No sabemos desde cual despacho se ha ordenado extirpar el nombre de Altagracia Amelia Ricart Calventi al Liceo Experimental de la UASD. Decisiones como esa, solo la debe asumir  el Consejo Universitario, que entiendo no ha discutido ese tema. Podría ser una disposición del Ministerio de Educación, aunque relacionado no le corresponde. Tan inefable medida luce increíble, pero no nos sorprende, en nuestra sociedad poco a poco se viene socavando la memoria histórica en detrimento de todo lo que signifique lucha del pueblo.

 

Para tratar de justificar el cambio al nuevo local del Liceo Experimental le han asignado el meritorio nombre del exrector Hugo Tolentino Dipp, quien sería el primero en desautorizar que se usara su nombre para cometer ese agravio. Añadiendo que Tolentino fue de las principales autoridades universitarias que encabezaron la jornada siguiente: La lucha por el medio millón a la UASD en 1969.

 

Demás estaría decir que el nombre de Altagracia Amelia Ricart Calventi es la retribución espiritual para una niña tronchada en la flor de su mocedad, por integrarse a la lucha que reclamaba la democratización de la enseñanza universitaria, que hasta 1966 estaba vedada para la mayoría del pueblo de escasos recursos económicos y también por la salida de las tropas invasoras. Debo apuntar que ella provenía de un hogar de clase media y hubiese podido ingresar a la universidad elite de la época, pero era proveniente de una familia con un importante rol revolucionario, que ella asimiló desde muy temprano.

 

Altagracia Amelia de 14 años de edad, estudiante del primero del bachillerato en el entonces Liceo mixto Instituto Salomé Ureña, en vez de tornarse indiferente ante la marcha-piquete donde la mayoría de los estudiantes de los liceos participaríamos junto a los universitarios para reclamar el reconocimiento del Movimiento Renovador de la UASD, fue la más joven de los cuatro estudiantes asesinados por los cancerberos policiales que ametrallaron el piquete frente al Palacio Nacional. Allí cayeron de igual forma  los jóvenes: Antonio Santos Méndez, Luis  Jiménez Mella y Miguel Tolentino. Fueron heridos de gravedad y quedaron inválidos los compañeros Brunilda Amaral, también del Salomé Ureña y Tony Pérez del Liceo Argentina. Cerca de una docena de estudiantes más resultaron heridos.

 

Altagracia Amelia en principio  quedó herida de gravedad, el seguimiento de su cuadro clínico conmovió a todo el país, siendo trasladada a Texas para tratar de salvarle la vida, finalmente fallecía el 3 de marzo. Su sepelio constituyó una enorme manifestación de duelo, siendo sepultada en el cementerio de la Avenida Independencia, que había sido reabierto de modo provisional en la Guerra de Abril, para sepultar a los combatientes caídos durante la jornada patriótica. Los participantes en el entierro al finalizar sufrimos las embestidas de las tropas brasileñas de ocupación.

 

Ante su inmolación y el martirio social tras su herida de gravedad, cuando la UASD estableció el Liceo Experimental se presentó el consenso de designar la edificación con su nombre, que recogía todo el encono por la masacre estudiantil.

 

El simple traslado del liceo no implica la necesidad de sacrificar un nombre que tiene una historia teñida con sangre en pro de permitir lo que hoy tenemos, que millares de estudiantes de escasos recursos de todo el país puedan acceder a la educación superior.

 

La masacre como respuesta recibió una jornada de lucha a nivel nacional, que obligó al Gobierno provisional de García Godoy a reconocer las autoridades del Movimiento Renovador de la UASD, y fueron abiertas las puertas de la universidad para todos los jóvenes dominicanos que aspiraran a cursar carreras profesionales.

 

Esa política de “desvestir santos” viene de lejos, en la propia UASD tenemos un gran ejemplo, el antiguo hospital militar Dr. Enrique Lithgow   Ceara, cuando el hospital militar  fue trasladado para una edificación en el Naco, residuos trujillistas en las Fuerzas Armadas aprovecharon la ocasión y le quitaron el nombre de un médico honorable asesinado por órdenes de Trujillo y le pusieron el nombre de Hospital Central.  Lo peor es que el antiguo edificio fue entregado a la UASD  y hasta en las asignación de materias a esa edificación se le dice “Marion”, nombre que ostentaba originalmente en “homenaje” a un famoso médico francés cuyo mérito en el país fue operar a Trujillo de la uretra.

 

Más reciente tras la remodelación del hospital de la Mujer de la Avenida Bolívar, a sugerencia nuestra a través del Colegio Médico el centro fue designado con el nombre de Evangelina Rodríguez, la primera médica dominicana y reconocida opositora al régimen de Trujillo. De repente se maniobró y le quitaron el nombre, aunque supuestamente echaron para atrás la medida, jamás han vuelto a colocar en el frontispicio del hospital el nombre de Evangelina Rodríguez. En la actualidad ciertos funcionarios legislativos han pretendido sustituir el nombre de la Avenida Charles Sumner, porque lo consideran un “americano feo”, pero obvian la radical oposición de este hombre a la anexión a los Estados Unidos que aspiraba Buenaventura Báez en su Gobierno de los “Seis años”, también se pretendió quitarle el nombre al Parque Eugenio María de Hostos.

 

Si la decisión partió desde la universidad se ha tratado de un lapsus; que se corrija el entuerto zahiriente a la memoria de Altagracia Amelia Ricart Calventi y a la lucha por la democratización de la enseñanza en nuestro país.