La ciencia histórica es la expresión de puntos de vistas diferentes/contradictorios, en ese sentido en el análisis de la personalidad de Américo Lugo se formulan semblanzas que contienen las más diversas consideraciones. Comencemos por la imagen que de sí mismo tenía Lugo, poseía una elevadísima autoestima: “Yo también soy, no a mi juicio, sino al del país y al de la América, una personalidad. Para contrarrestar mi autoridad se necesitaría la de un hombre que ocupara en el foro de su patria en las letras y en la política continental americana un puesto igual al mío, y que hubiera tenido el valor de hablar, como he sabido yo tenerlo, ante los hombres y ante las naciones” (1). Se veía como un estadista: “Bien sé que a la hora que yo quisiera sería en todo Gobierno Dominicano varón de mando y autoridad” (2). Decía que era un individualista y poco tratable: “Soy demasiado individualista y, por tanto sumamente insocial  (…) un oso desde el punto de vista social” (3). ‘Mi pluma es lo único que hay de amable en mi persona’ (4).

 

Horacio Blanco Fombona perfila a Lugo como hombre maduro, de carácter, respetado “por su vida vivida altamente, pulcramente, fructuosamente”, un ‘probo pensador’ “autor de estudios literarios y científicos de gran interés”, un patriota que defiende “los intereses permanentes de la nacionalidad dominicana” “con la fogosidad de un buen tropical”.

 

Manuel A. Peña Batlle moldea su personalidad y pensamiento bajo la influencia de cuatro grandes: Hostos, Américo Lugo, Emiliano Tejera y Trujillo. En cuanto a la influencia de Américo Lugo sobr él se afirma que fue su “mentor providencial”: “Definitivamente, Peña Batlle quedó seducido por la personalidad de Lugo” (5). En 1952 se publica la obra de Lugo: ‘Historia de Santo Domingo. Edad Media de la Isla Española’ ocasión que aprovecha Peña Batlle para hacer una semblanza de Américo Lugo, reconoce que Lugo es una personalidad histórica: “la personalidad de Américo Lugo tiene relieve de primer orden en un largo período de la formación dominicana. Sería difícil escribir la historia de las ideas en Santo Domingo sin referirse a esta figura tan influyente a pesar de haberse mantenido virtualmente alejada de las pasiones activas de su época” y que fue la figura fundamental/clave de la resistencia antiimperialista del 1916-24, cuando el patriota enfrentó la ocupación yanqui “clausuró todas sus actividades mundanas, incluso las literarias. De otra manera no hubiera logrado sostener la radical e intransigente posición -de contenido ‘ético-histórico’- que adoptó contra los fines de la ocupación (…) Es innegable que aquella inflexible actitud ideológica de Américo Lugo fue la sal de toda la campaña nacionalista que al fin desembocó en la restauración de la República en 1924” (6).

 

Flérida Nolasco, amiga de Lugo, busca forjar su fisonomía, lo perfila con los conceptos de ‘rectitud moral, ‘temperamento apasionado’/‘temperamento hipersensible’, ‘devoto de la amistad’/‘muy sensible a la amistad y al reconocimiento de sus méritos’, ‘sicología compleja’, huraño. (7).

 

Rufino Martínez en su ‘Diccionario Biográfico-Histórico’ estudia la personalidad de Américo Lugo, lo describe como la de “un espíritu ilustrado”/“espíritu independiente” / “espíritu libre” que: “Despreciaba las representaciones gubernativas y académicas (…) porque se han convertido en favores de los poderosos, concedidos a quienes le entregan el alma, y porque esa misma circunstancia las ha abierto a los carentes de valor intrínseco” que “ama la libertad individual y colectiva” y es “un decidido defensor del débil contra el fuerte”. Aunque su plano es el intelectual: ‘no fue un intelectual laborioso”, no fue hombre de acción ‘para la cual no tenía aptitudes’, con tendencia a lo hiperbólico y ‘no es indiferente al elogio’.

