No hay mayor testarudez, que aquella cuando resulta de la actitud de negación, que asume una parte de nuestra clase política, y en especial de nuestra oligarquía, porque para mirar resultados no se necesita espejuelos, la COVID ha desnudado las graves falencias del sistema capitalista y hay un serio, pero real viraje de Latinoamérica hacia la izquierda.
Lo sucedido este domingo 13 de marzo, en las elecciones legislativas y la Consultas Presidenciales en Colombia así lo demuestran, con el aluvión de votos que recibieron en las primarias de coalición, el grupo de precandidatos presidenciales cobijados en el llamado “Pacto Histórico”, que escogió como era de esperarse al izquierdista y sesudo senador, Gustavo Petro, como su abanderado para la carrera presidencial, a celebrarse el 29 de mayo próximo en esa República Sudamericana.
Que eso esté pasando en la sociedad más conservadora de América Latina, donde nunca ha gobernado un grupo de izquierda, es la prueba más palpable de que el mundo, y en especial nuestro continente, está cambiando y es innegable que los vientos huracanados de los cambios progresistas nos llegarán, y si las fuerzas políticas tradicionales no lo entienden, y con ellos nuestro voraz empresariado, le tendrán que ver la cara a un outsider redentor en las elecciones del 2024, todo porque la megacrisis creará las condiciones, y solo la voluntad sería de apostar por fortalecer el sistema de partidos y la democracia podrán ralentizar esa llegada a nuestra sociedad.
Si no se plantean verdaderas alternativas para auxiliar a los sectores vulnerables, asignándole ayudas por medio de los programas sociales cuyos montos le permitan, aunque sea mal comer a las familias cuasi indigentes, si no se forma a través de una profunda reforma educativa a los estudiantes para que aprendan un oficio que les permita dignamente ganarse la vida, si no se apoya el emprendimiento y a las pequeñas empresas, si no se le pone control a los oligopolios, que quiebran a todos los modestos comerciantes, si no se construyen mecanismos de protección a la vejez desvalida y a las miles de personas con discapacidad, veremos crecer el terreno fértil de la antipolítica y de los antisistema que le venderán en un auge populista la panacea al electorado, para que le vote y le dé la espalda a las opciones tradicionales.
Los que atizan el fuego de la discordia, es nuestra oligarquía, que no se está dando cuenta, que si no se detiene a entender los fenómenos sociales globales, en dominicana surgirá un outsider como El Salvador, que a costa de borrarlos del mapa nacional harán crecer sus simpatías, en una ciudadanía hastiada de los mismos y que los de siempre salgan beneficiados hasta de una pandemia como lo hemos visto.
Apostar a la democracia es tener empatía con el pueblo, para ello se necesita de la moderación y sensatez de la oligarquía, a los fines de que muestren el lado humano en la difícil situación en que nos encontramos.
Desde el FOPPPREDOM (Foro Permanente de Partidos Políticos de la República Dominicana) auspiciaré que no inventemos y que nuestro disgustos no nos lleve a proponer fórmulas que hagan sucumbir la democracia, la opciones más viables son aquellas que nacen de los auténticos intermediarios sociales entre el Estado y la población, los partidos políticos, todo lo demás sería un invento que daría alas, para que aventureros populistas deseen encantar el electorado ofreciéndoles propuestas quiméricas, de difícil ejecución que lo único que producirá será más miseria para nuestro país.
Nadie debe estar más comprometido que el mismo presidente Abinader en esa tarea, porque de eso depende el éxito de su gestión, en evitar crear un clima de desafección política tal, que acabe por sepultar a todo el sistema de partidos y que a efecto de dicha situación se lleve nuestra débil democracia.
La política neoliberal, la entrega del patrimonio público al empresariado, las recetas electoralistas y mediáticas que no resuelven ni mínimamente los problemas a la gente, terminarían minando la confianza popular en su clase dirigente, y apostando al desorden o un anarquismo que nazca de una gran frustración nacional, producto de que los pobres se hacen más pobres y los ricos en medio de la propia crisis en qué vivimos, más ricos aún.
No puedo decir que todo el sector empresarial es inconsciente, creo que existen en ellos quienes saben de lo delicada de la situación a la que nos enfrentamos como nación, y están dispuestos a colaborar con el propósito de evitar un colapso de la democracia, para con ello concomitantemente garantizar mantener a resguardo sus patrimonios.
Creo que las opciones más seguras siguen siendo la del PRM, Fuerza del Pueblo y el PLD, ellos deben concitar el mayor apoyo popular, ya han gobernado y saben por experiencia cuáles son las medidas para mantener la nave del Estado a flote, en medio de estas huracanadas tempestades.
Sin embargo, estamos de acuerdo en crear espacios de participación social y electoral, sobre todo a la juventud, por lo cual deben crearse en nuestra normativa electoral la figura de las primarias de coalición de partidos, para que en estas participen el liderazgo en ciernes de la República, porque está más que claro, que apostar a mantener y fortalecer el sistema pluripartidista no puede hacerse negándole el derecho de participación electoral a nuestros inquietos y motivados ciudadanos.
Haremos un periplo de reflexión ante los partidos, la sociedad civil y el propio empresariado para que apostemos a resguardar nuestro mayor tesoro: la democracia, una que le sirva auténticamente a los intereses de la mayoría, y no de unos pocos, como hasta ahora.