Uno de los sueños recurrentes del autor ha sido viajar una y otra vez a Londres, la capital del Reino Unido. Quizás sea por la crianza protestante o por el simple hecho de haber admirador desde niño de las historias de las conquistas del Imperio Británico –tendenciosas hacia lo anglófilo-  nos vimos envueltos en una especie de fascinación por esta nación y/o cultura. Luego, por temas familiares, el acercamiento ha sido el más cercano posible, hasta el punto de la intimidad más absoluta.

Nuestro primer viaje a este país fue hace 16 años, nada menos. Nos pareció fascinante, corroborando aquella temprana sensación infantil y adolescente. En aquel momento vimos un país multiétnico, pero que al mismo tiempo conservaba toda la arrogancia (en el buen sentido de la palabra) del imperio. Vimos por primera vez un edificio de Norman Foster (The Gherkin, antiguo Swiss Re) y desayunamos entre sus pórticos; ayer lo volvimos a ver, como si el tiempo fuera su aliado, y volvimos a sentarnos entre sus pórticos.

En la misma City nos reencontramos con el Lloyd`s Building de Richard Rogers y sentimos aquella misma similitud con el Centro Pompidou.

Al caminar por el Tower Bridge nos recibía el otro edificio de Foster, el CityHall, y que al girar  hacia el sentido contrario nos lanzaba, varios, varios cientos de metros hacia el Shard Building de Renzo Piano.

Breve pero impresionante catálogo de arquitectura contemporánea que nos hizo recrear nuestros años de estudiante y las enseñanzas de nuestro maestros.

El edificio de la Tate Modern, remodelado por dentro por Herzog  y De Meuron, resulta ser una agradable sorpresa interior que denota la genialidad de este dúo.

Londres nos gustó como ciudad por lo que significa para occidente, pero nos impresionó por lo que significa como enclave cultural hemisférico…admirable.

El Brexit no nos gustó, pero lo cierto es que los ingleses son otra historia; una historia que ellos reivindican en paralelo a la historia de Europa.

Volveremos y caminaremos de nuevo “a la vera” del Thames River, kilómetros y kilómetros dejando St. Paul detrás o por delante, con la City como telón de fondo hacia nuestro hotel, muy cerca del WhiteChapel de Jack The Ripper, después de pasar a unos cuantos bloques de BakerStreet…

Elemental mi querido Watson.