Antonio Imbert Barrera (1920-2016) desempeñó roles estelares en el decurso histórico dominicano. A pesar de sus vínculos juveniles con personas desafectas a la dictadura de Rafael L. Trujillo, ocupó diversos cargos lucrativos en la misma. En 1947 los designaron como inspector general de la empresa Ferrocarriles Unidos Dominicanos, y al año siguiente, gobernador civil de la importante provincia de Puerto Plata donde permaneció hasta finales de junio de 1949 a causa de su actuación a favor de los expedicionarios de Luperón de este último año. También laboró en la oficina encargada de expedir la cédula de identidad y en la lotería nacional.
Posteriormente, y por la mediación de Francisco Martínez Alba (Paquito), cuñado de Trujillo, Imbert Barrera ocupó otros cargos en el tren burocrático, el más importante de los cuales fue en la empresa Mezcla Lista desde 1958 hasta 1961. Según su testimonio, estuvo involucrado en el Movimiento 14 de Junio y cuando se develó el complot contra Trujillo, y se inició el apresamiento masivo de los jóvenes integrantes del mismo, a principio de enero de 1960, no lo capturaron porque sus compañeros no lo delataron. Para Martin, “Imbert jugaba con las izquierdas como lo había hecho con Trujillo. Creía que todo el mundo tenía un precio. Era el estilo de Trujillo”. (John B. Martín, El destino dominicano, Sto. Dgo, 1975, p. 197).
En diversas entrevistas y declaraciones, el propio Imbert, que era íntimo amigo de José Arismendi Trujillo (Petán), se ha encargado de resaltar estas simpatías y vinculación con dicho Movimiento el cual, en su etapa inicial, estaba formado por un amplio conglomerado de personas que ni se conocían entre sí. De hecho, en enero de 1960 detuvieron tantas personas que el aparato represivo del régimen no encontraba cárceles para encerrarlos. Uno de los apresados fue su primo, Moncho Imbert Rainieri.
Indignado por los crímenes de la dictadura, y probablemente por el mantenimiento en prisión de su hermano Segundo Imbert, a fines de 1960 Imbert Barrera se integra al denominado Grupo de Salvador que procuraba liquidar al tirano, conformado por los hermanos Salvador y César Estrella Sadhalá, Rafael O. Castillo (Muñeco), Antonio de la Maza, Máximo Mueses, el teniente Amado García Guerrero y el Dr. Rafael Batlle Viñas. Junto al grupo de Antonio de la Maza, quien había sido edecán de Trujillo, fueron los ejecutores del tiranicidio.
Los héroes nacionales
Al principio, la presencia de Imbert en el Grupo de Salvador provocó animosidad pues se le consideraba leal a la dictadura. Sin embargo, en la hora decisiva en que debía acometerse el magnicidio este demostró una gran intrepidez y valentía, y al lograr sobrevivir junto al español Miguel Ángel Bissié, Manuel de Ovín Filpo, Luis Amiama Tió y otros, su figura adquirió la categoría de héroe nacional, pero también obtuvo mayor preeminencia que los demás compañeros. Bissié se ha quejado de que solo se reconozca a Imbert y a Tió como los dos únicos sobrevivientes del tiranicidio:
“Creo […] que no merecemos un trato semejante. Y que, por el contrario, somos merecedores al brote de una sonrisa, al goce de una mirada a los anchos horizontes de la república, allá en su olvido y en su silencio. Porque no hay derecho a que nos sigan hiriendo con una ingratitud tan extremada […], con una negativa tan dolorosa y amarga, porque, en verdad, cobrar sería vender el ideal, pero mantener lo de “únicos” (en ocasiones hasta con mengua de la sublimidad y alcance de aquella gesta…) es haber recibido la muerte en vida aún estando vivos. Somos muertos en vida”. (“Mis memorias sobre el ajusticiamiento de Trujillo, el 30 de mayo de 1961”, Ecos, año 6 (1999), No. 7, p. 100).
