No hay que verlo para sentirlo, para vivirlo, para gozar de él. El aire, que inconscientemente respiramos unas 23 mil veces al día, es fundamental para que usted y yo y todo el mundo podamos existir… Si es que “acaso existimos”.
La transparencia es la cualidad más “des notable” del aire. Posiblemente, una virtud solo comparada a aquello que llamamos “Dios”. Nutre, da vida y no se deja ver.
Compuesto tan solamente de un 21% de oxígeno, 78% nitrógeno y un porcentaje menor de gases nobles y agua.
Desde tierra firme hasta una altura no mayor de 17 kilómetros es el rey de los cielos, sin embargo, no podríamos sobrevivir a unos 8 mil metros, ya que el oxígeno tiende a disminuir.
Según los científicos, el aire se forma de millones de plantas microscópicas (fitoplancton) que habitan en los océanos. Nacen y mueren constantemente produciendo una “micro-explosión” de oxígeno… Entre otras cosas.
El aire permite la existencia del fuego y de la lluvia a la vez, además del sonido.
La cualidad más “notable” del aire es “su tacto” podemos sentirlo y embriagarnos de él una y mil veces. El aire, al respirarlo, nos proporciona energía, ya que nutre a todas las células de nuestro organismo.
Para concluir con lo importante que es el aire y sus aspectos fundamentales, debo agregar que “este” extraño y escurridizo y fantasmagórico elemento es sin duda la vida misma, fluyendo libre y hacia todas partes.
Sin aire no tendríamos agua, ni plantas, ni comida, ni siquiera “seriamos” esta masa musculosa que cuál robot camina, ve, oyes y además “osa” pensar y hacerse preguntas de su existencia…
Fuimos creados de la nada, es decir, de esa brisa huracanada o leve, ¡que no se ve! Pero se siente y se escucha. Un verdadero fantasma moviendo elementos y motivándolos a recrearse.
Somos esa creación que “intenta” dominar a nuestro creador para ponerlo al servicio de nuestra voluntad. Una voluntad cada vez más errada y peligrosa.
Hemos conseguido dividir al átomo y multiplicarlo en franca afrenta al viento más potente. Buscamos intensamente armas cada vez más mortales que terminaran destruyendo todo vestigio del creador.
Bombardeamos a la atmosfera toneladas de gases iracundos que merman la fotosíntesis gradual del aire. Que matan los procesos de recreación de este.
Sin dudas somos la peor creación “aireana”, el accidente más desdichado, después de los mosquitos, de todo lo brotado de esa brisa errante y loca.
La cualidad de la conciencia humana, predominante en el reino animal, vegetal, mineral y espiritual. Ha querido “desenredar” este misterio “místico” de la vida. Busca desenfrenadamente una respuesta a su creación.
Pero no existe nada lógico al caos de esta. Surgió por accidentes que se “inventaron” una historia para “poder existir”.
Quizás fue el mismo aire que, en su afán de verse, descubrió el infinito en la variedad de las formas. Delato su ego y se vio y se vio y se vio, y aún no conforme se hizo de mil maneras, piedra, gota, lagarto, tú, yo y los demás…
Y ya cansado volvió a su estado vítreo, pues, reconoció, que no había nada mejor que vagar libre y sin equipaje. Despojado de vestuarios y atado a la “necesidad de necesitarse”.
Por ahí andará, escurridizo, silencioso, tocando corazones que se ahogan y otros que se engullen. Indispensable y ajeno. Despojado de glorias y afanes, de aplausos y versos que intentan definirle.
Sigue dándolo todo aun sabiendo que su creación terminara matándolo. Con curiosidad mira el límite de su altura y se consuela con el infinito.
Ansia muy en sus adentros saltar esa frontera vedada a sus sueños. ¡Allá! Donde alumbran las estrellas, donde habrán otros dueños.
Aún recorre el planeta constantemente, ansiosamente, irremediablemente. Esperando el cimbronazo que lo lanzara hacia el universo. ¡Salud! Mínimo caminero