La historia política de Haití y la República dominicana se ha debatido entre el genocidio, la dominación haitiana, la guerra, la sobre explotación del brasero, la inmigración, el odio mutuo y el dilema histórico de confederación o exterminio. Esta vecindad isleña ha generado, en ambos lados, sentimientos de desprecio mutuo, del lado dominicano una forma particular del racismo: el anti haitianismo, un elemento básico de la ideología dominante en todos los estratos sociales. Del lado haitiano constantemente se ofende impunemente la bandera dominicana, expresión elocuente del odio a los dominicanos.
El odio mutuo alcanza tal grado que algunos pensadores han llegado a considerar el exterminio como una fuerte posibilidad, Guido Despradel Batista, en 1930, presagia la desgracia de dos pueblos que “tarde o temprano tendrá que perecer uno de ellos, frente a la fuerza o la superioridad intelectual del otro”. Jean Price-Mars, cumbre de la intelectualidad haitiana, fue un “crítico implacable y adversario del pueblo dominicano”, en una ocasión dejó escapar cierto odio contra los dominicanos, ocurrió en un acto en tributo a los Restauradores, Price-Mars, en su calidad de Embajador haitiano, se hallaba presente, y sucedió que: “cuando sonaron las primeras notas del himno nacional”, el distinguido Embajador: “se puso de pies y en actitud de desafío se ausentó (…) despreciando el respecto y la devoción con que los presentes escuchaban el canto a la patria”. Aquel irrespeto fue duramente encarado por Trujillo, pues, Price-Mars: “Al otro día tuvo que salir del país, al cual no regresó jamás”. Sobre esa base de sentimientos es que Price-Mars reflexiona respecto del futuro de ambos pueblos: “Veo el horizonte ensombrecido por nubes grávidas de tormenta”, “no hay perspectiva sino para la matanza y destrucción de una comunidad por otra”.
En 1937 se produjo ‘El Corte’, uno de los genocidios mas espantoso de la historia de América, entre los dominicanos algunos la consideraron: ‘La Matanza Añorada’. Manuel Núñez sostiene que el problema dominico-haitiano presenta “la aurora de un porvenir sembrado de conflictos y desesperación”.
A pesar de ese marco histórico de las relaciones entre Haití y la República dominicana, surgió la idea de algún tipo de unidad entre los dos pueblos que ocupan la isla, en su primer momento histórico surgió como un proyecto de dominación y fusión, la revolución haitiana planteó como principio político del nuevo Estado haitiano la indivisibilidad política de la isla, esto es, se reconocía la existencia de un solo Estado y una sola nación: la haitiana. Este planteamiento tenía un fondo de imperialismo de nuevo cuño, esto así, porque desconocía la existencia de otro pueblo: el dominicano. Pueblo que, desde la perspectiva haitiana tenía que ser dominado por ellos. Con esa filosofía política Haití impone su dominación absoluta sobre la isla del 1822 al 1844. Esta filosofía política fue, del lado haitiano, el obstáculo fundamental a la unidad dominico-haitiana, por el predominio de esta visión fue que la élite dominante haitiana perdió la única oportunidad histórica que se presentó entre 1822-44, de fundir los dos pueblos en uno.
No obstante; es una realidad histórica que entre 1822-44 se pudo haber trabajado para crear las condiciones que permitieran la unidad de los dos pueblos, pero la visión haitiana era de dominio puro y simple. Pedro F. Bonó, Prócer Restaurador, que no albergó racismo ni odio hacia Haití, percibe en la pretensión haitiana de unificar la isla bajo su hegemonía un peligro contra la nación dominicana. Sin embargo; al mismo tiempo Bonó reconoce que te la dominación haitiana (1822-44) hubo una oportunidad de confederación de los dos pueblos: “Boyer (…) no se equivocó sino en un punto: no haber fundado la unión de los dos pueblos sobre una base más equitativa y provechosa, por ejemplo la confederación. Si hubiese sido así nosotros estaríamos más tranquilos, más felices, más civilizados. Los elementos diversos de los dos pueblos que hoy no tienen punto de contrapeso, aislados como están, habrían concurrido a mantener el equilibrio de las razas negra y blanca”.
