La ultima trifulca sucedida en la famosa cárcel de La Victoria confirma una sospechada realidad: La poca seguridad de la cárcel y la corrupción rampante entre sus celdas. Las fuentes oficiales y las informaciones periodísticas han dicho que el pasado motín se suscitó aproximadamente a las 1:00am de la madrugada del domingo 16 del pasado mes, dejando al menos tres muertos y nueve heridos. El evento, protagonizado por dos grupos de personas privadas de libertad, evidenció una vez más la existencia no solo de armas blancas, sino también de armas de fuego en poder de los internos. Los datos noticiosos han llamado la atención de una población preocupada por aspectos irrelevantes desde el punto de vista político, pero de mucha importancia institucional. Los reiterados motines en aquel recinto penitenciario siempre han resultado indeseables y han connotado una realidad que parece, a juzgar por la ineficiencia a la hora de mantener el control, no terminar nunca.

Pero como ocurre con todo en nuestro país, la cárcel de La Victoria ya no es un tema de interés a la fecha, la noticia se evaporó como el agua junto a los fugaces comentarios que duraron mientras se habló del evento. En nuestro país los acontecimientos sociales compiten por desaparecer, y si un problema no logra posicionarse en la cresta social mientras dura su minuto de fama, no se toman cartas en el asunto. Los temas son abordados por moda, y cuando toca hablar de ellos todos los comentarios gravitan en torno a la sensación del momento, sin seriedad, sin sustento, pasando rápidamente al zafacón del olvido.

La capacidad que tenemos los dominicanos de hacernos dueño de un tema en particular, para luego desecharlo y tomar otro, es la misma virtud que exhibimos a la hora de olvidar las cosas. Hoy ya no se habla del problema carcelario, sino del Fideicomiso de Punta Catalina, pero luego se dará paso a otro tema olvidando así los dos anteriores. Pero mientras seguimos en esa desagradable dinámica del tomar y dejar, nosotros continuamos preguntando: ¿Cómo entraron las armas a la cárcel de la Victoria? ¿Quiénes facilitaron tal ingreso? ¿Por dónde entra la droga que allí se comercializa? ¿Quiénes son los verdaderos responsables?

Espero, con fe, que algún día este tema se aborde con seriedad y genuina preocupación.