Confieso que del candidato presidencial del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) conservo dos imágenes: Primera, cuando fue presidente de la Cámara de Diputados (2010-2016) y con martillo (cual Thor moderno) en mano golpeaba llamando a sus correligionarios a votar a la carrera por proyectos o empréstitos, a velocidad que el mismo Félix Sánchez envidiaría: “voten honorables”, repetía hasta la saciedad e impulsado por una extraña efervescencia, para terminar en un casi orgásmico: “aprobado”.
La otra imagen fue cuando se atrevió a aprobar un calendario (2015) donde se mostraba su “apolínea” figura en distintos lugares, y en el cual más que ideas, se intentaba vender atributos físicos, que más allá de congraciarse con el sector femenino y los electores, pretendían catapultarlo como un divo. Eso pasó a ser una anécdota y sé que ahora ni le gustaría que se lo recordasen.
Con algo choco, y en eso creo que coincidido con otros, y en es la imagen o “mito” que se ha creado de Abel como alcalde, muy bueno y positivo por cierto: un gerente exitoso como alcalde de la ciudad de Santiago, arropada por la desorganización y la basura, y que él ha logrado lavarle la cara con la lejía de una gestión eficiente. Incluyendo un discurso contra los haitianos y la inmigración. Al principio eso dos elementos, incluyendo que era un rostro joven, sus asesores apostaron y se frotaron las manos, creyendo que irían en coche al vender este candidato.
La realidad era esa, pero también el azar y el pasado guardaban otra. ¿Qué tiene Abel Martínez como candidato en contra? Debe él cargar con el pesado fardo de encabezar la boleta de un partido cuyas tropelías y manchas de sus antiguos funcionarios los ha llevado tras las rejas, y acusados de encabezar verdaderas mafias políticas que harían sonrojar a cualquier miembro o descendiente de los Corleone. Eso aplasta fácilmente a cualquier político.
Lo único que lo salvaría es que en este proceso del 2024 la gente no tienda a votar favor del candidato que lleve el PRM, sino en contra.
En ese sentido cabe una pregunta esencial: ¿Podrá el electorado perdonar a un PLD que encabezó una de las gestiones más depredadoras del erario en toda la historia de la República? ¿Podrá ese partido político ser perdonado en un lapso de tiempo tan corto o ser el pueblo tan olvidadizo? Sería, para ser flexibles, una recuperación milagrosa.
Contra eso luchan los estrategas del señor calendario, perdón el señor Martínez, y es el sueño que tienen sus seguidores.
La visita que hizo el candidato Martínez al presidiario Gonzalo Castillo no fue traspié ni un error en el campo de la estrategia. En política toda imagen tiene un mensaje, y la de esta visita fue que claramente Abel no podía guardar distancia con los hechos bochornosos del pasado. La señal de solidaridad con Gonzalo iluminó lo que sería su compromiso en una posible lucha contra la corrupción en un gobierno que él presida. Saque usted las conclusiones.
No se vota a favor, sino en contra. Y esa la esperanza de la cual pudiese asirse un candidato de la estirpe de Abel Martínez, que no tiene un discurso aparente en materia de políticas sociales, y que casi como los que no tienen se adhiere en principio a la tabla de salvación que ya se ha hecho universal: contra los inmigrantes, claro, si son haitianos.
En una época como ésta donde la vaciedad del discurso político es la norma, el pobre discurso de Abel pasaría desapercibido, máxime cuando el actual Partido Revolucionario Moderno (PRM) tampoco tiene y se ha decantado por triunfar a base del clientelismo y captación de contrarios, y cuando todos saben que Leonel Fernández, de la Fuerza del Pueblo, en temas esenciales como corrupción, educación, hace un estratégico mutis, o se aboca a lo del zorro Leoncio: “ahora huyamos por la izquierda”.
El lastre que debe cargar Abel Martínez es abundante, y a esto no debe dejarse de lado que muchos lo ven como discípulo del líder de la Fuerza del Pueblo, y que desde su partido se haya establecido ya mentalmente que ellos deben ser el ariete de Leonel Fernández para derribar al PRM, y volver al Palacio Nacional. Cargar al PLD ahora mismo se parece al mito de Sísifo, y Abel debe estar padeciendo los efectos de la roca.
El actual candidato peledeísta tendrá que enfrentarse en el 2024 al voto de los dominicanos de a pie, no de los “honorables”. Tiene el calendario (no el que hizo para posar, sino el del tiempo), en contra para convencer a los peledeístas (primero), y a los dominicanos en general luego, de que tiene discurso y potencial para gobernar, y que en todo caso que es Fernández quien tiene que quedar en tercer puesto, para él encabezar una hipotética coalición en la “segunda vuelta”.