Del lado dominicano, el pensamiento nacionalista registra dos tendencias, una que se opone a la fusión con Haití y otra que sugiere algún nivel de confederación entre ambos Estados. Juan Pablo Duarte funda la primera agrupación auténticamente política que conoce la historia nacional: La Trinitaria, desde allí dirige la lucha por la fundación de la República Dominicana, la filosofía política de los Trinitarios frente a Haití será la de que: “Entre los dominicanos y los haitianos no es posible una fusión”, Por eso, los revolucionarios que fundan nuestra República plantearon la creación de un nuevo Estado independiente y soberano, libre de toda influencia o dominación imperialista, proceda de Haití o de cualquier otra potencia extranjera, desde esta perspectiva queda cerrada toda posibilidad de unión con Haití.
Duarte predica el nacionalismo sin odio ni resentimiento hacia el pueblo haitiano, por el contrario, estudia su historia y lo admira por ser un pueblo que en su lucha por liberación nacional se enfrentó ‘desesperadamente contra poderes superiores’ y los venció superando ‘la triste condición de esclavo’, Duarte le reconoce al pueblo haitiano ‘dos virtudes eminentes, el amor a la libertad y el valor’.
La otra corriente del nacionalismo dominicano la representa solitariamente Américo Lugo; ahora bien, dado que ‘aigunos’ se han atrevido ha plantear que Lugo fue un pensador ant ihaitiano, entonces, previamente, cabe preguntarse: ¿Hay en el pensamiento sociopolítico de Américo Lugo manifestación del anti haitianismo? Lil Despradel analiza la evolución del anti haitianismo dominicano en la primera mitad del siglo XX, su conclusión es que en la obra de Américo Lugo: “El anti haitianismo manifiesta toda su violencia, descubriendo el origen profundo del prejuicio racial y cultural ante lo africano”. Para llegar a esta peregrina afirmación Despradel analizó sólo un texto de Lugo, se trata de un discurso de abogado de la defensa, y a eso Despradel le llama analizar ‘la obra de Américo Lugo’. Andrés L. Mateo afirma que en el pensamiento dominicano hay dos nacionalismos, uno antinorteamericano y el otro anti haitiano y que Américo Lugo “tipificó los dos nacionalismos”.
Busquemos la respuesta en ‘la obra de Américo Lugo’, tempranamente, desde su juventud, Lugo se ocupa de estudiar el conflicto dominico-haitiano. En 1901, publica ‘Sobre el conflicto dominico-haitiano’, desde aquí comienza a perfilar su pensamiento: “Nuestros conflictos con Haití no deben resolverse por la guerra, sino por la paz. Copropietarios de una misma isla, Haití y Santo Domingo tienen un deber común y supremo: conservar la independencia de la isla. Las dificultades que surjan por razón de frontera deben mirarse, si es posible, con la misma calma que si surgiesen sobre líneas divisorias de dos provincias dominicanas”.
Lugo visualizaba el conflicto dominico-haitiano como un estadista: “El día que surja un gran estadista en cualquiera de las dos Repúblicas, hará de la confederación de ellas un objetivo político de máxima trascendencia”. Entendía que ‘Haití es hermano nuestro’, que ‘Haití es para nosotros algo más que un pueblo amigo. Ha sido y será siempre una garantía de nuestra independencia, sobre todo cuando pongamos por cima de odios tradicionales el amor que le debemos’, por eso: ‘Toda guerra con Haití debe evitarse’.
