Ninguna institución en el mundo impacta más en el desarrollo económico y social, y por supuesto, cultural, que las universidades y los institutos de educación superior. Sin los aportes del conocimiento técnico y científico que adquirimos a través del proceso educativo, desde cualquier ángulo científico que se mire, no habrá progreso y bienestar para los países y los habitantes de sus diferentes comunidades.
Por esa razón, la cual considero esencial para el desarrollo de las regiones y sus localidades, he planteado de manera recurrente, la necesidad de que la oferta de las carreras profesionales y técnicas debe tener una relación con el perfil socioeconómico y cultural de las regiones, a fin de que éstas impacten en el desarrollo local.
La pertinencia de una oferta curricular la da no sólo el compromiso social, sino los elementos constitutivos de las posibilidades económicas, sociales, culturales y ambientales que ofrecen las demarcaciones geográficas en cada espacio regional determinado.
Las realidades tangibles e intangibles de las regiones constituyen el punto de partida para definir el modelo universitario o educativo que debemos establecer.
La primera realidad, la tangible, hace referencia a los recursos materiales de que dispone el medio local; la segunda, a los valores culturales y espirituales de las personas o sujetos sociales del espacio provincial o regional, entendido en el pleno marco de su territorialidad.
Este planteamiento no es solamente válido para las universidades públicas, sino también para las del sector privado, pues todas, como conjunto de la comunidad académica nacional, debe apostar al desarrollo desde la ciencia y la cultura.
La innovación constante de las universidades actualmente en el mundo, las ha llevado a un proceso de cambios constantes en sus ofertas curriculares, que incluyen no sólo las transformaciones tecnológicas, sino que, en el rediseño de su quehacer universitario, desarrollan diplomados, cursos y talleres de emprendimiento para desarrollar las iniciativas particulares en la creación de pequeñas y medianas empresas que impactan el desarrollo local.
De igual forma, las universidades suelen desarrollar programas similares en áreas de las diferentes manifestaciones artísticas para el manejo de la vida espiritual, emocional y psicológica de las personas en la época pospandémica.
Las universidades deben reinventarse, bajo un mundo cada vez más cambiante que, como una obra de arte, exige inventiva y alto poder creativo para enfrentar los nuevos desafíos dibujados en el amplio horizonte de los cambios constantes que nos exigen los nuevos tiempos.