Al valorar a Lugo como político, Núñez considera que fue “el cabecilla del movimiento” nacionalista, “la avanzadilla del nacionalismo”, “un personaje representativo del nacionalismo dominicano” de “posiciones extremistas”, en 1924 propuso la abstención electoral: “una política obstruccionista y ficticia”, lo que le convirtió en un líder de “recalcitrante patriotismo”. (1)

Sobre la valoración de Américo Lugo el historiador, hay que comenzar anotando que en 1931 intelectuales trujillistas fundaron la Academia Dominicana de la Historia, a Lugo le reservaron un asiento, pero no aceptó la membresía. En 1935 contrató con Trujillo escribir la ‘Historia de Santo Domingo’, el texto se publicó en 1952. (2)

Peña Batlle  reconoce que Américo Lugo como historiador inició en el país el estudio de la historia del período español/la historia colonial/la historia del período hispánico: “un pasado dignísimo” y señala que en la “silenciosa y modesta labor del historiador”: “encontró el pueblo dominicano mayor caudal de conciencia que en la obra de otros maestros más sonados, pero mucho más superficiales también”. (3)

Rufino Martínez afirma que Lugo cultivó ‘la Historia Patria’, pero “no cuenta con tan entero desapasionamiento y ecuanimidad (…) para juzgar a los personajes”, por lo que ‘para la historia’ lo adscribe ‘a la modalidad sentimental’. Entendía que ‘para escribir la historia’ Lugo se enfrentaba a ‘un poderoso obstaculo’: “no conocía la vida del medio desde el punto de vista sociológico y psicológico por personal observación”, del ‘ambiente dominicano’ “su visión del conjunto es teórica”, obtenida ‘al través fuentes escritas’.

Rufino Martínez analiza el libro ‘Historia de Santo Domingo: La Edad Media de la Isla Española’, lo primero que le crítica al historiador es que se trata de una obra escrita por encargo por la cual Lugo recibía “una apreciable paga mensual” del Estado dominicano y, para Rufino “las obras históricas de encargo adolecen de ciertas fallas, no son nunca la expresión de la verdad histórica”; lo segundo criticado es el subtítulo del texto: “Fue el capricho de quien le pone nombre a una cosa, porque quiere, y nada más”, tercero que la historia escrita por Lugo “comprende un pequeño trecho del período colonial, menos de medio siglo”, por último; sostiene que ese texto “es una suma de relatos que no pasa de crónica”, por ende “no hubo el historiador”.

Otros historiadores contemporáneos se adentran a valorar a Lugo como historiador, Julio Jaime Julia se limita a reconocer que como historiador Lugo “aportó al enriquecimiento de la bibliografía histórica dominicana”. (4) Roberto Cassá, estudioso de la historiografía dominicana, al mismo tiempo que valora a Lugo como historiador documentalista, profesional, erudito y autodidacta, hace afirmaciones que cuestionan seriamente tal condición: “Lugo carecía de formación de historiador” / ‘en tanto que historiador no cabe duda de que se formó como autodidacta, no pudiendo superar muchas limitaciones si se examina su producción desde una óptica especializada’. (5) El documentalista: “Lugo fue el primer dominicano que se familiarizó con las fuentes de la historia colonial. Concentrándose en el siglo XVI (…) elaboró un tratado dedicado al período 1556-1608”. Su labor en los archivos europeos ‘fue bastante accidentada’ y a partir del documentalismo ‘acometió tareas historiográficas, inicialmente en forma bastante tosca’. (6)

Para Cassá, en sentido general, los textos historiográficos de Lugo: “adolecen de una forma narrativa, consistente en el ensamble de las informaciones contenidas en los documentos” (7) que Lugo copiara en España. El presidente Ramón Cáceres envió a Lugo a Europa para que investigara en los archivos europeos (España-Francia). Cuando en 1928 Vásquez cierra Patria, Lugo cesó la actividad política y ‘se centró en los estudios históricos. De filosofía de la historia, se tornó en historiador profesional (…) Comenzó escribiendo textos cortos sobre temas puntuales orientados a la dilucidación de hechos y personas’. Todos esos ‘textos cortos’ eran ‘en cierta medida preparatorios de su vasta Historia de Santo Domingo’. (8)