Más tarde, en 1913, reitera esta propuesta de confederación dominico-haitiana, escribe un artículo en el que de manera interrogativa deja caer la idea de la confederación dominico-haitiana, se pregunta por qué la República Dominicana: ¿no llama a Haití, su hermana de mayor edad y cordura y la abraza y le dice: quiero unirme a ti que has sido hasta ahora el único paladín de la soberanía de esta isla, en estrecha confederación que la garantice perpetuamente? ¿Por qué, de acuerdo con Haití, no estudia la flora y los minerales de la isla, para determinar la respectiva explotación científica de los recursos naturales? ¿Por qué no organiza, junto con Haití, una marina de guerra para la defensa de la soberanía de la isla, y, de acuerdo con Haití, la marina mercante nacional?
La confederación dominico-haitiana que Américo Lugo propone es la de que haitiano y dominicanos nos pongamos de acuerdo en el principio de no intervención y se lo opongan “no a un Estado determinado, sino a todos los Estados”. En segundo término, supone la superación del odio nacional mutuo entre dominicanos y haitiano, ya que la patria se fortificaría “tratando de confederarse con sus vecinos, en vez de odiarlos”. Además, Lugo piensa que la confederación dominico-haitiana terminaría con las guerras civiles y garantizaría la soberanía de ambas repúblicas: “sería medio natural de eliminación de la guerra civil” y “es la única fórmula que puede salvar, junto con la soberanía de la isla, la nacionalidad patria”.
En 1915, Lugo reitera su Antillanismo dominico-haitiano: “Haití (…) tendrá un día la gloria de haber el paso inicial hacia la Confederación Antillana, no sólo por haber proclamado su independencia antes que las demás, sino por haber buscado, siquiera en fórmulas jurídicas tan falsas como inciertas, la unión con la República Dominicana, unión que ha de constituir el primer paso natural, el obligado núcleo y eslabón de esa cadena de naciones que está forjando el tiempo en el yunque de la geografía física”.
Lugo fue un antillanista solidario con todos los pueblos del caribe víctimas de la dominación colonial o del imperialismo, para él la emancipación de cuba ‘viene a hacer fecunda la de Santo Domingo, permitiendo la confederación que ha de enlazar para siempre a las Antillas’.
En 1916, en su tesis doctora, Lugo dice: ‘El camino señalado por la razón y la historia para la República Dominican es el de la alianza con Haití, su aliada natural, en primer término; siguiendo la geografía y el origen, con la República de Cuba’. En 1922 Lugo dice: ‘Haití, nuestra inolvidable hermana en desgracia’. En 1923 los nacionalistas dominicanos publicaron un manifiesto en el que denunciaban la ocupación de Santo Domingo como ‘el crimen máximo del filibusterismo de los Estados en América’, ocasión que aprovecharon para denunciar que en ‘el infeliz Haití los marinos yanquis robaron las ‘cajas del Banco Nacional haitiano’.
En 1925, en carta a un nacionalista puertorriqueño le pide solidaridad para los nobles y esforzados nacionalistas haitianos que “luchan por arrancar a su invicta patria de las garras de la misma ave de rapiña que oprime a Puerto Rico y a Filipinas. Nada más conmovedor que la patética situación, por lo sombríamente trágica, de un pueblo por su posición insular, por su origen racial y por su educación francesa, que lucha a brazo partido, no obstante su poca extensión y su escasez de recursos, contra la aplastante fuerza codiciosa y brutal de sus implacables espoliadores en defensa de su independencia”.
En 1925 aparece la declaración de principios del partido nacionalista, el artículo 24 asienta un valor clave de la ideología racista de la clase dominante dominicana desde la fundación de la República: “La inmigración tiene entre nosotros la importancia de los cimientos en un edificio”/“La inmigración debe ser de agricultores de raza blanca (…) De ninguno modo debe provenir de focos extranjeros de miseria y desesperación, para prevenir la implantación de males sociales que aquí no existen” / “los inmigrantes no deben oprimir con su presencia la vida del obrero del país”. Es obvio que el texto expresa racismo, también, que no hay expresión alguna de desprecio al pueblo haitiano.
