Distinguido Señor Presidente:

No es algo que importe, pero tampoco cuesta aclararlo: Me alegré mucho cuando Usted ganó las pasadas elecciones. Jamás me entusiasmó el conservadurismo de su improvisado y, aun así, profundo, y muy preocupante perfil ideológico y estoy en desacuerdo con la naturaleza excesivamente derechista de muchas de sus políticas públicas, pero había que darle una lección al PLD. Y fue bueno hacerlo, aunque tanto quienes dan las lecciones, como quienes las reciben (si es que se puede distinguir entre unos y otros) acaban olvidando todo con una prisa increíble y el héroe de hoy por la mañana puede ser el villano de hoy por la tarde. Y nadie sabe a quién se le rendirá pleitesía mañana, ni cómo acabará el homenajeado de hoy.

De todas formas, nunca es recomendable que un solo personaje, o un solo partido, se perpetúe como autoridad por demasiado tiempo. Sean elegidos o autoimpuestos, los “líderes” de pretensiones vitalicias terminan creyendo en la providencialidad mesiánica y divina de su destino. Y son un desastre. Acaban irritando a todo el mundo, incluso a quienes los aplauden. O fingen hacerlo.

Ha tenido Usted, según mi parecer, aciertos notables. Son varios y no haré una lista, pero es bueno reconocer que comenzó su gestión en una situación excepcionalmente adversa y que, mal que bien, ha salido adelante.

Gocé que Usted le ganara al único candidato que tenía licencia para andar él sólo en las calles, haciendo campaña caritativa con masivos recursos públicos. Fue embriagante. Un monumento de castigo a la abyección. Monumento efímero, desde luego, porque la abyección siempre retorna, o más bien nunca se va. Es insumergible, como muchos de esos delincuentes, ladrones y criminales que prosperan en todos los gobiernos, desde el de Trujillo hasta el actual.

Me sentí reivindicada y orgullosa de Usted, cuando tomó decisiones como la designación de Miriam Germán en la Procuraduría, lo que confirió a la justicia dominicana un aura de dignidad de la de que carecía, al estar por tanto tiempo en manos de lacras, sin ninguna noción del derecho.

Me alegró que ese cargo, por una vez, se le asignara a una magistrada magnífica, con competencia profesional, cultivada, intelectualmente potente y no a uno de esa serie de mafiositos mierdicas, a los que habitualmente se les premia irresponsablemente, otorgándoles poderes y cargos que usan como patentes de corso.

Con la inflación que afecta a todo el mundo tras la pandemia, y con la guerra de Ucrania, ha mantenido Usted un índice de aceptación y popularidad que, hasta hace muy poco, lo hacían parecer como el candidato presidencial mejor posicionado para las próximas elecciones.

Pero ahora, señor presidente, Usted se ha dado un mordisco a sí mismo y ha cometido un terrible error económico…y político, con un “efecto dominó” que puede resultarle muy costoso.

Es que, no sé si se habrá enterado, pero desde Montecristi hasta Pedernales hay una cerrada interdependencia económica, con la que sobrevive toda la región y que se adentra a ambos lados, sosteniendo y dinamizando el comercio y la industria.

Le recomiendo que busque soluciones diplomáticas y racionales. No tiene que reparar en el drama humano, si no le alcanza la imaginación o la sensibilidad para ello. Pero piense en sus votos. Nadie que quiebre, que pierda su trabajo o que sufra más de lo que ya ha sufrido, va a votar por Usted.

Cada día que pase, los aplausos irreflexivos disminuirán, dando paso a un silencio meditabundo; habrá más escasez y crecerán la inconformidad y los conflictos.

Usted está enredado en un tayotal, señor Presidente. Procure salir de ahí, antes de que aumenten la miseria y la ingobernabilidad.

Con deferencias.