“La primera utopía que se realizó sobre la Tierra -así lo creyeron los hombres de buena voluntad- fue la creación de los Estados Unidos de América (…); el gigantesco país se volvió opulento y perdió la cabeza; la materia devoró al espíritu; y la democracia que se había constituido para bien de todos se fue convirtiendo en la factoría para lucro de unos pocos. Hoy, el que fue arquetipo de libertad, es uno de los países menos libres del mundo.”
La Utopía de América
Pedro Henríquez Ureña
Miles de plataformas de sistemas lanzamisiles listas, sus operarios atentos y los cruceros hipersónicos cargados con la ojiva nuclear, en silencio, apuntan hacia algún lado, hacia un destino donde caerán para siempre desde los cielos. La aventura de las élites estadounidenses, europeas y de sus socios de la OTAN en Ucrania, abrió un portal para la destrucción y la muerte, es un laberinto impredecible de acuerdos violados, engaños y “líneas rojas” pisoteadas y ahora, poco a poco, con mentiras, medias verdades y el cierre de medios alternativos, buscan minimizar el ataque nuclear.
Mienten, una y otra vez mienten, excluyen la paz de cualquier negociación y siempre duplican la “ayuda” militar para escalar la confrontación que ahora entra en una peligrosa fase que incluye bombardeos sobre la población civil de Crimea y del centro de Moscú. Menosprecian la paz y nadie dice nada, el manejo mediático funciona y la amenaza se mantiene oculta. Los medios occidentales, participantes del entramado bélico-económico cumplen con su orden estratégica: cerrar medios alternativos, no publicar acontecimientos ni declaraciones que puedan ayudar a poner fin al conflicto y repetir las mentiras, “…sabiendo a ciencia cierta que, en nuestra sociedad mediática, repetición vale por demostración.” como afirma Ignacio Ramonet.
En la paz como en la guerra repiten, no hacen otra cosa que repetir, pululan por los centros de poder y corren tras los acontecimientos de la cotidianidad para elaborar “la noticia”, que, como producto intelectual nunca será objetiva. Mentiras que los pueblos aprehenden de forma gradual en el proceso de cognición social, que ahora se apoya más que nunca en las corporaciones mediáticas; los periodistas, colonizados por la hegemonización, “entienden” los acontecimientos, la “realidad”, a partir de la concepción del mundo aprehendida de los que detentan el poder, como dice Nora Merlín: “…los medios de comunicación concentrados crean una cultura de masas que forma el sentido común y transforma al ciudadano en un consumidor que obedece inconscientemente.”
Así, poco a poco y tras cada repetición, los medios hegemonizan, colocan la mentira como verdad, erosionan el lenguaje de la cultura y le generan sutiles cambios para sustituirla, como afirma Gramsci, para instalar como justa, legítima y de beneficio para todos, la cultura, la cosmovisión de los que detentan el poder económico. Las corporaciones mediáticas, Además de imponer su “verdad”, imponen las modas y los estilos de vida. Repiten y en nombre de la “objetividad” instruyen, crean seguidores que afirmaran que el mundo es “así”, como dicen los que generan las mentiras repetidas.
Los reporteros procesan los acontecimientos y entregan las informaciones a sus corporaciones que las publican en los medios como “noticias”, un servicio en apariencias inofensivo, que es en realidad la intervención cultural y política que ha establecido, también de forma gradual, la consonancia cognitiva de la gente en torno a la cosmovisión de los grupos hegemónicos, un producto dirigido a “sus audiencias”, las audiencias que ellos han creado, masas homogeneizadas socialmente por esas mediaciones.
Así, desde los medios, pese a la resistencia de muchos, la mentira, como resultado de la repetición no sólo se transforma en “la verdad”, sino que se convierte en la “agenda pública”, en la “verdad de la opinión pública”, en el “sentido común”, por eso nadie dice nada de las escaladas que la OTAN patrocina en la entristecida Ucrania, no hablan de las ofensivas que llenan sus trincheras de jóvenes muertos.
Ahora, acomodadas en las mentiras, hipnotizadas por la seducción de los medios, las audiencias, la gente, los pueblos, no ven la magnitud y profundidad del peligro y las amenazas del contexto histórico que viven. Muchos se resisten a creer que las élites estadounidenses y sus socios lograron la banalización de la guerra, que ya la violencia no dice nada, que los asesinatos en masa son rápidamente borrados para llevarlos al olvido y que ahora manejan los medios para trivializar los efectos de un ataque nuclear.
El mundo unipolar cambia, como dice la canción: “la era está pariendo un corazón”, las naciones con grandes dimensiones geográficas y demográficas, en procura de relaciones económicas nuevas y más justas se agrupan en el BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) lo que empuja hacia atrás a los imperios que una vez se repartieron el mundo y sus riquezas, dejando en el atraso y la miseria a los habitantes de las tierras que ocuparon.
La magnitud de la resistencia a estos cambios que se veían venir es predecible, ¡lo harán todo para que no ocurran! por eso la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania, pero la confrontación se les escapa de las manos y la escalan; no les importa, sólo les interesa el dinero, sus propios intelectuales los catalogan de belicistas, sociópatas mentirosos, asesinos, opresores, ecocidas y omnicidas que llevarán la guerra de exterminio a cada país que los desprecie.
¡Es una emergencia forzar la paz! y decirle no a la tolerancia de la guerra. En esta coyuntura histórica la humanidad y la naturaleza están en peligro. El precedente de esta afirmación son los 78 años que se cumplen del bombardeo atómico sobre poblaciones civiles japonesas. Los estadounidenses se atrevieron a lanzar dos bombas sin que les temblara el pulso. La historia del dolor registra los días 6 y 9 de agosto de 1945 en memoria de las poblaciones borradas por el viento nuclear en Hiroshima y Nagasaki. Sankichi Töge, un poeta testigo de la masacre se pregunta, nos pregunta:
¿podemos olvidar ese destello?
súbitamente 30,000 desaparecieron en las calles
en las profundidades despedazadas de la oscuridad
los alaridos de 50,000 se desvanecieron
El murió a los 36 años a consecuencias de la radiación a la que estuvo expuesto.
¡Que despierte el mundo! ¡que América Latina despierte!, que los mandatarios, incluyendo los yancófilos, instruyan a sus cancilleres para movilizar los organismos mundiales hasta lograr la paz en la devastada Ucrania, para detener la voracidad sin límites de los “hombres del dinero”.