En 1927, Lugo publica cuatro textos sobre la problemática dominico-haitiana: ‘El senador King y Haití’, ‘El viaje presidencial venganza de criados’, ‘La cuestión dominico-haitiana’ y ‘La cuestión de límites’. Sobre la solución del caso haitiano, en ‘El senador King y Haití’, Lugo advertía que ‘el problema haitiano ha caído de nuevo al abismo del futuro’. En este año, los presidente de Haití, Bornó, y de República Dominicana, Horacio Vásquez, planeaban reunirse para ‘transar el problema fronterizo’, Lugo tilda aquello como ‘venganza de criados’.
Del presidente haitiano, Bornó, dice que es ‘el empresario de la plutocracia americana en Haití’ / ‘el más caracterizado manager del imperialismo yanqui en las Antillas’ / ‘el ladinoso presidente haitiano’. Lugo denuncia como una farsa la intención de los presidentes Bornó y Vásquez de ‘transar el problema fronterizo’ ya que en Haití impera ‘la soldadesca yanqui (…) para imponer la omnímoda voluntad de los Estados Unidos de América en materia de fronteras dominico haitianas’.
Por eso advierte que: “El arreglo de la cuestión de límites con Haití, estando Haití ocupado, como lo está, por los Estados Unidos de América, seria un acto de demencia política”. En ‘La cuestión dominico-haitiana’, Lugo estudia, como siempre, conforme a los principios del derecho internacional, la cuestión de los limites fronterizos, su conclusión es que ‘la República Dominicana es dueña de todo el territorio comprendido en los limites de Aranjuez que eran los que regían en 1821’.
En conclusión, la afirmación de que en ‘la obra’ de Lugo se registra el anti haitianismo es completamente falsa y se apoya en una lectura deficiente y defectuosa del pensamiento sociopolítico de Lugo, la atenta lectura de lo que Lugo escribiera sobre el problema dominico-haitiana revela que indubitablemente este pensador superó todo vestigio de odio racial o nacional hacia el pueblo haitiano, no hay en su obra manifestación alguna del anti haitianismo. Sostener que en Américo Lugo se encuentra alguna manifestación de racismo anti haitiano carece de fundamento y revela falta de profundidad en el análisis de su pensamiento político. Es cierto que para la época del nacionalismo (1916-24) Lugo ‘no había podido aún liberarse del racismo hispanista que desde temprano le condujo a enfoques erróneos sobre nuestra realidad’; también es cierto que : “El hispanismo de Américo Lugo no llegó al anti haitianismo”, que: “Lugo no era un anti-haitiano”. Lugo es el primer nacionalista dominicano en plantear la confederación dominico-haitiana: “A Lugo pertenece la iniciativa de formar una confederación de las dos repúblicas que componen la isla”. En síntesis: “Peca de superficial quien incluya a Lugo en el nacionalismo anti haitiano”.
Consultas:
Francisco A. Avelino (1993), Elogio y crítica del pensamiento de Américo Lugo.
Pedro F. Bonó (1980), Papeles.
Guido Despradel Batista (2009), Obras. T. II.
Lil Despradel (1973), República Dominicana: Las etapas del anti haitianismo.
Miguel Ángel Fornerín (2013), Américo Lugo funda el nacionalismo dominicano contemporáneo. En: Los letrados y la nación dominicana.
Raymundo González (1994), Peña Batlle y su concepto de nación dominicana. ECOS. Año II. No.3.
Euclides Gutiérrez Félix (1999), El intelectual dominicano frente a la realidad haitiana. En: Coloquios 1998.
Euclides Gutiérrez Félix (2007), Haití y la República Dominicana.
Rafael Darío Herrera / Selección (2008) Américo Lugo en Patria.
Julio Jaime Julia (1976), Antología de Américo Lugo.
Juan I. Jimenes Grullón (1981), Sociología Política Dominicana. Vol. II.
Américo Lugo (1901), ‘Sobre el conflicto dominico-haitiano’.
Américo Lugo (1993), OBRAS ESCOGIDAS.
Andrés L. Mateo (1993), Al filo de la dominicanidad.
Manuel Núñez (2001), El ocaso de la nación dominicana.