Aunque se escriban ¡casi iguales! “, consciencia y conciencia” gozan de un significado “distinto”. La conciencia, sin la s, es el conocimiento objetivo de lo que está bien y lo que está… Mal. En cambio, la consciencia, con la s, es la capacidad de percibir el entorno, su realidad y como nos “involucramos” en ella.
Del mismo modo, existe la llamada “disonancia cognitiva” la cual es una mezcla sarcástica de la conciencia y la consciencia. Esta plantea que; “lo que se “cree” no es lo que se hace”. En otras palabras, usted está consciente de algo, pero a la vez, no está consiente de ello…
Vámonos cómo Jack, el destripador, por partes, ya que sé qué este latido podría resultar confuso y cuando eso sucede, nuestra consciencia tiende a “evitar” el embrollo y salirse “concientemente” del asunto…
Lo cognitivo es el conocimiento adquirido a través de la experiencia o aprendizaje. Ejemplos de esto serian: uno aprende “hablar” de forma natural gracias a la experiencia, pero antes necesitó aprender el idioma. ¿Todavía está complicado? Usted está consciente que habla porque lo escucha, lo palpa y “hasta lo ve”. Y de paso esta conciente sí lo habla bien o mal… ¿Entendió?
No se preocupen que hasta yo mismo estoy conciente del enredo en el que estoy con este escrito y estaré consciente si deciden dejar de leerlo. Pero si les gustan los enredos, entonces podríamos agregarles la palabra “consiente” la cual se escribe sin c. esta significa que se “aprueba” algo… Por otro lado, la “homonimia” es el término gramatical que se usa cuando dos o palabras coinciden en la escritura o pronunciación.
Se intenta separar conciencia de consciencia diciendo que la primera es incorrecta, sin embargo, “la conciencia me dice que hice mal y por eso mi consciencia no me deja tranquilo”… Creo que he entrado en un campo de disonancia cognitiva y ya no sé si lo que pienso es lo que escribo. Por eso quiero felicitar a los que hayan llegado hasta estas líneas. Su curiosidad es muy curiosa…
La educación, ya sea moral, pedagógica o práctica, es decir, basada en experiencias vividas, es fundamental en el desarrollo consciente de la consciencia, valga la redundancia. Si nuestra consciencia se nutre de una conciencia objetiva, podremos evitar la ambigüedad de la disonancia cognitiva, aunque “los vicios” podrían prevalecer ante la consciencia.
La disonancia cognitiva nos podría llevar al origen de nuestros vicios, tal y como se usa en las cartas astrales en donde mediante un grupo de individuos sé “reinterpreta” la localización de un evento pasado años atrás por algún pariente del pasado.
Alcanzar a percibir nuestra consciencia involucrarnos en ella para hacernos concientes de ¿qué está bien o mal? Es una tarea pendiente para sociedades que aspiran alcanzar un desarrollo ético y económico para todos.
Sin una consciencia adecuada de todos los individuos, es casi imposible que los pueblos logren salir concientemente de “ese” bien o mal que no les permite avanzar. Invertir en la educación de manera consciente, supone un incremento de la riqueza, ya que un pueblo educado e instruido goza de menores índices de violencia y de mejor salud, los cuales se traducen en ahorros para todos.
Priorizar la consciencia y la conciencia debe ser parte fundamental de la agenda de cualquier forma de gobierno, y un asunto a asumir de forma independiente e individual por cada uno de nosotros. Solo el intelecto es capaz de elevar los índices de prosperidad de la sociedad. No podemos seguir en el camino del odio y el caos, ya que esos son pensamientos arcaicos y retrógrados que en nada contribuyen al bienestar del planeta.
Alimentar la consciencia y la conciencia es la ruta cognitiva a consentir ante tanta disonancia. ¡Salud! ¡He dicho! Mínimo Caminero.