“Ahí viene el cuco”. Es un anuncio que habremos escuchado muchísimas veces. Con cierta frecuencia se dice con otros términos. Alguien recordará muchas ocasiones en las que ha escuchado la famosa expresión. Y podría haber gente, aunque sería muy raro, que se atreve a decir que no le suena.
Personalmente, desde mis tías hasta diversos individuos con quienes he coincidido en múltiples ámbitos, se han encargado de alertar sobre la llegada de ciertos “cucos”.
Lo real es que, sabiéndolo o no, como simple diversión, pero sobre todo como trampa, hay gente que apela al miedo para lograr sus propósitos. El miedo es una emoción poderosa y primaria que ha sido utilizada a lo largo de la historia como herramienta para influir y controlar el comportamiento humano. Por eso, desde líderes políticos hasta mercadólogos, mucha gente apela al miedo como mecanismo de control y sumisión.
Algunos estudiosos lo expresan de manera clara: “a menos que estén debidamente atemorizados por todos los posibles males que pueden destruirles, desde dentro o desde fuera, podrían empezar a pensar por sí mismos” (Chomsky, 2003). Aunque este intelectual lo plantea en el ámbito de la relación entre gobernantes y gobernados, de manera generalizada, el miedo promueve el deseo de huir o esconderse; nunca da oportunidad para pensar.
El miedo activa respuestas emocionales intensas que pueden anular el pensamiento racional y crítico, función conocida como "secuestro amigdalar" (LeDoux, 1996). Cuando una persona está bajo la influencia del miedo, la amígdala del cerebro toma el control, superando la corteza prefrontal, que es la responsable del razonamiento y la toma de decisiones. Este fenómeno puede ser explotado para inducir comportamientos específicos y deseados.
Uno de los estudios más influyentes en este campo es la denominada Teoría del control del miedo, desarrollada por Witte (1992). Esta teoría sugiere que cuando las personas se enfrentan a un mensaje de miedo, evalúan la gravedad de la amenaza y su propia capacidad para manejarla. En esa situación, si perciben que la amenaza es alta y que tienen poca capacidad para enfrentarla, pueden adoptar comportamientos de defensa o sumisión en lugar de estrategias de afrontamiento constructivo.
Por eso en el ámbito político, el miedo está muy vinculado a la manipulación. Líderes y partidos políticos a menudo utilizan retórica de miedo para consolidar el poder y justificar muchísimos desmanes. Un ejemplo claro es el tema migratorio, que muy frecuentemente se presta para manipular a las masas de muchos países. Con la retórica antiinmigrante exageran las supuestas amenazas que los inmigrantes representan para la seguridad y la economía (Altheide, 2006). Pero ahí hay “ñapa” incluida porque ese discurso, además de promover xenofobia, sirve para desviar la atención de problemas más complejos y hasta urgentes.
Y todavía hay más. En un mundo donde (casi) todo se compra y se vende, el miedo también se emplea para manipular el comportamiento de los consumidores. Las campañas de publicidad a menudo resaltan los peligros de no usar un producto o servicio determinado, creando una necesidad artificial en las personas.
Desde la pandemia, las campañas cimentadas en el miedo están “a la orden del día”. Cualquiera recomienda “remedios”, cualquiera se presenta como experto, cualquiera ofrece un tutorial, cualquiera le echa manos al miedo y se sale con la suya. Ahora, cualquiera desinforma, estigmatiza y manipula, y hasta termina creando divisiones sociales.
Por eso resulta muy útil remitirnos a Furedi (2006), quien plantea que una sociedad dominada por el miedo tiende a ser menos cohesionada y más susceptible a la manipulación autoritaria. Además, el uso repetido del miedo puede llevar a la desensibilización, donde las personas se vuelven menos receptivas a mensajes que utilizan el miedo, disminuyendo así su efectividad a largo plazo.
¿Será a base de miedo que cierta gente se está pasando de lista? Nos urge identificar a tiempo a quien quiera “envolvernos” mediante la técnica de infundir miedo, a menos que seamos como los bebés.
Aunque se nos ha hecho bastante tarde, es tiempo de “hacerle el fo” a quien pretenda “marearnos” a fuerza de miedo. Es necesario “pararle el coche” a quienes, con otras palabras, siguen con aquello de “ahí viene el cuco”.