Estos tres verbos representan con precisión en qué consiste la vida humana. Decimos humana, porque los animales nacen con información suficiente para sobrevivir, su aprendizaje conlleva simplemente pequeños cambios y las modificaciones en sus condiciones básicas pueden ser mínimas, en cambio nosotros tenemos facultades especiales que nos podrían permitir incluso modificar nuestra “herencia” mediante la epigenética. Un perrito puede separarse de la madre al nacer y, sin embargo, más o menos se comportará de adulto como cualquier otro perro. El hombre es diferente, sin conocer humanos no podría comportarse como un humano.
Podemos ver durante muchos años un mismo río, pero su contenido se mantendrá fluyendo y siempre será diferente. De igual forma nosotros nunca volveremos a ser la persona que somos hoy, estamos constantemente cambiando. La materia que constituirá tu cuerpo en 7 años no será la misma materia que tienes en este momento y también tu mente cambia diariamente.
Aunque a menudo tenemos una visión rígida de nosotros mismos, realmente la vida supone aprender, crecer y cambiar, y cuando te estancas, inicias el proceso de la muerte sin saberlo. Es preciso recordar que podemos ser lo que queramos ser, lo que será más o menos cierto, dependiendo del nivel de desarrollo de nuestra mente. Evidentemente siempre habrá algo que no podrás cambiar, pero tu inteligencia puede proporcionarte la capacidad de adaptarte a eso.
Tenemos una imagen mental de lo que somos de acuerdo con la física clásica o newtoniana porque es lo que se nos enseñó en la escuela, aprendiéndolo de forma acrítica al ser menores y tal vez nunca más nos hemos vuelto a interesar en la Ciencia. Esta situación es mucho más limitante de lo que ahora podemos comprender. Nos visualizamos a nosotros mismos como seres materiales y nos conviene saber que somos energía en una manifestación temporal. Pierre Teilhard de Chardin decía: “no somos seres humanos teniendo una experiencia espiritual. Somos seres espirituales teniendo una experiencia humana”. Aunque esa frase me impactó desde que la conocí, me gusta más de esta forma: No somos seres materiales teniendo una experiencia espiritual, sino seres espirituales teniendo una experiencia material. Porque considero que somos humanos tanto en nuestra expresión material como espiritual.
Algunas verdades solamente pueden entenderse cuando son experimentadas por el sujeto. Hay conocimientos registrados profundamente en nuestra psiquis que para poder realmente conocerlos es preciso interactuar directamente con ellos. Los maestros solamente pueden darnos orientaciones o pistas, y cuando aprendemos, nos apoyan para comprender mejor lo aprendido. Habitualmente nos sentimos orgullosos de ser muy sabios en cosas de poca importancia, pero los aspectos trascendentales de nuestra existencia son precisamente donde presentamos mayores niveles de ignorancia.
Desconocemos los límites de la sabiduría humana, pero es impresionante cómo las vivencias cotidianas pueden aturdirnos, de manera que se vive sin saber que se está viviendo, sin comprender la existencia, desconociendo las reglas del juego y siendo esclavos de las propias limitaciones mentales.
Todas las emociones tienen alguna función adaptativa en nuestras vidas y la ira no es la excepción. Hay ocasiones, en que quien analiza su vida, descubre que, aunque respira no está viviendo y que es zarandeado por cualquier tipo de vientos, y se enfada, decidiendo que no lo permitirá más. En esos momentos surge en su interior una fuerza que incluso le sorprende (la ira guarda relación con el elemento fuego), sintiéndose capaz de tomar el timón de su existencia y sencillamente hacer aquellas cosas que siente en lo profundo de su ser que debe hacer. A menudo, este tipo de experiencia es capaz de darle valor y sentido, al resto de nuestra existencia.
Normalmente la ira es catalogada como algo muy negativo, pero lo verdaderamente negativo es el ser controlado por ella. Es útil en los deportes, para la supervivencia y cuando necesitamos un cambio radical en nuestras vidas.
Comenzamos aprendiendo, lo que evidentemente es una actividad mental, luego sigue crecer. Y es que el aprendizaje siempre nos lleva al desarrollo, pudiendo hacernos crecer en todos los aspectos de nuestra existencia a la vez, porque aprender puede modificar: inteligencia, cultura, equilibrio emocional, relaciones sociales, situación económica e incluso nos permite integrarnos más satisfactoriamente a nuestro entorno. A menudo se dice que el conocimiento es poder y aunque es cierto, normalmente quienes lo dicen, no tienen idea del gran alcance de esa frase.
Después de crecer, la próxima acción es cambiar. Cuando se crece, ya se necesitan otras condiciones de vida. No importa que tanto tengas en la vida, nunca tienes condiciones tan perfectas que no justifiquen realizar cambios. Si alguna realidad entiendes que es imposible cambiarla, entonces el paso requerido será mejorar tu adaptación a la misma, es decir, cambiar tú.
Eres energía que fluye constante, renovando tu materia, siempre avanzando (incluso cuando no te das cuenta). En la medida en que aprendes, creces. En la medida que creces, transformas al mundo. Cuando te cansas de aprender, crecer y cambiar, realmente de lo que te has cansado es de vivir.