 

Julio Jaime Julia en su ‘Semblanza de Américo Lugo’ lo perfila como un “gran señor” de “alma superior” y, al mismo tiempo, un hombre de “sencillez señorial”, de “modestia ejemplar”, en Lugo vio “ausencia de vanidad y posees” (8). Andrés L. Mateo ve en Lugo a un ‘cascarrabias ingobernable’ (9).

 

La valoración que se hace de Lugo como escritor es abundante, Pedro Henríquez Ureña dice que es: “La primera figura de nuestra juventud literaria” / ‘estilista fino, intenso en el decir’. Vetilio Alfau Durán: “Hoy es don Américo Lugo, sin duda alguna, el primer escritor dominicano; y si recorremos las páginas de nuestra historia cultural, evidenciamos que no ha tenido igual en nuestra tierra. Es el príncipe de nuestras letras” (10).

 

Peña Batlle afirma que Lugo era “nuestro escritor por excelencia” / “el escritor dominicano por excelencia (…) Escribió por necesidad y siempre angustiado por una situación (…) Escritor profundísimo, dedicó casi toda su obra al examen de los grandes problemas en que gravitó por mucho tiempo la nacionalidad dominicana”, Lugo tiene “el primer puesto de la estilística dominicana”/“escritor genuino”/“insigne escritor” que a los 19 años sustenta su tesis de licenciatura: “llama la atención la prosa con que está escrito este trabajo (…) Lugo escribía ya con la elegancia de estilo con que escribió siempre”. En 1901 Lugo publica “A Punto Largo”, sobre una porción de esta obra Peña Batlle comenta: “No es posible escribir el castellano con mayor propiedad, limpieza y donosura, discurrir con más fluidez, ni aprovechar mejor el valor exacto de las palabras”.

 

En síntesis: “Lugo escribió siempre igual, con el mismo inconfundible caudal de pureza, sobriedad y elegancia, que no encuentra parangón ni semejanza sino entre los mejores escritores de España e Hispanoamérica que le son contemporáneos. Si Lugo hubiera hecho de las letras su profesión habitual y si no se hubiera visto presionado, al escribir, por la necesidad de dedicar lo mejor de su tiempo y de su vida al examen escueto, y muchas veces precipitado, de los problemas sociales de Santo Domingo, ocuparía hoy, en la historia de la literatura española el mismo lugar de Azorín, Pío Baroja, Gabriel Miró, José Martí y José Enrique Rodó”.

 

Alcides García Lluberes escribe un ensayo sobre ‘Nuestros Primeros Escritores’, evalúa a Lugo el escritor ‘a la luz del más rígido espíritu de pureza en materia de lenguaje, de Gramática y de estilo, es un ´pulgador del lenguaje’ colocado en el terreno ‘de la ‘pureza lingüística’, de la Gramática/‘esquiva disciplina’, y le encuentra ‘faltas de bulto’, ‘impropiedades verbales’/‘barbarismo verbal’ ya que olvidó ‘conjugar bien los verbos’, por lo que considera a Lugo un inexperto en la conjugación verbal, ‘expresiones cacofonicas’, todos ‘abultados yerros linguísticos’, consecuentemente le indilga una ‘increíble pobreza de su cultura literaria’: “en todo lo escrito por Lugo, hallo muchos barbarismos, tanto por alteración de vocablos, como por falta de propiedad en el uso de estos”. García Lluberes concluye afirmando que Lugo fue ‘incorrecto escrito’ que ‘no conocía a fondo su idioma’ y que ‘debió antes de darse a emborronar cuartillas con tanto desenfado, estudiar, y aprender, con mucha más latitud y profundidad, los cánones gramaticales de nuestro romance’ (11).