La ‘Historia de Santo Domingo’ de Lugo es valorada por Cassá como la ‘obra magna’/‘su escrito historiográfico de mayor aliento’/‘su obra cumbre en la medida en que plasma el esfuerzo más arduo de redacción’, pero se trata de “un texto defectuoso, más bien limitado a recopilar fichas” (9), que en este texto Lugó ‘no superó una forma convencional de narrativa centrada en hechos políticos, vistos a través de una cronología bastante elemental’ (10) / ‘esa historia (…) no pasaba de una sucesión inconexa de datos sacados del Archivo de Indias. Lo sustantivo estribó en que trazaba una panorámica que revalidaba su tesis hispanista’, el hispanismo era: “El núcleo de la argumentación discurre en el supuesto de que el conglomerado dominicano se estructuró desde el siglo XVI gracias a un ethos hispánico superior”. (11) En la obra que se comenta ‘en principio no se advierte concordancia entre lo que contienen los apartados basados en su fichas y las conclusiones interpretativas’. (12)

Sin embargo; después de esta evaluación, paradójicamente, Cassá termina considerando que Lugo es un ‘Historiador Erudito’: “Lugo vino a ser el primer historiador dominicano que se valió de las técnicas de la erudición, la herramienta básica de la ciencia histórica tradicional” y reconoce que: “Lugo no descolla en nuestra tradición historiográfica únicamente por su función de documentalista, sino por la construcción de teorías sociológicas de nuestro pasado”. (13)

Frank Moya Pons, historiador ya clásico, afirma que Américo Lugo fue un vigoroso pensador que expuso las tesis tradicionales sobre la identidad dominicana y dejó implantadas ideas sociológicas e historiográficas que todavía hoy perduran y se discuten apasionadamente porque dieron lugar a una tradición de pensamiento que algunos intelectuales llaman “el gran pesimismo dominicano”.

Como historiador, Lugo ‘dejó dos obras de mucha importancia, agotadas hoy, pero que influyeron notablemente en su discípulo Manuel Arturo Peña Batlle (…) Esas obras son su breve estudio titulado Baltasar López de Castro y la Despoblación del Norte de la Española (1947) y la Historia de Santo Domingo 1556-1608. La Edad Media de la Isla Española (1952), que incorpora el anterior estudio.

Lugo “también escribió otros trabajos históricos como fueron sus estudios de rectificación de la historia eclesiástica, y dejó una inmensa colección documental recogida en archivos españoles y franceses pertinentes a los siglos XVI, XVII y XVIII, en la cual se destaca la correspondencia entre los gobernadores de las colonias francesa y española de la isla de Santo Domingo en el siglo XVIII. Esta “Colección Lugo” fue publicada in extenso en el Boletín del Archivo General de la Nación en el curso de varios años”. (14)

Franklin Gutiérrez afirma que las investigaciones históricas de Lugo están caracterizadas por “la erudición, el sentido crítico con que analiza muchos capítulos de la historia nacional” (15).

Rafael Darío Herrera considera que “Aunque Américo Lugo no fue un historiador, en el sentido en que en la actualidad se entiende este concepto”, en “su principal obra de historia (…) se revela el conocimiento que del período colonial y su particular visión de la misma”, obra el que “desarrollo una indagación pionera en el ámbito de la historiografía nacional” por lo que entiende que Lugo es un  ‘historiador erudito’. (16)

Miguel A. Fornerín afirma: “Américo Lugo fue el primer historiador profesional dominicano (…) que veía en los archivos el centro de la investigación histórica. Viajó a la metrópolis que pendían sobre el pueblo dominicano y desentrañó la huellas del pasado dominicano como ningún otro”. (17)

Como historiador, Lugo tuvo una Filosofía de la Historia. En 1935, en carta a Federico Henríquez y Carvajal, presidente de la Academia Dominicana de la Historia, le informa que, “a iniciativa del honorable señor Presidente de la República, he firmado con el Gobierno Dominicano (…) un contrato en que me obligo a escribir una Historia de Santo Domingo”.

