Desde Patria Lugo predica paciencia y derecho, convoca a no aceptar jamás la dictadura tutelar yanqui, planteando como método de lucha del pueblo dominicano la resistencia pacífica basada en la paciencia de Job: “La única fuerza suprema es el derecho” y que es casi imposible que los yanquis puedan realmente dominarnos: “para modificar en nosotros el elemento espiritual (…) se necesitan siglos”. Desde este punto de vista recomienda paciencia: “Hay que predicar paciencia” / “Tengamos (…) el valor del sufrimiento” / “Resistamos (…) con todo nuestro aliento vital, a la dictadura de Washington”: “primero, porque nuestro espíritu es diferente, segundo, porque la dirección de nuestra educación y cultura es diferente y tercero, porque nuestro carácter es diferente”. En síntesis, porque: “Hay diferencias características y esenciales entre nosotros y ellos”.

 

Con esa visión de abogado le parece insensato negociar la desocupación: “Todo entendido entre el Poder ocupante y el Pueblo Ocupado, cualquiera que sea el entendido, para la desocupación del territorio, es esencialmente contrario a la naturaleza y carácter de la ocupación”; consecuentemente no era necesario negociar la desocupación ya que el pueblo dominicano ‘por su posición jurídica en el debate’ ‘tiene asegurado de modo cierto, indefectible, por la naturaleza misma de las cosas, el triunfo de su derecho’, para triunfar bastaría con la actitud de protesta, la negativa a consentir expresa ni tácitamente en nada y en exigir la desocupación pura y simple del territorio nacional.

 

En su conferencia sobre ‘El imperialismo norteamericano’  Lugo aprovecha la ocasión para reiterar la táctica política del nacionalismo dominicano, llama al pueblo  “abstenerse de cooperar en todo pacto, convenio o entendido con el Gobierno de los Estados Unidos para la desocupación del país (…) El pueblo no debe ir a elecciones con tropas norteamericanas en su territorio aunque estén reconcentradas en un solo punto de éste, porque perderá su soberanía (…) el pueblo dominicano debe afirmarse fuertemente en los estribos de la liberta y resistir la corriente del Imperialismo Yanqui (…) El pueblo no debe aceptar que se prometa en su nombre a los Estados Unidos que se reformarán su Constitución y sus leyes, porque perdería su soberanía. Los pueblos no tienen ningún valor jurídico si no son soberanos, y para conservarse tales no pueden doblar conscripto las rodillas sino bajo la mirada de Dios”.

 

¿Por qué los sectores dominantes nunca contemplaron la posibilidad de la resistencia armada y, en cambio, proponen la resistencia pacífica, como única vía para combatir la invasión? Luis F. Mejía ofrece la siguiente explicación, afirma que: ‘los orientadores del pueblo’, es decir, los líderes políticos del momento (Horacio Vásquez, Juan Isidro Jimenes, Federico Velázquez, los Henríquez y Carvajal y el Arzobispo Nouel) ‘aconsejaron cuerdamente cesar en la resistencia armada, manifiestamente inútil, y confiar en el triunfo de nuestro derecho’. Mejía sostiene que la decisión de desechar la lucha armada como método para enfrentar la invasión fue el resultado de la meditación ‘en nuestra notoria incapacidad de oponernos, con armas anticuadas y sin organización militar alguna, a las fuerzas aplastantes de los Estados Unidos’. Ciertamente, la claudicación de estos sectores fue tan aberrante que entre 1917-19, ‘sin parar mientes en nuestra propia situación’, se dedicaron a discutir ‘con calor inusitado sobre la guerra europea’.

 

Evadir la resistencia armada a los inavasores fue la posición política de esos sectores sociales, Américo Lugo, destacado miembro de esa aristocracia social, tempranamente, en julio del 1916, plantea enfrentar a los invasores con las armas del derecho y el panamericanismo, el nacionalista entendía que la actitud correcta del pueblo dominicano, la ‘actitud de hombres civilizados’ consistía en ‘alegar sus justificados derechos en el campo de la paz’ y que  el panamericanismo era ‘un punto débil de la coraza americana’, por lo que aconsejaba resistir sin dar, de nuestra parte, ‘ningun consentimiento voluntario’ y, en segundo lugar, ‘llevar hábilmente’ el problema de la ocupación al terreno ‘de las principales Repúblicas hispanoamericanas y ponernos en manos de estas, bajo la égida del panamericanismo’, con esa táctica obtendríamos ‘el apoyo moral necesario’ y ‘podremos salvarnos, sin necesidad de oponer la fuerza a la fuerza’.

 

Con esa línea de pensamiento los intelectuales nacionalistas encabezados por Lugo llegaron a la conclusión de que: “Si queríamos realmente salvarnos debíamos asegurar una regla inmutable: no colaborar con los fines esenciales que movieron a los Estados unidos a desembarcar tropas en Santo Domingo y a establecer en este país un Gobierno Militar”, fue sobre la base de ese ‘criterio extremo’ que definieron la resistencia pacífica como el método de lucha adecuado ‘contra un hecho de fuerza, irresistible por otros medios que no fueran los que proporcionan el poder de la verdad, debidamente expresada: ese poder es abstracto y puramente espiritual’.

