Dos estudios realizados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el período 2011-2019 constataron que, “las personas de ingresos medios y bajos, tienen más probabilidades de morir actualmente por un atracón en un establecimiento de venta de comida rápida que, morir por infecciones causadas por virus, hongos o bacterias” (Informe de la OMS, 2020).

Por su parte, otro estudio realizado por la OMS encontró que, en el período 2001-2012, murieron más personas por comer demasiado que por comer poco; mientras que, en ese mismo período, murieron más personas por vejez que por enfermedades infecciosas” (OMS, 2020).

Según un estudio realizado por la FAO en el período 1998-2012 refiere que, “el treinta y tres por ciento de la población mundial, se alimenta con un elevado exceso de almidón, azúcar y sal; mientras que, los alimentos que consumen la mayoría de los pobres, tienen un déficit de proteínas y vitaminas” (OMS y OPS, 2023).

Los datos recopilados por la ONU y la FAO refieren que, la suma de las hambrunas y la desnutrición, mató a alrededor de un millón de personas en el período 2001-2016; mientras que, la obesidad mató tres millones de personas en el mismo período (Informe FAO, 2017).

Asimismo, los estudios referidos en el párrafo anterior constataron que, en el año 2014 había un total de 2,100 millones de personas con sobrepeso; mientras que, para ese mismo período, 850 millones personas padecían de desnutrición (FAO, 2015 y OMS, 2016).

Según la proyección de los expertos de la OMS y la FAO indican que, “para el año 2050, la mitad de la población mundial será obesa; mientras que para la misma fecha, la mayoría de las muertes se producirán por obesidad, cáncer, diabetes, cardiopatías y no por enfermedades infecciosas o por hambre” (FAO, 2019 y OMS, 2023).

Por su parte, la comunidad científica internacional sabe que, “las nuevas enfermedades infecciosas que se conocen, son el resultado de las mutaciones aleatorias en el genoma de los patógenos, lo que provoca que los patógenos de los animales afecten a los humanos” (Escuela de Medicina de Harvard, Enero 2023).

De su lado, los expertos de la OMS estiman que, “para el año 2050, los patógenos conocidos hasta ahora, podrían asumir un comportamiento más resilientes frente a los antibióticos que se están aplicando en la actualidad” (OMS, 2011 y OPS, 2019).

Como es sabido, “la descodificación del genoma humano, los avances de la biotecnología y la medicina moderna, son herramientas poderosísimas para investigar en tiempo real, cómo aislar y atacar los patógenos oportunistas que deprimen el sistema inmunológico humano” (Estudio epidemiológico realizado por la OMS, 2006-2018).

Como se sabe, el sistema inmunológico consta de dos partes esenciales a saber: (1) “el sistema inmunitario innato, que es heredado por los hijos de sus padres y, (2) el sistema inmunitario adaptativo, el cual se adquiere cuando el cuerpo está expuesto a microbios o a sustancias químicas que liberan los patógenos” (OMS, 2019).

Por su parte, la ciencia de la salud reconocen que, el sistema inmune se concentra en la médula ósea y el timo, las amígdalas, el hígado, el bazo y en los ganglios. El rol de las amígdalas y los demás órganos referidos consiste en detectar los virus, las bacterias u otros agentes que afectan el organismo humano y activar el sistema inmunológico” (OMS, 2014 y Escuela de medicina de Harvard, 2019).

Por otro lado, los estudios realizados por la OMS, OPS y la FAO recomiendan “alimentarse bien, procurar estar físicamente activo, mantener un peso saludable, dormir entre siete y nueve horas diaria, no fumar y evitar el consumo excesivo de tabaco y alcohol” (Perpers publicados por la OMS, la FAO y la ONU, periodo 1989-2019).

Según los estudios referidos en el párrafo anterior, “comer alimentos saludables promueve el crecimiento de “bacterias buenas”. Como se sabe, las “bacterias buenas” le envían mensajes positivos al cerebro y, esto a su vez, produce bienestar físico y mental (OMS, 2019 y DSM-V, 2018).

Por su parte, los estudios neuropsicológicos realizados por expertos de la OMS en el período 2001-2016 refieren que, “el cerebro humano tiene altas exigencias energéticas y de alimentos saludables, por lo que un buen estado nutricional es clave para la salud física y mental de las personas” (OMS, 2011 y DSM-V, 2018).

Como hemos podido observar en el cuerpo de este artículo,  “si la calidad de los alimentos que ingerimos no es de buena calidad, las personas estamos expuestas a enfermarnos y desarrollar una o más patologías sobre la salud física y/o metal” (OMS, 2019).

Finalmente, tres estudios realizados por la OMS y la OPS en el período 2002-2019 constataron que, llevar una alimentación saludable, compuesta principalmente por alimentos integrales y no procesados, ayuda a prevenir y a controlar los síntomas de la depresión y la ansiedad.

“Que la comida sea tu medicina y la medicina sea tu comida” (Hipócrates).