La historia de la humanidad está marcada por períodos de luces y de sombras. Me ha tocado vivir en uno y otro: nací durante la más cruel de las guerras mundiales y crecí en la dictadura de Trujillo.

Me formé en la fragua de los inconformes, quienes soñaban y luchaban por vivir en un mundo y en un país mejor. Una juventud que estremeció al mundo en la década de los 60, política y culturalmente.

Era la época de la lucha por la paz, la rebeldía de los hippies, el mayo francés, la era romántica y heroica de la revolución de cubana de Fidel y del Che. Y, en nuestro país, el 14 de Junio y las hermanas Mirabal.

Participé en la formación del movimiento estudiantil, apenas dos meses después del ajusticiamiento de Trujillo. Soy parte del grupo que luchó por la autonomía y el fuero universitario.

Luché en la heroica gesta de Abril del 65, símbolo de lo que es capaz de hacer un pueblo unido, armado de un ideal democrático y deseos de superación en el orden político y social.

Y volvió de nuevo la sombra: la guerra fría contaminando todo y convirtiendo sueños en pesadillas, héroes en villanos, luchadores en conformistas y malévolos en poderosos. Vino el auge del fascismo, la quiebra de las instituciones a nivel mundial, una mayor desigualdad y mucha pobreza.

Y mientras tanto, en nuestro país, el horror de los años con Balaguer, la vigencia del clientelismo, el rentismo político y su secuela expresada en la destrucción de la instituciones públicas, que elevó el perfil de la corrupción. La actividad económica crece mucho, pero en beneficio de pocos.

La sombra tiende a ponerse más espesa y una mayoría no se da cuenta que la burbuja de la bonanza puede explotar. Ya el servicio de la deuda se lleva más del 30% de nuestro precario presupuesto. Nos endeudados para pagar intereses que son una bola de nieve.

Estamos dormidos mientras una clase política, que da vergüenza, nos echa fresco y trata de motivarnos a votar por el mal menor, pues la crisis de liderazgo toca fondo.

Quiero ver levantarse a los émulos de los jóvenes de Abril, del pueblo de Abril, quiero ver constructores de sueños elevar su puño mirando el futuro. Anhelo un Abril donde las armas sean las ideas, la visión que nos hará luchar por un país con menos desigualdad, menos pobreza y con instituciones públicas eficientes y confiables. Quiero luz, no tinieblas.