I.- Preocupación por unificar a los profesionales del derecho
1.- Porque me formé en una familia que vivía modestamente, nunca conocí, disfruté ni amé la riqueza. Jamás he tenido ambición desmedida por cosas materiales. Por convicción llegué a estudiar derecho; amar a la justicia y defender ante los tribunales, decidí ser abogado. La mercancía dinero no me motivó a llevar la toga y el birrete, y mucho menos en procura de nombradía.
2.- Provengo de la Promoción de Abogados y Abogadas de la Libertad, UASD, 1967, de la cual forman parte brillantes profesionales del derecho, de los cuales el doctor Julio Aníbal Suárez, anterior juez de la Suprema Corte de Justicia, es el más completo jurista de nuestro grupo.
3.- En su momento le di calor y presté absoluta colaboración a la Asociación Dominicana de abogados (ADOMA) y a la Asociación de Abogados de Santiago, en interés de unificar en todo el país a abogadas y abogados.
4.- A los fines de la creación del Colegio de Abogados de la República Dominicana, aporté algunas ideas al contenido de sus estatutos, y auxiliando al doctor Rafael Valera Benítez, para lograr del Poder Ejecutivo la decisión que le dio vida institucional a nuestro gremio.
II.- Conocimiento del proceder del abogado de hoy
5.- He procedido a dar a conocer mi incidencia en las organizaciones de abogadas y abogados, para por medio de esta narración hacer saber que mi condición en la abogacía no se ha limitado a usar en los estrados la toga y el birrete.
6.- Porque he estado participando durante más de medio siglo en diferentes áreas de la profesión de abogado, puedo opinar cómo ha cambiado para mal la conducta de los profesionales del derecho.
7.- Por el hecho de comenzar y desarrollar la actividad profesional en una etapa de la sociedad dominicana muy distinta a la de ahora, sé la manera de comportarse el profesional del derecho, y la razón por la cual creo que su conducta actual no es la del pasado.
8.- Anteriormente, los recién graduados de bachiller se matriculaban en la escuela o facultad de derecho partiendo de su vocación y dotes intelectuales. Su aptitud, la capacidad para dominar las ciencias sociales les inspiraban a estar en el foro.
9.- Convicción y talento le decían al bachiller hacia dónde debía de guiar sus pasos universitarios. En el presente, el dinero, la célula más importante en el sistema capitalista, ciega la vista y ofusca el entendimiento, ejerce una atracción irresistible en la mayoría de los profesionales del derecho.
III.- Abogado desesperado por el dinero
10.- La forma como está organizada la sociedad dominicana en la actualidad, y la elasticidad de la moral que la rige, hace posible el ejercicio de la abogacía adecuado a personas carentes de reciedumbre moral.
11.- El deseo vehemente de poseer cosas con facilidad, el afán de consumir, induce al nobel abogado, sin formación ideológica sólida, a utilizar los medios más deleznables para conseguir dinero. La desesperación se interpone al razonamiento y lleva a la pérdida de la decencia.
12.- Porque aquí, para descollar como profesional del derecho no se requiere ser inteligente, lúcido, ni muy ingenioso, cualquier individuo que carece de actitud para estar como defensor ante un juez, se hace pasar por abogado. Ese de escasa formación, el muy limitado, es posible verlo con una toga encima.
13.- La falta de capacidad o de inteligencia en amplios círculos de abogados y abogadas, les impide dominar algunas ramas del derecho, y es entonces cuando hace acto de presencia la inmoralidad acompañada de la ignorancia.
14.- Aquel que no tiene la idoneidad suficiente para ejercer el derecho con altura, hace uso de métodos de baja ley para conseguir lo que no obtiene de manera legítima.
15.- Ese falto de talento para desempeñarse como abogado, ante la imposibilidad de competir limpiamente, hace uso de la trampa y el insulto para así cubrir su incapacidad para litigar decentemente.
16.- El abogado incapaz, busca la forma de cómo salir adelante, y porque no tiene preparación académica, recurre a desacreditar, sacar faltas infundadas a su adversario, hasta caer en difamación y de cualquier manera inhabilitar a su contrario.
Ideas finales
17.- El signo con el cual se representa al abogado es su estatura moral e intelectual. La reputación del profesional del derecho se mide por sus cualidades virtuosas.
18.- Ser atrevido y muy habilidoso, nunca han caracterizado al reconocido como buen abogado. El leguleyismo sirve para establecer la realidad de que en nuestro país la profesión anda por el suelo.
19.- Lo que está ocurriendo con el ejercicio de algunos abogados deshonestos, es que están demostrando lo que es un orden social ignominioso, que aloja en su interior a doctores y licenciados en derecho, denigrantes, infamantes, indecorosos y afrentosos.
20.- Ejercer la abogacía sin la debida moralidad lleva a determinados profesionales del derecho a usar métodos reñidos con la honorabilidad, al margen de la moderación de la conducta.
21.- El porvenir en los estrados está del lado del abogado estudioso y honesto, que en su accionar demuestra ser valioso por su capacidad, estimable por talentoso y loable por su correcto proceder. En ese sentido conviene recordar lo dicho por Piero Calamandrei:
22.- “Los jóvenes deben estar seguros de que, así como la abogacía, en el sentido noble de la palabra, tendrá un lugar honroso en la sociedad de mañana, así también de la sociedad de mañana serán expulsados inexorablemente los aventureros de la picardía y del engaño”.