Ha partido hacia el infinito Aníbal de Peña combatiente por la libertad y la felicidad de los dominicanos, se marchó de manera discreta como prefirió discurrir el tramo final de su vida para no claudicar ante la caverna política, que nunca le conmutó por difundir sus ideas políticas y sociales avanzadas sin temerle a las represalias de ser aislado del mundo artístico empresarial.
Su juventud transitó en el horroroso eclipse de las libertades de la “Era de Trujillo”, etapa en que los principales medios de comunicación y difusión artísticos los controlaba el tirano y su familia. El entonces joven cantante y compositor no solo fue excluido, sino que probó el aciago ambiente de la cárcel política de la época, sufrió en carne propia el sello bestial de la tiranía.
En la lucha contra los remanentes del trujillato, fue de los dominicanos que se lanzaron a las calles para impedir la perpetuación de ese proyecto execrable.
Fue incorporado al exitoso programa «La Hora del Moro» del maestro Rafael Solano (de quien tenemos constancia documental, realizaba actividades festivas al margen de la tiranía) allí participó junto a otros jóvenes artistas con inquietudes sociales como Freddy Beras Goico y Fernando Casado. Además estrellas que surgieron a la luz del nuevo ambiente social como Luchy Vicioso.
Ya sin cortapisas, Aníbal de Peña de inmediato saltó al estrellato con composiciones e interpretaciones que en poco tiempo lo colocaron en los primeros lugares de los Hit Parede de la época, con temas como «Vestida de novia» y principalmente su emblemática composición «Mi Debilidad», que durante el 1964 y 1965 se mantuvo en los primeros lugares entre las canciones favoritas.
El 2 de enero de 1965, Mac Cordero en su listado de éxitos nos decía “El movimiento disquero sigue a paso agigantado en el país. Se nota una ligera decaída en la canción “Mi debilidad”.
En aquellos instantes mientras de modo lamentable otro reconocido cantante se ufanaba de su trujillismo y cerca del 24 de abril era sometido a la justicia por violar la ley 5880, que prohíbe ensalzar a Trujillo, al llegar ese histórico momento Aníbal de Peña en la cima de su popularidad compitiendo con altura frente a cantantes de la talla de Fernando Valadez, Tito Rodríguez, Felipe Pirela, Chucho Avellanet y otros de igual categoría, cualquiera podría entender que en aras de no perjudicarse en su estrellato se mantendría al margen de los acontecimientos que estremecieron el país. Su compromiso social pesó más que cualquier prurito empresarial en el ámbito musical y se integró de lleno a la lucha por el retorno a la constitucionalidad y contra la agresión extranjera.
En el ínterin de la guerra patriótica le correspondió componer el himno de la Revolución Constitucionalista, que de inmediato prendió en el corazón de todos los dominicanos que luchaban por la soberanía. Recuerdo En mi condición de adolescente e integrante de la población civil solidaria con el movimiento insurreccional, escuchaba con frecuencia la voz enardecida de Luis Acosta Tejeda desde la radio Constitucionalista presentando en sus trasmisiones el Himno de la Revolución.
En mi barrio de Villa Francisca, la Félix María Ruiz, era en una zona de guerra constante. Combatientes y ciudadanos de la población civil hicieron un combo improvisado con instrumentos rudimentarios y tras la trinchera ubicada en la entonces Félix María Ruiz y la Tomás de la Concha (en la entrada del desparecido Callejón de los Perros) en medio de la oscuridad, cuando no había combates, se entonaban canciones entre ellas nunca faltaba «Mi Debilidad».
Tras surgir el tristemente célebre balaguerato, Aníbal de Peña fue hostilizado, amenazado de muerte, y apresado principalmente en sus presentaciones artísticas en el interior del país. Pero nunca cedió un palmo.
Aun con las peligrosas presiones compuso e interpretó su poema sinfónico «Enriquillo», que se convirtió en un símbolo de la lucha por las libertades públicas. Las emisoras de radio no comprometidas con el balaguerato la asumieron con valor, mientras en la avenida Duarte cuando estaba atestada de vendedores de discos, usted la transitaba y solo escuchaba «Enriquillo», de esquina a esquina. Concierto callejero solo equiparable al momento histórico que Ramon Leonardo con coraje impuso la prohibida composición «Francisco Alberto Caramba», dedicada al fusilado coronel Francisco Caamaño, héroe de la Guerra de Abril.
En los liceos y la UASD el poderoso movimiento estudiantil de la época en la mayoría de los actos públicos era de rigor entonar el Himno Nacional, el Himno de la Revolución y el Himno del 14 de junio. Recuerdo en una oportunidad Aníbal de Peña se presentó en el Aula Magna del Alma Mater y la función fue totalmente abarrotada de estudiantes, profesores y empleados en respaldo al cantor comprometido con los mejores intereses del pueblo.
Cuando se produjo el ametrallamiento a la universidad el 4 de abril de 1972, las tropas policiales balagueristas primero intentaron penetrar por la parte posterior del edificio del Alma Mater (por donde hoy queda el Edificio Administrativo) la masa universitaria frente a frente al despliegue de los miembros de operaciones especiales entonó los himnos Nacional, de la Revolución y el 14 de junio. Luego, los cancerberos decidieron atacar por el frente del Alma Mater y cuando la multitud se disponía a entonar los himnos empezando con el nacional, iniciaron el fatídico ametrallamiento que arrebató la vida a la estudiante Sagrario Díaz.
En definitiva cantor de la libertad tú misión fue cumplida. Tú debilidad: la patria, le serviste procurando su alegría y bienestar social. Allá en tú sepultara allende los mares, alguien debe dejar caer en el césped las notas de Julius Fucik cuando sentenció:
«Que la tristeza jamás se una a mi nombre. He vivido para la alegría y por la alegría muero. Agravio e injusticia sería colocar sobre mi tumba un ángel de tristeza».