El miércoles 16 de septiembre, a las ocho de la noche, con motivo del primer mes de gobierno, el presidente Luis Abinader ha emitido por los medios de comunicación un discurso de cinco minutos en el que ha sistematizado los avances de la gestión y ha reiterado su intransigencia contra la corrupción administrativa.

Esa pieza servirá de referencia histórica, por breve, porque es su primera exposición formal después de su toma de posesión y, de manera inusual, ocurre apenas 30 días después del inicio de su mandato. Y porque con ella, tal vez, ha inaugurado su estilo de presentaciones mediáticas a la sociedad, con charlas mensuales, cortas y en un tono conversado en busca de empatar con los públicos, a lo Juan Bosch, muy diferente a su antecesor Danilo Medina, caracterizado por el silencio largo desde Palacio.

Nada mal.

En ese contexto condicionado por la  premura del tiempo y el espacio, el mandatario ha reiterado el compromiso de construir en Pedernales 3 mil habitaciones hoteleras y un aeropuerto internacional, para impulsar el desarrollo turístico. Excelente.

Lo había anunciado ante la Asamblea Nacional el día de su juramentación. Lo había repetido durante su estada en el municipio desde el 29 hasta el 30 de agosto (la semana anterior asistió a verificar daños de la tormenta Laura). Lo ha confirmado, sin titubear, en cada escenario en que le ha tocado disertar sobre planes gubernamentales.

Es como si él quisiera borrar de golpe la acentuada incredulidad incrustada en el imaginario colectivo de los pedernalenses por parte de las continuas promesas incumplidas de antecesores.

Muy difícil, si no imposible, si fuese el caso. El alma de esa comunidad del suroeste está muy mal herida y el sufrimiento continuo, en vista de los desengaños, le ha cerrado el espacio al creer. Quiere ver prácticas en vez de escuchar palabras.

Este mandatario, sin embargo, luce muy decidido a hacer en Pedernales “lo que nunca se ha hecho”, y romper con el maleficio sembrado por el abandono gubernamental irresponsable. Merece un voto de confianza.

Hay razones poderosas: es el principal inquilino del palacio de la calle Moisés García (poder político) y por su vena aorta corren resorts (conoce el área), además de cemento y academia.

Su olfato está aguzado en cuestiones turísticas y más. Es político, pero también empresario. Probablemente, primero empresario que político.

Y su mirada de águila ha visto en Pedernales una provincia virgen con alta vocación turística, pero huérfana de realizaciones de interés colectivo a causa de la carencia de voluntades oficiales y la existencia de gestores locales productivos en discursos y riqueza personal, pero estériles en logros para el colectivo. Cuando la conciencia aparezca, leerá su práctica.

Como primer ejecutivo del país y con parte de la clase dominante a su servicio, él puede establecer hitos en esa provincia de la frontera dominico-haitiana, ya como gobierno solo, o mediante alianzas público-privadas.

En Pedernales está todo por hacer, pese a las riquezas multimillonarias extraídas de sus minas de bauxita, caliza y otros recursos por parte de empresas privadas extranjeras y nacionales desde finales de los años cincuenta del siglo XX.

La carretera hasta Barahona es un pandemonio de 124 kilómetros, muy lejos del panorama halagüeño pintado este jueves 17 de septiembre por el senador de esa provincia, José del Castillo Saviñón, en el matutino radiofónico El Zol de la Mañana. Dijo que el gobierno pasado dejó a punto de terminar el tramo hasta el municipio Enriquillo. Falso. Salvo los 10 kilómetros que llevan desde esa provincia hasta el gran resort que construye en La Ciénaga el excandidato presidencial del PLD, Gonzalo Castillo, aquello es una vía angosta que serpentea las sierras, sin la mínima seguridad. Una ruta originalmente diseñada por el instinto de burros y vacas. El único aporte de la ingeniería ha sido una “salivita” de asfalto tirada hace mucho tiempo “a la buena de Dios”, vulnerable a cualquier asomo de mal tiempo y a ratos ahogada por malezas.

BAJO EL DISCURSO OFICIAL

Pedernales urge una autovía con circunvalación en Barahona que evite al viajero dos horas de estrés extremo.

Urge de una intervención de las abandonadas carreteras agrícolas porque la tormenta Laura casi las borró del mapa. Las Mercedes-Ávila, Aguas Negras-Manacle, Aguas Negras-Higo grande, Aguas Negras, Mencía-La Altagracia y Mencía-Los Arroyos constituyen un infierno de unos 40 kilómetros. No aptas ni para mulos.

El acueducto le queda chico al pueblo. Es intermitente. Necesita modernización y readecuación para que ofrezca agua potable suficiente.

No hay sistema de recolección y tratamiento de aguas sanitarias. Los sépticos y las letrinas están en todas partes, contaminando las aguas subterráneas, único recurso natural disponible para complementar el pobre caudal del río Pedernales, cuyas laderas y fuentes de abastecimiento, como los humedales, han de ser cuidadas con obsesión. Tampoco hay un lugar para tratar la basura como manda la ciencia.     

Se necesita proyectos habitacionales de bajo costo para erradicar los tugurios que han crecido como verdolaga en tiempo de lluvia, gracias al populismo político. Allí la vida es azarosa.

El pueblo necesita garantía de energía eléctrica estable, pero preservando su generador para emergencia. Como necesita un proceso de organización que comience por cambiar la imagen grotesca del caos migratorio y del tránsito, de animales ambulantes en las calles y del parque central usado por una minoría intocable como sitio de desenfreno.   

Los empleos son unos cuantos, y de poca monta. En el pueblo, lo único que abunda es la incertidumbre, pese a contar con recursos e iniciativas que sólo requieren voluntad gubernamental.

Un ejemplo son dos excelentes proyectos turísticos de factura criolla, frente a la costa del municipio cabecera. Bucanyé y Frente Marino están ahí hace mucho. Diseñados a partir de todos los estudios requeridos por la ingeniería y las leyes nacionales, con presupuesto incluido, sólo a la espera de un plumazo de arranque por parte de un presidente de la República. Anteceden a los “famosos” planes maestros. Impactarían positivamente en los sujetos, sin “veronizar” a Pedernales. Podrían asumirlo empresarios criollos o extranjeros, si el Gobierno no puede.

Se impone atender a Pedernales ahora. Hay que anteponerlo a la guerra de intereses que, tras los discursos del presidente Abinader, se ha convertido en tromba peligrosa que amenaza con alargar la insufrible pesadumbre de la comunidad. No será un gasto, sino una inversión. Los antecedentes hablan: esta provincia ha preñado de riquezas al Estado, pero el Estado le ha pagado con empobrecimiento y desprecio. Que se reivindique.