Al igual que el eterno dilema planteado por Shakespeare, ser o no ser, la creciente influencia de la inteligencia artificial pone a prueba nuestros sentidos, enfrentándonos al desafío vertiginoso de discernir entre lo auténtico y lo artificial, en un mundo donde la línea que los separa se desvanece ante la era de las máquinas inteligentes. Ciertamente, las creaciones ficticias pueden desdibujar la percepción de lo existente, sembrando confusión en nuestras mentes, emergiendo como enigma moderno ¿es real o simulado?

El contexto en que nos encontramos es el siguiente: según la última Encuesta Global McKinsey sobre el estado actual de la IA, se confirma que el último año ha sido de crecimiento explosivo de las herramientas de IA generativa, donde en menos de 12 meses después del debut de la mayoría de estas, un tercio de los encuestados afirma que en sus organizaciones están usando la inteligencia artificial generativa con regularidad en al menos una función empresarial. También, el 40% asegura que dichas empresas aumentarán su inversión en esta tecnología.

Precisamente, la doctrina ha conceptualizado la inteligencia artificial generativa como el conjunto de técnicas computacionales que son capaces de generar, como su nombre indica, contenido nuevo, significativo y multimodal, es decir, texto, imágenes, audios, videos, código de software, etc., ya sea con carácter individual o combinado, en base a los datos de entrenamiento. Su popularidad se debe a que crean con un nivel de sofisticación sin precedentes.

Tan solo pensemos en la polémica que se genera tras cada canción viral que se crea artificialmente sin autorización, la más reciente NostalgIA, llevando a plataformas como YouTube a contemplar nuevas medidas en relación a la publicación de contenido sintético y uso de herramientas de IA. De igual modo, las empresas están en una búsqueda frenética y competitiva como en los tiempos de la fiebre del oro, para muestra, en noviembre, nuestra atención estuvo en el anuncio de OpenAI sobre el poderoso modelo GPT-4 Turbo y en diciembre, ya nuestros ojos se dirigían a Google con el modelo de lenguaje Gemini, promovido como aquel que superaría a todos los demás.

No estamos delirando, a decir verdad, esta época digital en la que reina la IA, nos va a conducir probablemente a la desconfianza por defecto, llevando como estandarte aquella frase atribuida a Maquiavelo “piensa mal y acertarás”. Seguramente, así hubiesen querido pensar aquellos empresarios multimillonarios, estrellas de fútbol, de tenis y luchadores de artes marciales mixtas que escribieron mensajes privados por Instagram a la modelo Emily Pellegrini, invitándola a viajes de lujo y restaurantes de primer nivel. Pero ¿qué de nuevo tiene esto?, pues que todos ellos la contactaron convencidos de que se trataba de una persona real, cuando la cruda realidad es que estaban conversando con una modelo virtual cuya imagen había sido generada con inteligencia artificial. Sus fotos y videos por demás responden a las características sesgadas enlistadas por ChatGPT ante la pregunta de su creador ¿cuál es la chica soñada por el hombre promedio? asombrando así a sus cerca de 200 mil seguidores de ig y permitiéndole a quien la generó obtener una ganancia de $10,000.00 en la plataforma Fanvue tan solo en seis semanas.

De por sí, no creíamos en fotos de redes sociales por el maquillaje de los filtros. Ahora ni siquiera sabemos si estamos siguiendo a una persona de carne y hueso. En efecto, como Emily, encontramos a su hermana, Fiona Pellegrini y al igual que ellas, existen otras figuras que quizás no hemos sido capaces de identificar. Lo anterior, sumado al éxito de la supermodelo digital Shudu, que ha trabajado para firmas como Oscar de la Renta y Fenty Beauty (marca cosmética de Rihanna), así como Lil Miquela, la influencer virtual con 2.6 millones de seguidores que ha colaborado con marcas como BMW, Samsung y Prada, abren distintos tipos de debates a nivel ético y jurídico, entre los cuales podríamos resaltar:

  • La obligación de revelar a los consumidores que están interactuando con una herramienta de IA o con un producto generado por esta tecnología. Este aspecto se vincula directamente con la transparencia en la comunicación digital para evitar engaños y garantizar que los consumidores tomen decisiones informadas.
  • ¿Cómo se aplican las regulaciones de publicidad? Por ejemplo, principalmente las personas influyentes que operan dentro de los Estados Unidos o cuyas actividades tienen un impacto significativo en los consumidores estadounidenses deben cumplir con las Directrices sobre influencers de la Comisión Federal de Comercio (FTC por sus siglas en inglés), siendo un requisito dar a conocer si se tiene una conexión material con la marca. También, la Unión Europea con su Ley de Servicios Digitales impacta con este tipo de responsabilidades al aludido sector. Por tanto, ¿será que se les va a exigir a los influencers virtuales la utilización de hashtags como #patrocinado o #AD?
  • La violación del derecho a la imagen de una persona, si el influencer virtual se parece a una persona real sin su consentimiento. A su vez, pudiésemos estar ante una publicidad engañosa, si el uso de un influencer virtual que se asemeja a una persona real induce a error a los consumidores haciéndoles creer que están interactuando o viendo una promoción de la persona real.
  • En el caso de que estos influencers recopilen datos de usuarios ¿cómo se maneja la privacidad y la protección de estos datos?
  • Si un influencer virtual difunde información errónea o dañina ¿quién es responsable legalmente?
  • ¿Quién posee los derechos de las imágenes y contenidos generados por IA? ¿Cómo se gestionan estos derechos en colaboraciones con marcas y otros creadores? ¿Existe diferencia si se contrata a una persona externa o si hacen las creaciones con empleados de una misma empresa? ¿Cómo deben ser estos acuerdos y qué cláusulas son indispensables?

¿Muchas interrogantes? Sí y seguro estás pensando en otras más para incorporar. La buena nueva es que, sin lugar a dudas, este año tendremos algunas respuestas, ya que recientemente los tres poderes de la Unión Europea acordaron los términos de la Ley de Inteligencia Artificial que servirá de modelo para el mundo y nos permitirá contar con avances regulatorios; asimismo, la justicia tendrá a su cargo decisiones que se convertirán en precedentes para casos emblemáticos de la talla de la demanda presentada por The New York Times en la Corte del Distrito de los Estados Unidos para el Distrito Sur de Nueva York contra OpenAI y Microsoft por violación a los derechos de autor por uso no autorizado de sus artículos para entrenar las tecnologías de inteligencia artificial de estas empresas; y finalmente, como es de esperarse, vamos a ser testigos de las actuaciones de las grandes compañías para evitar las multas millonarias.

Es evidente que, con la omnipresencia de la IA generativa, la verdad a menudo se disfraza cual espejismo en el horizonte, por lo que debemos vestirnos de cautela evitando ser manipulados como lo hace un mago con sus espectadores. No obstante, queridos lectores, seamos optimistas, pues esta revolución también representa un desarrollo fascinante que beneficia a la sociedad con un uso responsable, por ejemplo, actualmente posibilita la optimización de procesos empresariales, se utiliza para mejorar imágenes médicas que ayudan a obtener diagnósticos más precisos, contribuye en la predicción de los efectos del cambio climático, permite expandir los límites de la creatividad de los artistas y nos facilita datos simulados para la investigación científica. Al dar la bienvenida al 2024, les deseo un año lleno de descubrimientos tecnológicos sorprendentes que refuercen lo mejor de la humanidad.