12 de junio 1964 Pretoria, Sudáfrica. Nelson Mandela es declarado culpable de sabotaje y condenado a cadena perpetua por su lucha contra el sistema de segregación racial instaurado en Sudáfrica denominado apartheid.

Con esa condena el gobierno sudafricano da visos claros de que Sudáfrica se dirige hacia un endurecimiento del apartheid, a pesar de los llamados de gobiernos europeos e instituciones internacionales a desmontar un régimen antidemocrático e inaceptable en pleno siglo XX.

21 de mayo 1971. Detroit, Michigan, Estados Unidos. El abogado y miembro de la iglesia episcopal Paul Neuhauser preguntó a su pastor qué podía hacer su iglesia, que a través de una asociación poseía acciones en la compañía General Motors para luchar contra el apartheid en Sudáfrica.

Atendiendo a dicha demanda de un miembro de la congregación el reverendo John Hines, en nombre de esa institución religiosa, decidió presentar un proyecto de resolución a General Motors, pidiéndole que cesara sus actividades en Sudáfrica mientras el régimen del apartheid estuviera en vigor. Sensible a esta interpelación, la dirección de General Motors decidió aplicar una política igualitaria para sus empleados en Sudáfrica, contradiciendo directamente las políticas oficiales de ese país.

Dicha medida contribuyó a desestabilizar la influencia del apartheid en los círculos empresariales extranjeros. Otras iglesias protestantes, luego comunidades religiosas católicas, se unieron al movimiento.

Así nacía y daba sus primeros pasos el activismo accionarial.

Los accionistas activistas son aquellos inversores que además de buscar beneficios económicos de sus acciones, también tienen como objetivo influir en las decisiones de la empresa en la que invierten. Estos accionistas suelen ser más críticos y proactivos en cuanto a la gestión de la empresa, y buscan promover cambios en la estrategia, objetivos y cultura de la compañía.

En los últimos años ese movimiento se ha desarrollado y ha incrementado el número de accionistas activistas que está interesado en reflejar sus opiniones sociales, medioambientales y políticas en su inversión. Estos accionistas buscan asegurar que la empresa en la que invierten contribuya al bien público y tome en cuenta aspectos ambientales, sociales y de gobernanza (ESG).

La percepción de que la búsqueda de beneficios a corto plazo fue la causa principal de la crisis financiera del 2008 ha llevado a una reflexión sobre el papel de la empresa en la sociedad.

El debate sobre los beneficios y desventajas del activismo de los accionistas es cada vez más actual, ya que el alcance de las campañas activistas se ha agudizado en los últimos años.

Un ejemplo reciente del activismo accionarial es el fondo accionista Arjuna Capital (arjuna-capital.com). Este fondo de inversiones tiene como especialidad adquirir acciones de empresas cotizadas en bolsa y promover decisiones en el seno de las asambleas anuales para temas como igualdad racial o de género. En el año 2022, luego de adquirir una participación en las compañías Apple, Amazon y Disney propuso en su calidad de accionista que esas entidades adoptaran resoluciones para reformar su política salarial y pagar de manera igualitaria a empleados que pertenecían a grupos raciales minoritarios y mujeres que eran menos remunerados y desfavorecidos en la empresa.

Los reguladores ante nueva realidad. Estos inversores o accionistas activistas, que buscan promover prácticas sostenibles en las empresas en las que invierten, han llamado la atención de reguladores, que tratan de que estos participen y promuevan sus políticas de manera ordenada y apuntan la necesidad de enmarcar mejor estas prácticas.

En ese sentido el regulador francés, la Autoridad de Mercados Financieros (Autorité des marchés financiers), propone medidas específicas para mejorar la transparencia del mercado y el diálogo entre empresas cotizadas y accionistas.

El regulador considera que la participación activa de los accionistas en la vida de las empresas es una condición para su buen funcionamiento y una buena gobernanza.

Para el regulador, la problemática no es, pues, impedir el activismo, sino fijar sus límites y dotarse de la capacidad de controlar los excesos que afecten a otros accionistas de las empresas y el funcionamiento de estas.

El accionista activista: ¿Visionario que anticipa o ingenuo soñador?  El activismo accionarial ha llegado para quedarse. Más allá de una óptica puramente filantrópica o ética, el accionista activista está consciente de que en el complejo mundo de los negocios de hoy se exige a las empresas generar beneficios sin comprometerse en prácticas reprochables, so pena de verse impactada negativamente.

No se trata de limitar el crecimiento económico de la empresa sino de lograr una mayor rentabilidad sostenible a largo plazo de esta y sus accionistas, al mismo tiempo que se protege el bienestar de la sociedad evitando una visión cortoplacista de la empresa, porque, mirando hacia atrás ¿Cuánto le hubiera costado a General Motors haber apoyado un régimen como el apartheid sudafricano y que problemas de imagen, de reputación y financieros le hubiera causado a esa empresa hoy día haber apoyado un régimen como el apartheid condenado unánimemente?

Indudablemente los accionistas activistas de esa época supieron anticipar y mirar más allá del corto plazo, a la vez que se solidarizaban con una causa que se confirmó justa.

Bibliografía.

LAZARD’S SHAREHOLDER ADVISORY GROUP, Review of Shareholder Activism, 2018, 2019 et 2020.