Al partir del tiranicidio se inicia el protagonismo de Imbert Barrera en la dinámica política nacional. Imbert y Amiama les expresaban con frecuencia a John Bartlow Martin que “vivíamos con tiempo prestado”. Ambos fueron miembros de los tres gobiernos que se formaron tras decapitar la dictadura de Trujillo: en el efímero Consejo de Estado que presidió Joaquín Balaguer, que duró 15 días, en la Junta Cívico Militar encabezado por el Dr. Huberto Bogaert con apenas 2 días de existencia; y, por sugerencia de los Estados Unidos, por su condición de “héroes nacionales”, fueron incluidos en el Consejo de Estado que dirigió el Lic. Rafael F. Bonnelly que se prolongó desde el 1 de enero de 1962 al 27 de febrero de 1963.
El doctor Juan Isidro Jimenes Grullón (1977: 261) asegura que ambos personajes tenían aspiraciones diferentes. Amiama se empeñó en incrementar su riqueza mientras Imbert “estuvo desbordado por la pasión de mando”.
Durante la dictadura de Trujillo, Amiama se dedicaba principalmente a los negocios bajo el amparo de Danilo Trujillo y a inicio de la década de 1950 se desempeñó como presidente del Consejo de Administración de Ciudad Trujillo. Se atribuye a Danilo Trujillo el haber gestionado se le otorgara la Medalla de Estero Hondo, lugar costero de la Región Noroeste donde masacraron a los expedicionarios de 1959. En 1961 todos los bienes de Amiama fueron hipotecados al no poder saldar un préstamo que había contraído con Danilo Trujillo, lo cual lo llevó a ruina y solo con la muerte de Trujillo eludió el desastre. Posteriormente, logró que el Consejo de Estado anulara dicha deuda e incluso lo recompensara con una indemnización, como consta en la Gaceta Oficial No. 8743 del 8 de marzo de 1963. (Piero Gleijeses, La esperanza desagarrada, 2012, p. 117).
Martin (p. 198), basándose en informaciones recopiladas por miembros de la embajada, aporta el dato de que en 1962 de la Central Azucarera Río Haina, administrada por Moncho Imbert Rainieri, se desaparecieron cuatro millones de dólares e “Imbert estaba metido en Haina, en la fábrica de cemento y en la venta de melazas”. Mientras Amiama se hallaba involucrado en la desaparición de un millón y medio de dólares del fondo en efectivo de la secretaría de Relaciones Exteriores donde laboraba un hermano suyo.
Desde mayo de 1961 hasta 1965, no obstante carecer de formación militar, Imbert Barrera logró forjar un liderazgo al interior de los organismos castrenses y entabló relaciones cercanas con la embajada de los Estados Unidos. La influencia adquirida por Imbert y Amiama se convirtieron en un verdadero peligro para la propia existencia del Consejo de Estado que presidía Bonnelly por sus pretensiones de perpetuarse en el poder.
El embajador Martín (pp. 95-198) entendía que era muy probable que en 1962 este Consejo dedicara más tiempo a las maquinaciones de Imbert-Amiama que a cualquier otro asunto. Imbert se hallaba persuadido de que la democracia no prosperaría nunca en la República Dominicana y de que los propios grupos comunistas podían ser comprados con dinero: “Con dos o trescientos mil dólares podría comprar el 14 de Junio de Manuel Tavarez Justo” y que tanto él como Amiama podrían salvar a República Dominicana del comunismo si nosotros (los Estados Unidos, RDH) tomábamos la iniciativa”. (Martin, p. 93).
Estas declaraciones evidencian que los dos “héroes nacionales”, Imbert y Amiama, no eran portadores de ideas liberales, sino que poseían una concepción arcaica y autocrática de la política, además de consustanciarse con la fobia anticomunista que se irradiaba desde el poder imperial. El propio Martin (p. 197), que conocía al dedillo la idiosincrasia de Imbert, expone que, aunque muchos lo consideraban un “ambicioso desmedido”, este era uno de los hombres más complicados e interesantes del país, con torpeza para expresarse públicamente, pero “elocuente” en conversaciones privadas. Sin embargo, lo define como un “político primitivo”, incapaz de “comprender las ideas”, a pesar de su inteligencia, “que le gustaba el poder más de lo que admitía ante sí mismo”.