 

Francisco Antonio Avelino, fundador de los estudios de las ideas políticas en el país, considera que si “se renunció a incendiar el país con la guerra patriótica (…) la razón parece haber sido el reconocimiento de este conjunto de circunstancias: ocupación de Haití y Puerto Rico; Cuba bajo el protectorado conocido com Enmienda Platt; Inglaterra y Francia las otras potencias con territorios coloniales en el Caribe empeñadas en que los Estados Unidos le ayudasen en su guerra con Alemania”, agrega que: ‘Horacio Vásquez llamó al pueblo dominicano a no realizar una resistencia militar al invasor’.

 

En adición a lo sostenido por Avelino, hay que anotar otros factores, Desiderio Arias, el hombre que al momento de producirse la invasión tenía mayor poder político-militar, cobardemente entregó las armas en Santiago, allí pasivamente aceptó ser un preso de confianza, colaboró con los invasores y se convirtió en un ‘ilustre agricultor’; por otro lado también influyó el factor personal y el clasista. En lo personal, Lugo predominó el análisis jurídico de la ocupación y carencia de vocación y experiencia  militar. En cuanto a lo clasista, el grueso de la clase dominante dominicana y la Iglesia Católica colaboraron con los invasores.

 

Por último, hay que considerar la influencia del factor ideológico, Lugo y su clase creían en la minusvalía étnica, ética, política e intelectual del pueblo dominicano, despreciaban a los campesinos lo que les impidió reconocer y aliarse con ‘Los Gavilleros / campesinos del Este’ que sí demostraron que era posible enfrentar militarmente al invasor.

 

Esta intensa actividad política contra la dictadura militar yanqui  provocó que Lugo fuera acusado por delito de prensa, juzgado por el tribunal militar de los invasores, que tenía ‘autoridad’ para imponer la pena de muerte’ Lugo pronuncia su discurso de defensa que es la pieza más alta del nacionalismo dominicano: “Señores: No estoy listo para ser juzgado. Al escribir el articulo por el cual se me imputa un delito, he entendido cumplía un deber de dominicano. En mi calidad de ciudadano dominicano, no puedo reconocer en la República Dominicana la existencia de otra soberanía sino la de mi patria. Toda suplantación de esta soberanía sea cual fuera el principio invocado, no es ni será a mis ojos sino un hecho de fuerza. Por consiguiente, y puesto que creo que no he ningún delito y que no puedo reconocer ninguna jurisdicción sobre mí a este tribunal, no he venido a defenderme: he comparecido solamente por la fuerza”.

 

Este es uno de los discursos jurídico-político más extraordinario que registra la historia nacional, al escucharlo el tribunal militar yanqui “se desconcertó, aplazó la causa y el fallo no fue pronunciado”, en juicio público a Lugo “Se le redujo a prisión y se le permitió la libertad mediante una fianza de $ 3000”.  Horacio Blanco Fombona comenta el discurso: “Este desconocimiento, escapado de las especulaciones teóricas, se irgue vivificado, concreto, preciso, en un acto, con un valor de suma trascendencia. En el proceso de la Ocupación Militar, esta declaración tan categórica hecha por tan conspicua personalidad, se levanta como un faro para sus compatriotas contemporáneos. La historia dominicana guardará amonedada esa contestación para enseñarlas a las generaciones venideras cuando tenga que hacer gala de sus magnos gestos. Esa tabla de mármol hablará al porvenir de patriotismo, de dignidad, de valentía”.

 

La lucha anti imperialista dejará en Lugo dos permanentes consecuencias de extraordinaria importancia, la primera fue la radicalización de su conciencia política de lo que es el imperialismo, la segunda fue la ruptura política de Lugo con la alta clase dominicana, porque entendía que su propia clase social traicionó al país. En lo relativo a la primera, el ajetreo político nacionalista le dio a Lugo la más profunda conciencia revolucionaria del fenómeno imperialista entre los dominicanos de su época, lo que devino en un rasgo definitivo de su pensamiento: ‘el verdadero motivo de la permanencia actual de las fuerzas americanas en nuestro país es el propósito de asegurar el territorio y los habitantes dominicanos como mercado para los productos americanos y como teatro y objeto de explotación para el capital americano’.

 

Consultas:

 

Francisco A. Avelino (1993), Elogio y crítica del pensamiento de Américo Lugo.

Horacio Blanco Fombona (1920), Lugo ante la Comisión Militar.

Julio Jaime Julia (1976), Antología de Américo Lugo. Tomo I.

Américo Lugo, Debemos defender nuestra patria.

Luis F. Mejía (1976), De Lilís a Trujillo.

Manuel A. Peña Batlle (s/f), El Pensamiento Político de Américo Lugo.