”.
Para ese entonces vivía en Puerto Plata un señor de apellido Retambert, que hacía las funciones de médico quien, al parecer, las actividades de Peyrand le afectaban, pues al decir de aquel, este curaba” como médico sin diploma”.
La disputa entre el “médico Retambert” y el “curandero Peyrand” provocó una respuesta de Peyrand, que la presentó por escrito a la Sala del Cabildo de la ciudad de Puerto Plata, debido a la imposibilidad de explicarse en otro idioma que no fuera el suyo.
Acusó Peyrand en su defensa al “médico” de perseguirle porque al parecer le hacía falta la mezquindad que él ganaba, indicando a la vez que él señor Retambert no hacía lo mismo con “…infinitos curanderos, hombres y mujeres…” que había en la villa.
Dejaba entrever el curandero Peyrand que las sobredosis de drogas usadas por el señor Retambert habían provocado la muerte o enfermado a sus pacientes y concluía su defensa diciendo:
“Yo no curo, sino al que yo lo sano, como se han sanado otros y ninguno de los que he puesto la mano ha muerto. Yo no soy médico ni lo presumo, pero nadie se queja de mí sino el señor Retambert que no gasto en medicinas”.