Participamos como observadores internacionales, en representación del Congreso Nacional, en las elecciones celebradas el domingo 3 de abril en Costa Rica, donde obtuvo la Presidencia el candidato Rodrigo Chávez con la boleta del partido Progreso Social Democrático al alcanzar una votación de un 53% del electorado en segunda vuelta.
Entender el proceso político de Costa Rica es fácil cuando el expresidente José Figueres, hijo de uno de los padres de la democracia de ese país, don Pepe Figueres, sale derrotado por un tecnócrata, ex funcionario de organismos internacionales, que logró convencer y conmover a una parte importante del electorado con un discurso en contra del sistema de partidos vigente.
Gana Rodrigo Chávez dándole visibilidad a la ruptura social, política, económica y cultural existente entre el Estado y los ciudadanos. Convence a la sociedad y a las familias de su exclusión en las políticas públicas y en el propio rendimiento de la economía, a pesar del crecimiento sostenido y el gran nivel de desarrollo, tanto técnico como tecnológico, de la producción y productividad, en diferentes renglones de la economía, pero en desmedro la inclusión social, laboral, cultural y económica, de todos estos avances, lo cual está lastrando a toda la nación.
Tiene Costa Rica educación universal a nivel preuniversitario, sin embargo, solo el 20% de sus bachilleres ingresa a las universidades, pero de ese segmento el 35% termina la carrera universitaria. Así, las plazas especializadas en las empresas de alta tecnología están en pocas manos, situación agravada con la presencia de profesionales extranjeros ocupando la gerencia de las multinacionales. Por esta razón la informalidad ronda el 65%, lo mismo que aquí.
Pierde la participación democrática con una abstención superior al 42%, una apatía que da razón y base social al vandalismo creciente de la última década en la Suiza de América Latina, como se conoce a Costa Rica. Los ciudadanos, pues, han dejado de sentirse parte de todo, una desvertebración que pone en riesgo la libertad, el respeto a la ley, la igualdad de oportunidades y el orden público, valores imprescindibles para que los ciudadanos alcancen la supervivencia, el bienestar, la vinculación social y la construcción de su proyecto de vida o auto realización.