Mucho más que medio mundo, yo incluido, ansiaría ver “en vivo” los detalles del procesamiento a Donald Trump, que al fin cayó y habrá de escuchar, según ha trascendido, una sarta de cargos judiciales que le hará la fiscalía de NY por un acto que, seguramente, le está pesando tanto cuanto liviano, caro y pasajero fue. Un “polvo”. Yo incluido, no “por rencoroso; tampoco por egoísta, y menos por ser su esposo, sino por ser su analista” (Facundo Cabral, sobre La Señora Monalisa).
Por más de cuatro años, al igual que medio mundo, estuve expuesto a ver, oir y sufrir a tan oronda y gran celeridad global oficiando la presidencia del que, hasta el sol de hoy, por cosa de siete décadas, ha sido el mayor poder del mundo, los Estados Unidos de América. Hasta que, por fin, una mayoría a bien calificada le echó de ahí.
Al ritmo del merengue de “¡Se van! ¡Se van! ¡Se van” !, paseaban plenos de emoción como los más, un trío de jóvenes muy míos en las calles de NY. Y, ¡al fin¡, aunque a regañadientes, tuvo que irse aquél memorable 6 de enero dejando tras de sí una larga estela de ofensas y ofendidos.
No soy ciudadano de esa admirada y gran nación, pero yo también me la gocé. ¡Figúrese usted! Antes, como para imprimirle racionalidad al sentimiento, había escrito para mí solo una breve nota, que ahora comparto.
Quería, me alegraba, sentía qué “por esto y por mucho más, qué bien que ya se va: Por arrogante, orgulloso, insolente, prepotente, mentiroso, soberbio, avaricioso, rabioso e iracundo. Por codicioso. Por lujurioso, altanero, humillante y vanidoso. Por odioso (destila odio por doquier), ofensivo, deshonesto, incompetente, mañoso, malicioso, sabichoso y bribón. Por opaco, corrupto, amoral e inmoral. Por su indigencia espiritual. Por vacuo, burlón, insolente, procaz, irrespetuoso, vano, impetuoso, desordenado. Por narcisista y endiosado, petulante, presumido y acomplejado. ¡Un digno paciente crónico del síndrome de Ibris!”.
Debo reconocer que esto dicho y escrito sobre el referido es, más que nada, percepción. Pero la percepción, verdad de la gnoseología, está de camino a la verdad.
El morbo me tienta a haber querido ver los detalles del debido procesamiento del personaje ante el juez. Gracias a Dios, a la racionalidad y madurez institucional de ese país, USA, esto no se va a poder. Al fin y al cabo, el personaje es un ciudadano y no cualquiera. Ha sido, fue, un presidente; al que, por demás, votaron y quieren y veneran casi media nación. También al fin y al cabo (verdad fundamental), es una persona. Y en estas calidades, tiene derechos y dignidades que son inalienables y que deben reconocerse, observarse y respetarse. ¡Nada de transmisión “en vivo” que alimentan y crean “atmósfera de circo” en torno a un procesado que, también, por principio, ha de presumírsele inocente!
Al igual que allá, acá, coincidiendo en el tiempo, los dominicanos somos espectadores y dolientes de un episodio más de una cadena de casos judiciales por presuntos actos reprobables de corrupción administrativa que, a reservas de que habrán de ser probados, ofenden, duelen, humillan y dañan a la sociedad, y constituyen una vergüenza nacional.
Me gusta ver que acá, igual que allá, esta vez ha habido menos espacio para circo en el proceso, lo que ha elevado la calidad del mismo. Y es que la verdad no va con circos ni estridencias, frecuentemente alimentados a través de una mayoría bien calificada de “medios” y redes sociales mal comunicantes.
Que allá, igual que acá, por encima de las muy humanas simpatías y antipatías, sentimientos y resentimientos, filiaciones o aversiones, prevalezcan los sagrados principios de la justicia y la verdad, que son liberadores. La sociedad dominicana tiene hambre y sed de eso. ¡Así sea!