La perversión es un fenómeno intrínsecamente ligado a la conducta humana, pareciera inseparable como si estuviera unido a su existencia. Los rasgos, las actuaciones y las situaciones de perversidad son propiamente humanos y representan la capacidad que tenemos para actuar con egoísmo y sin compasión, por lo que no es una exageración decir que todos los seres humanos han actuado perversamente en algún momento de su vida.

Las perversiones se han llevado a cabo en todas las etapas históricas, por todas las razas y en todas las culturas, hay evidencias que en algunas culturas fueron toleradas y fomentadas, basta pensar en los fundamentalismos religiosos y racistas.

Etimológicamente la perversidad, proviene del latín, (Perversio) que también se describe como un estado de corrupción de costumbres. El ser perverso, es capaz de infligir mucho daño a los demás, y disfruta internamente siendo consciente del sufrimiento del otro.

Algunos autores clásicos de la salud mental precisan que las acciones del perverso se enmarcan en “una elección inmoral de las reglas normativas del comportamiento, el perverso no solamente se abandona al mal, sino que lo desea, desde la psicología clínica podemos decir que es un reflejo de una inmadurez en el proceso de hacerse como persona”. Es por definición, malvado y depravado tanto en los sentimientos y las acciones como en el plano ligado a la vida instintiva.

Hay 2 grandes clasificaciones de perversiones según recoge el autor Miquel Roca Bennasar, en su clásico, trastornos de personalidad.

1-Las perversiones sexuales (parafilias) por distintas razones son las que mayor interés han suscitado en el seno de la salud mental.

2-Perversiones morales de sentimientos y acciones: Se consideran así desde la apreciación de un sistema de valores que muestran de manera ética de ser fiel a un determinado valor moral sin lesionar otro jerárquicamente superior. Son una modalidad de perversión las que el clínico no debe desentenderse del todo, pero que, en cierta medida (en su esencia) podrían escapar del marco de la salud mental, no obstante, trasciende y se refleja en el comportamiento de las personas que en algunos casos pueden ser pacientes nuestros.

Kraft-Ebbing 1874, definió como sadismo moral las conductas realizadas con el fin de infligir alguna clase de daño físico o psicológico a otra persona.

Arthur Schopenhauer, profundiza en que el carácter perverso del hombre, “implica una tendencia permanente en el sujeto a cometer actos injustos, siempre que sean factibles y no se les impida la acción de una fuerza externa, mediante el empleo sistemático de la astucia y en su caso, la fuerza de los hechos, el perverso impondrá su voluntad al servicio de su egoísmo.

Para Schopenhauer, dos posturas radicales definen la naturaleza del perverso: Por un lado, el hecho de que en todas las acciones emprendidas con un objetivo perverso se destile un alto nivel de impulsividad; y por otro, la búsqueda obsesiva del propio y exclusivo bienestar, con absoluto desprecio a lo que el otro significa o haya podido significar en la construcción de la identidad propia.

Sobre este tema continuaremos profundizando en la próxima semana.