En este Consejo de Estado, Imbert se concentró en incrementar su poder e influencia para lo cual nombraba a parientes y amigos en los puestos más importantes. Convirtió a la Policía Nacional en su ejército privado en contubernio con el general Belisario Peguero quien participó en diversos actos de truculencia durante la dictadura de Trujillo, aunque luego se distanció de Imbert. Por insistencia de la misión militar de los Estados Unidos y a fin de incrementar la capacidad defensiva de la democracia dominicana, el Consejo de Estado aumentó el número de 3,000 a 12,000 efectivos dotados de equipos modernos. Imbert trató de adquirir carros de combate, similares a los que poseía la fuerza aérea de San Isidro, a lo cual se opusieron los comandantes militares.
Juan Bosch le confesó a Howard J. Wiarda, quien lo entrevistó el 1 de septiembre de 1962, que probablemente la amenaza militar más grave para el Consejo de Estado de Bonnelly procedía de Imbert y Amiama. Entendía que Imbert era el verdadero poder en el Gobierno y que intentaría un golpe de Estado antes de las elecciones. (“The aftermath of the Trujillo dictatorship,” p. 86). Sobre Imbert, Wiarda plantea que:
“[…] este hombre intensamente ambicioso, que quería más que nada gobernar la República Dominicana, no pudo abstenerse de utilizar su influyente posición con fines políticos. En una ocasión intentó establecer un punto de apoyo en el Movimiento 14 de Junio y utilizar este partido como catapulta a la presidencia. Cuando esto fracasó, trató, solo unas semanas antes de las elecciones del 20 de diciembre, de reunir al Ejército y la Policía para su causa. Se informó que el presidente Bonnelly bloqueó la iniciativa, pero la situación generó algunos momentos tensos e Imbert casi lo logró”. (Ibidem, p. 104).
La coyuntura electoral de diciembre de 1962 se vio permeada por la desconfianza, las amenazas de golpe de Estado que llegaron a consumarse, conspiraciones y las exigencias del dueto Imbert-Amiama para que se les otorgara una cuota de poder, lo que ameritó la intervención del embajador Martin. En los meses previos a las elecciones, Imbert prácticamente gobernaba al país. Con el poder que había acumulado, controlaba la Policía Nacional, que logró engrosar con miembros del ejército, mantenía el orden y a los supuestos comunistas que era su obsesión fundamental. De hecho, tenía una lista de 15 o 20 izquierdas para deportarlos. Cuando el diplomático estadounidense Harry Shlaudeman visitó a Imbert en su despacho lo vio “maniobrar montones de telegramas y montones de dinero, entregando empleos, ordenando que se detuviese a gente, echando a policías, echando a otros”. (Martin, 215).
Por las amenazas que pendían sobre el proceso electoral, Martin ordenó a los empleados de la embajada que pusieran a circular el rumor de que apoyaba las elecciones libres y públicas y que no respaldaba los amaños de Imbert para boicotearlas. Pero al mismo tiempo propuso que tanto Viriato Fiallo, presidente de la tanto la Unión Cívica Nacional (UCN), como Juan Bosch del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) le hicieran una oferta a Imbert y Amiama a quienes les aseguró que dichas organizaciones no los abandonarían.
Para resolver la crisis al tándem Imbert-Amiama se le otorgó el grado de general del ejército. Luego de esto, Imbert, que al decir de Abraham Lowenthal (1977) había sido un participante activo en la política conspiradora dominicana, pronunció una alocución por radio y televisión en la cual aseguraba que no utilizaría su nuevo estatus de general para promover sus aspiraciones políticas y “comentó sombríamente que las Fuerzas Armadas se mantendrían al margen de la política siempre y cuando las autoridades civiles se abstuvieran de interferir en asuntos militares”. Al mismo tiempo, Imbert solicitó al Consejo que en ligar de general se les designara general de brigada, lo que se aprobó mediante una ley promulgada el 7 de diciembre de 1962. Contrario a Imbert y Amiama, la posición oficial de las fuerzas armadas fue la de estricta neutralidad y actuaron como guardianes apolíticos de la paz y el orden para hacer posibles las elecciones. (Ver Howard Wiarda, “The aftermath of the Trujillo dictatorship,” p. 104).