 

Rufino Martínez, biógrafo clásico en nuestra historiografía, en dos textos: ‘Diccionario Biográfico-Histórico’ y ‘De las letras dominicanas’ estudia al escritor/literato, estima que Lugo tenía ‘personalidad de escritor’, que Lugo: “Tiene la modalidad predominante de una exquisitez de talento para modelar la prosa con galanura”. Pero el escritor/el literato fue poco productivo: “Ha tenido más reputación de escritor que la cantidad y calidad de los frutos de su intelecto. La verdad es que el conjunto de su producción no reprensa en la mayor parte más que muestras del estilo primoroso con que el literato podría ofrecer obras justificadoras de cuantos elogios se le han hecho”. En síntesis: “Escritor y hombre, o más propiamente hombre y escritor son una feliz concurrencia cuyo valor trasciende a la sociedad”.

 

Posteriormente Martínez afirma que el escritor “tuvo suerte” ya que: “Por el buen corte de su pluma se le creyó capaz de realizar maravillas” / “casi todo el mundo le conceptuó un eminente valor de las letras dominicanas”, se esperaba que esas cualidades produjeran ‘obras notables; pero no las produjo’; en síntesis, el literato “no desarrolló sus excelentes dotes, de las cuales se esperó ver flores y frutos dignos de ellas”, Rufino lo valoró “más abogado que literato” (12).

 

Para Julio Jaime Julia, Lugo fue un ‘ilustre estilista’/‘autentico hombre de letras’, ‘su pluma, un diamante de primera calidad’, sus escritos reflejaban ‘la galanura de la prosa, genuinamente castiza’ (13). Joaquín Balaguer afirma que Américo Lugo “fue escritor de fina inspiración” y “está considerado como el primer estilista nacional de las últimas generaciones”, su prosa “en que hizo galas de primores de estilo (…) es de las que pueden servir para educar el sentimiento estético”, “este burlador del lenguaje”, Lugo “elegante y aristocrático prosador” está “ejercitado, como pocos, en el arte de la ordenación artística de las palabras” y “supo asociar en sus escritos la forma y el fondo, coordinando ambos elementos en un cuerpo dotado de poderosa unidad orgánica”, de tal manera supo coordinar forma y fondo que su obra no se reduce “a un simple juego de metáforas el arte de la composición literaria” (14).

 

Para Jimenes Grullón, Lugo fue un ‘pulcro escritor’ (15). Manuel Rueda considera que Américo Lugo fue un escritor de prosa magistral’ y afirma que ‘es un patrialca indiscutible de nuestras letras’ (16). Roberto Cassá al tratar a Lugo como escritor se refiere a evalúa “su personalidad intelectual” y lo ve como un “letrado tradicional” que ‘aspiraba a cubrir variados géneros literarios’, Cassá reconoce que Lugo ‘muestra competencia como critico literario’ (17).

 

Manuel Núñez ha escrito un voluminoso trabajo en el que analiza la vida y el pensamiento de Manuel A. Peña Batlle, su ídolo/ mentor intelectual, hace una semblanza de Américo Lugo en la que sobresalen tres facetas: la personalidad / “los elementos de su personalidad”, el pensamiento/el intelectual, y el político. He aquí esta semblanza: Lugo la personalidad y el intelectual es descrito en los siguientes términos: “Prócer de las ideas/santón de la egregia generación de Peña Batlle” / “la figura del mandarín” / un psicorrigido/ “hombre disperso” / “hombre abstraído”, como tal “aquejado de la manía de quedarse inflexiblemente anclado como un batiscafo en las profundidades de sus certidumbres”; esta es una tendencia de su vida que explica “su ostracismo” / “su ensimismamiento”, por ella: “Todo el esfuerzo del intelectual llevaba a la inacción y al indecisión; dimite del principio de responsabilidad; su compromiso se vuelve pura contemplación, nirvana, inmovilidad, impotencia”, por esa tendencia: “no entró en el teatro de la política”.

