La cultura es un bien cuyo acceso debe ser facilitado. La constitución dominicana establece en su artículo 64 el derecho a la cultura.  El contenido esencial de este derecho protege “el pleno acceso y disfrute a los bienes y servicios culturales […] y de la producción artística” en favor de todas las personas sujetas a la jurisdicción del Estado dominicano. Este artículo se centrará en la estrategia de adquisición de obras de artistas vivos para su exposición permanente en sectores marginados del Gran Santo Domingo.

Las políticas públicas implementadas en el país deben dirigir su mirada a la materialización del derecho a la cultura de una manera eficaz. Hoy día contamos con un amplio catalogo de herramientas para permitir la implementación de políticas culturales. Las alianzas publico privadas sin fines de lucro, los fideicomisos filantrópicos, los fideicomisos públicos entre otras herramientas facilitan la provisión de servicios culturales a la comunidad. ¿Por qué no aplicarlas para acercar a los “marginados” a los servicios culturales?

Recientemente se han divulgado imágenes y contenidos audiovisuales sobre la realidad cultural de los contextos marginados de Santo Domingo, en específico en “La 42”. Sin embargo, más que sancionar la falta de pudor o criticar la ausencia de aspiraciones “nobles” de algunas expresiones artísticas, es preciso diseñar políticas públicas que acerquen a nuestra población a los beneficios que trae el conocimiento del arte, su pasado y todo el poder transformador que este ejerce sobre la sociedad.

La adquisición constante de obras de artistas vivos es una estrategia que permite no solo fomentar la calidad y el perfeccionamiento de las técnicas artísticas entre nuestros artistas sino también puede establecer el propósito de acercar estas producciones a los jóvenes cultivando en ellos la sensibilidad necesaria para su desarrollo individual en una sociedad que aunque humilde aspira continuamente al desarrollo cultural. Esto puede ir acompañado de visitas guiadas por los propios artistas

Alrededor del mundo muchos museos han encontrado su vocación en la exposición y adquisición de obras de artistas vivos. Es el caso del Museo de Luxemburgo de París que desde principios del siglo XIX se orientó hacia ampliar un patrimonio pictórico nacional, lo cual trajo como consecuencia un entusiasmo en la clase artística, un perfeccionamiento de técnicas, el surgimiento de nuevas tendencias y con todo ello un creciente interés de la sociedad en los debates estéticos y estilísticos de las obras pictóricas. Como diría Jean Auguste Dominique Ingres, el dibujo representa la honradez del arte y por tanto iniciar por la adquisición de este tipo de obras además de la provocación a los sentidos generará un gran interés por una población habida de mayor presencia cultural.

Las exposiciones artísticas en lugares marginados deben ser permanente. Es una forma de mantener los brazos abiertos para aquellos que luego podrán sentirse marginados si no se les brinda a tiempo la oportunidad de desarrollar sus talentos. Abogar por la adquisición de obras de artistas vivos es un imperativo no solo para los artistas, sino también para toda la sociedad. Es una manera de no dejar a nadie atrás como señala el lema de la Agenda 2030 de los objetivos de desarrollo sostenible.

Actuar por y para el desarrollo cultural de las comunidades marginadas del Gran Santo Domingo es labrarnos un futuro más sensible y civilizado en una ciudad donde la rudeza impera.

¡Actuemos por la cultura ahora!