Hay muchas maneras de amarrar. Desde el denominado nudo gordiano hasta otros que pueden considerarse “una babita” son muy variadas las formas de atar.
Aquí compartiré una experiencia vinculada con una muy frecuente manera de aprisionar. Habremos escuchado: “El hombre se amarra por la boca”, “El amor comienza por la cocina”, “Si como caminas cocinas, guárdame un chin del concón”. Así alude el saber popular al apego que se logra a partir de lo que se ofrece para comer.
En el caso de un territorio, bien sabido es que los atractivos turísticos pueden estar relacionados con una muy amplia variedad de características.
Aunque los turistas suelen sentirse atraídos por la recreación en sentido general, de manera creciente se procura visitar lugares a partir de lo que ofrece su naturaleza y se mantiene alto interés por temas como lo cultural, la historia y las manifestaciones artísticas.
Hay lugares que atraen por su particularidad arquitectónica, por razones lingüísticas, por su riqueza arqueológica y hasta astronómica. Pero un tema clave, además de la capacidad para acoger, es lo que se necesita varias veces cada día: la gastronomía.
En atractivos, la Perla del Sur, como se conoce a Barahona, cuenta con muchas ventajas. De entrada, es una de las provincias con mayor biodiversidad en la República Dominicana. A eso se suma el hecho de contar con casi 40 kilómetros de zona costera, como si fuera poco, con ríos cortitos que ofrecen oportunidad para escoger entre agua dulce o salada.
Barahona ofrece oportunidades para tomar sus deslumbrantes senderos ecoturísticos. Para quien valora lo natural, por senderos hay oportunidad para caminar a más de mil metros por encima del nivel del mar, en el Parque Nacional Sierra de Bahoruco.
Y a propósito de alturas, se hace difícil precisar quien “jala” más: si el Polo Magnético o la capacidad acogedora que caracteriza a las personas de esa comunidad, ubicada a 800 metros por encima del nivel del mar y con un microclima que permite cultivar de los mejores cafés del país.
Combinando esa característica con su modo de tratar al visitante, en Polo han organizado tanto un festival como la denominada Ruta del Café. Desde hoteles y centros de retiro hasta modestas habitaciones dispuestas por comunitarios son opciones de albergue para disfrutar de los encantos de la zona.
Un sello particular de Barahona suele escucharse a menudo: “Somos un pueblo cuatribolia’o y minoso”. Así es como explican que, desde el subsuelo, la Novia del Caribe nos ofrece una piedra con carácter de exclusividad: el Larimar.
Así se abre la oportunidad para aprovechar múltiples experiencias relacionadas con esa piedra que, de todo el mundo, hasta ahora solo ha sido encontrada en Bahoruco, municipio de la provincia Barahona, en la República Dominicana.
Visitar la mina, el museo, la escuela, ser partícipe de su tallado y compartir con muchas de las familias que tienen infinidad de anécdotas para contar en relación con el Larimar, son oportunidades que solo ofrece la Perla del Sur.
A Barahona se puede llegar por aire, mar y tierra. Para quien escoge llegar por tierra y lo hace por el extremo oriental, desde lo más alto de Los Cuatro Vientos se ofrece una vista panorámica de lo que allí se puede disfrutar.
Por supuesto, la emoción va creciendo cuando, en cada parada, se logra apreciar el detalle que hace de la Perla del Sur un lugar en donde lo único que suele faltar es tiempo para aprovechar todo lo que ofrece.
Por eso me confieso. Habiendo tenido oportunidades para disfrutar, y todavía me falta, muchas de las bondades de la Perla del Sur, el hecho de haber comido muchas veces las habichuelas preparadas por Pastora Languasco, en el Batey Central, me tiene amarra’o en Barahona.