 

Núñez opina que Lugo tenía la “moral del estoicismo y del sacrificio”, desde mucho antes: “Se haya influido (…) por una tendencia senequista que lo lleva sin más a una apología de la inmolación”, a “la idealización de la muerte”. Lugo: “se proponía (…) inducir a la lealtad mediante un cierto masoquismo moral. O, a un deseo de inmolación”. En lo intelectual Lugo es menos que una nulidad: ­“de talante, esencialmente, especulativo y susceptible en extremo”: “Lugo podía pasar de una suposición a una certidumbre fantasiosa y de esta a u exabrupto”, es “un soñador, enamorado de sus quimeras”, es un hombre de “meditación egocéntrica” afectado de una “tendencia a la declamación hiperbólica” que ­: “Se refugia en una especie de torre de marfil de anacoreta”.

 

Era un megalómano: “La megalomanía lo llevaba a considerar que nada que no estuviese moldeado por sus ideas podía probarse” que cree tener “el monopolio de la verdad” que “considera que sus opiniones constituyen realidades estimables, lo demás es impureza, caudillismo, deshonestidad”. Este megalómano tiene un discurso viperino: “más que el análisis, más que la búsqueda humilde de la verdad, lo que interesa a Lugo es la condenación, la descalificación”, en él predominan “un lenguaje viperino” / “el lenguaje moral”.

 

Este megalómano de “imaginación delirante”/“de talante imaginativo, ficticio”, afectado de “una tendencia imaginativa” que “muchas veces, examinaba la realidad” con “análisis precipitados”, que en algún momento llegó a una conclusión “a todas luces descabellada” que sus “enjuiciamientos aparecen muy reiteradamente adobados por razonamientos viscerales”/“Los razonamientos de Lugo aparecen adobados de conclusiones predictivas que resultan extravagantes Utiliza sus hipótesis o suposiciones para hacer enmarañadas elucubraciones, y sobre estos principios abstractos saca deducciones; extrae sentencias como si las conjeturas se prolongaran indefinidamente” fue un intelectual combativo y sectario: “Sus controversias, henchidas de vanidad, exaltación y de un don verbal incontenible lo llevan a comprometerse con posturas extremistas”, por eso: “Naufraga muchas veces en discusiones bizantinas”, y:  “Sus abstracciones lo llevan a un solipsismo”.

 

En cuanto al pensamiento de Lugo, Núñez dice que este presenta las siguientes características: “La capacidad de extraer conclusiones de premisas conjeturales, de caricaturizar al adversario, de dejarse llevar en andas por un pensamiento tornadizo, que a menudo zozobra en el discurso viperino son las características de los juicios sumarios que hacía Lugo”.

 

Consultas:

 

-Joaquín Balaguer (1980), Historia de la literatura dominicana.

-Vetilio Alfau Durán (1949), Américo Lugo: Antología.

-Roberto Cassá (2000), Américo Lugo: El Antiimperialista.

-Alcídes García Lluberes (1954), Nuestros Primeros Escritores: Américo Lugo. Clío. No.98.

-J. I. Jimenes Grullón (1981), Sociología Política Dominicana. Vol. II.

-Julio Jaime Julia (1976), Antología de Américo Lugo. 3 tomos.

-Américo Lugo.  Obras Escogidas. 3 tomos. Biblioteca Clásicos Dominicanos. 1993.

-Rufino Martínez (1971), Diccionario Biográfico-Histórico.

-Rufino Martínez (1996), De las letras dominicanas.

-Andrés L. Mateo (1993), Al filo de la dominicanidad.

-Flérida Nolasco (1964), Américo Lugo: El hombre y su obra.

-Manuel Núñez (2007), Peña Batlle en la Era de Trujillo.

-Manuel Rueda (1993), Presentación: Américo Lugo.  Obras Escogidas.

6-Esta semblanza aparece cuando Peña Batlle ya es “el más sagaz y decidido intérprete de las ideas políticas de Trujillo” / “el mejor intérprete del pensamiento de Trujillo”.