Hemos visto, en meses recientes como España se encuentra sitiada por una oleada de aumentos en los costos de la tarifa eléctrica que diversos analistas han calificado como la mas grave en la historia de la nación Ibérica. Las empresas encargadas del suministro (Endesa, Iberdrola, Repsol, Naturgy EDP) tan solo han provisto una respuesta intelectualizada a la crisis aduciendo que dichos incrementos (mismos que se han disparado hasta un 500 %) responden a los incrementos en el mercado del gas natural. De ahí su respuesta al hecho de que hoy por hoy España se erija como la nación Europea que ostente el precio de electricidad mas alto en el antiguo continente aun cuando en todos los demás países el precio de los hidrocarburos viene experimentando alzas.
De nada han valido las medidas paliativas del gobierno del Pedro Sánchez que ha incluido la reducción del IVA. En respuesta, lo único que se ha conseguido es que Iberdrola emitiese un ucase condicionando detener la incesante y abusiva alza de precios de la electricidad a que la administración de Pedro Sanchez desista del cobro de impuestos calificados como lesivos por la multinacional energética.
Así las cosas en España, nos preguntamos ¿cómo se llegó hasta aquí? ¿Qué ocurrió en la nación ibérica que nos permita entender el porqué del caos, babel, desasosiego e incertidumbre que hoy experimenta la nación Europea? Este alocado descontrol se explica por una característica muy particular: España decidió transferir hace décadas al sector privado este sector tan estratégico para el Estado como es la electricidad. Inbuida por los dictámenes del dogma neoliberal y desregularizador que imperó en los 80s y 90s; el Estado Español quedó al desnudo, inerme ante los vaivenes de un mercado que sólo actúa en beneficio propio. Y claro está, en desmedro de la ciudadanía.
La población española hoy vive en la disyuntiva de si comer, o pagar por los costes de suministros eléctricos. Reportes indican que los bancos de alimentos han experimentado una afluencia enorme en los últimos meses como resultado de la inhabilidad del ciudadano común de pagar suministro eléctrico y costearse la dieta cotidiana.
El drama español nos muestra de manera inequívoca el costo a la larga para la población de la entrega irresponsable, corrupta de los sectores vitales de la economía a manos privadas. Chantajear a la población y los gobiernos, en aras de aumentar la tasa de rentabilidad de los accionistas es un crimen a todas luces.
La indefensión de estas acciones, en donde consejos administrativos de transnacionales amenazan la estabilidad de la ciudadanía, de los gobiernos de turno en aras de aumentar su tasa de ganancia nos debe mover como individuos a la acción de modo que situaciones como estas no continúen ocurriendo en ninguna parte.
De mas está decir, que la experiencia española nos debe motivar como dominicanos a vernos en ese mismo espejo en estos momentos cuando la actual administración del primer mandatario Abinader discute la posibilidad de venta de las acciones de EGEHid al sector privado. En declaraciones emitidas por José Rijo Presbott, Tesorero Nacional, para el 2022, el gobierno tendrá ya preparado un plan que habrá de agenciarle al Estado dominicano alrededor de unos 40 mil millones de pesos.
EGEHId es una empresa estatal que al momento aglutina alrededor de 27 centrales hidroeléctricas. Como ya indicamos, el ejemplo Español debiese ponernos en guardia de modo que no caigamos una vez mas como nación en la trampa privatizadora que hoy se vende como panacea.
De ahí que ponderemos cuidadosamente estos aprestos ominosos a los que las actuales autoridades quieren llevarnos. Nuestro país pues enfrenta la histórica disyuntiva de abocarnos al mismo sendero que transito España y claudicar a su responsabilidad de manejar sus recursos con responsabilidad y capacidad administrativa, o ceder ante las presiones y lisonjas de estas multinacionales a los políticos de turno en aras de satisfacer los afanes de lucro de un puñado de accionistas sin importar las terribles secuelas que pudiese ello tener para el normal funcionamiento de nuestra vida cotidiana como nación.