Durante el fin de semana me reuní con un amigo a quien hacía tiempo no veía y lo encontré muy ansioso y angustiado. Me admitió que por primera vez había tenido que ir a consultar a un siquiatra.
Su principal preocupación era que la inteligencia artificial iba a lograr que los robots con sus bots y algoritmos controlarán a la humanidad. Ya los robots ganaban a los chinos en su juego de “go” y a todo el mundo en ajedrez y contarían con voluntad e iniciativa propias para dominar a la humanidad convirtiéndose en monstruos tipo Frankenstein. “Los robots chinos tratarán a la humanidad como si fueran hormigas”, pronosticó. Se había sentido algo aliviado cuando supo que los norteamericanos y europeos estaban tomando medidas para controlar la inteligencia artificial, pero luego se enteró de que los chinos, ansiosos por superar a todos, no habían impuesto límites al desarrollo de esa inteligencia, por lo que pronto dominarían al mundo. Me recordó que en momentos de gran crisis es cuando los verdaderos amigos se identifican y citó con mucho pesar que al surgir la COVID los norteamericanos prohibieron la exportación de sus vacunas y los dominicanos tuvimos que ponernos vacunas chinas. A mi amigo le preocupa que dentro de esas vacunas los chinos hayan colocado un “chip” que algún día, quien sabe, activarían.
Al mencionar la COVID mi amigo dijo que la única ventaja que este logró para él fue que las reuniones a las que tenía que asistir devinieran virtuales y no presenciales, pero ahora que la situación se había normalizado le estaban exigiendo que compareciera de nuevo físicamente. Ya no tenía corbatas, pero, además, no salía de la casa por los problemas de los semáforos y las motocicletas.
En lo político le preocupaba que Donald Trump ganara en noviembre y nos impusiera un arancel americano de un 10% a las ventas de nuestras zonas francas lo que las quebraría y que eliminara el mecanismo de unificación familiar por medio del cual los dominicanos conseguimos la tarjeta “verde”. También recordaba cómo en su juventud había visto llegar a nuestro país para refugiarse a dictadores como Perón, Pérez Jiménez y Batista, entre otros, aunque me citó que en Rusia y en la península ibérica, España y Portugal, los dictadores habían muerto de vejez, como ocurrió con Stalin, Franco y Salazar. Pero hoy día los dictadores latinoamericanos eran jóvenes y no había forma de salir de los Maduro, Ortega, los Díaz Canel y, además, ya no estaba de moda utilizar para esos propósitos a la CIA o al US Marine Corps.
Desde que era niño mi amigo no había vivido en tiempos de guerras como las actuales en Ucrania e Israel. Le preocupaban los coeficientes de BIBI y de GINI, AMLO y sus mañaneras y Tik Tok y sus chinañeras, así como la propaganda rusa a través de RT y Sputnik; la árabe a través de Al Jazeera, así como la de extrema derecha de Fox News. La bipolarización política y el fin de la globalización lo mantenían intranquilo, así como la migración masiva por el mundo y la derechización en la política.
Ahora la gente se educaba a distancia, me recordó. Pensaba que no tenía sentido que construyéramos mansiones en playas cuando con la desaparición de los icebergs en la Antártida aumentarían los niveles del mar y nuestras arenas dejarían de existir y habría que ir a Constanza a pasar las vacaciones. No entendía por qué nuestro gobierno quería una reforma tributaria que afectara poco a los pobres cuando estos ahora perdían trágicamente sus ahorros en lotería y bancas de apuestas, muchas de las cuales pertenecían a nuestros políticos. Tampoco entendía por qué estamos capturando tanta droga y luego quemándola, pues los americanos no nos permitían venderla para entonces utilizar ese dinero para pagar nuestra deuda externa con ellos.
Cuando le explicó al siquiatra que leía todos los periódicos dominicanos y se nutría de por lo menos cuatro periódicos extranjeros (”Financial Times”, “New York Times”, “El País”, “The Economist”) y veía todos los noticieros de cable y televisión, este le recomendó dejar de ver y escuchar todo eso.
Cuando el preocupado amigo, citando que los progresos médicos habían aumentado su expectativa de vida, le preguntó qué entonces podría hacer todo el día, le recomendó que para calmarse leyera las novelas clásicas. Mi amigo le explicó que él ya no recibía periódicos en papel, sino a través de su celular y que hacía tiempo que ni siquiera los leía, dados sus problemas visuales, sino que los escuchaba.
Entonces el siquiatra le recomendó buscar esas novelas clásicas grabadas, para así poder escucharlas. Mi amigo llamó a su nieta quien recomendó el podcast. Al otro día le pregunté si ya lo había encontrado y me contestó que estaba en eso.
Nota al pie: el autor ya cumplió 86 años.