Lugo aprovecha la ocasión para exponer consideraciones sobre su Filosofía de la Historia, comienza indicando que aceptó escribir esa obra bajo dos condiciones, la primera: “abstenerme de formular ningún juicio histórico sobre sucesos ocurridos en lo que va del presente siglo, detenerme y colgar mi pluma ante la caída del presidente Ulises Heureaux”.

Esta condición la justificaba en su creencia de que “a la historia contemporánea le falta la perfección de la imparcialidad en grado tal que la verdad puede fácilmente naufragar en ella”, pensaba los historiadores de su época se enfrentaban a tres escollos: el interés, el temor y la adulación: “Con bastante frecuencia el temor ahoga a los contemporáneos, el interés los enloquece y la adulación es lepra de la lengua”.

La segunda condición fue “reembolsar plenamente al Gobierno dominicano cuanto se gastara en escribirla, cediendo gratuitamente a éste la cantidad de mil ejemplares de la obra”. Puso esta segunda condición cuidando su ‘humilde personalidad’: “no quiero que la maledicencia pueda decir mañana, con apariencia de razón, que yo he sido en alguna manera gravoso al pueblo dominicano”.

Como historiador Lugo entendía que: “Escribir la historia de su país es acto noble que honra siempre al ciudadano que la realiza aunque quede por debajo de la grandeza del empeño, si, por encima de todas las pocas o muchas que le adornan, coloca, como alhaja suprema, la virtud”.

En cuanto a la escritura de la historia entendía que debía primar la claridad ya que “la historia se escribe para el pueblo y, por consiguiente, que el historiador, aunque dando siempre a la verdad la supremacía del primer puesto y de la última palabra, debe procurar la difícil conciliación de los sentimientos del pueblo con la verdad, la cual no pocas veces amarga y desagrada”. (18)

Consultas:

2-La producción historiográfica de Lugo ha sido recopilada en la antología ‘Escritos Históricos’ / 2009, Andrés Blanco Díaz/Editor. Esta antología no recopila algunos textos: La Española en tiempo de Fuenmayor / 1937-40. Minas en la Española/1940. Recopilación Diplomática / 1944.

-Roberto Cassá (1993), Historiografía de la República Dominicana. ECOS. No.1.

-Roberto Cassá (1993), Teoría de la Nación y Proyecto Político en Américo Lugo.

-Roberto Cassá (2000), Américo Lugo.

-Roberto Cassá (2013), Lugo: entre positivismo e hispanismo.

-Miguel Ángel Fornerín (2013), Américo Lugo funda el nacionalismo dominicano contemporáneo. En: Los letrados y la nación dominicana.

-Franklin Gutiérrez (2002), 33 Historiadores Dominicanos.

-Rafael Darío Herrera / Selección (2008), Américo Lugo en Patria.

-Julio J. Julia (1978), Antología de Américo Lugo. Tomo III.

-Américo Lugo (1935), Carta a Federico Henríquez y Carvajal. Clío. No.18. Este es un aspecto de su pensamiento prácticamente no tratado, quizás porque presenta una posición ética poco atractiva para aquellos historiadores dominicanos que escriben con plumas pagadas. Lugo redondea su Filosofía de la Historia en su famosa carta a Trujillo del 1936.

-Frank Moya Pons (2009), Historiadores y Patriotas.

-Manuel Núñez (2007), Américo Lugo, un mentor providencial. En: Peña Batlle en la Era de Trujillo.

-Manuel A. Peña Batlle (1950), Prólogo al texto ‘La Compañía de Jesús en Santo Domingo’.