Hace poco escribí en esta columna un artículo sobre la importancia de los debates para la democracia. Sin dudas, constituyen una oportunidad para que los votantes podamos valorar, conscientemente, las propuestas de los candidatos, esto es, sus ofertas y programas de gobierno en caso de ser favorecidos por el voto mayoritario el próximo 19 de mayo.

Muchos podrían afirmar que una parte importante del electorado está definido o que los tres principales candidatos presidenciales son harto conocidos. Leonel, porque ha sido tres veces presidente y por su dilatada vida política. Abinader, dado que está actualmente en pleno ejercicio de la presidencia. Y Abel, aunque no ha ocupado el solio presidencial, además de su dilatada vida pública, primero como procurador fiscal de Santiago y luego como diputado y presidente de la cámara no, necesita presentación. De ahí que, siguiendo dicha forma de pensar, sería infructuoso el debate presidencial auspiciado por ANJE, a celebrarse el próximo miércoles 24 de abril.

Sin embargo, la realidad es que un alto porcentaje de la población quiere los debates. Para solo citar un sector poblacional, el 27% del padrón electoral corresponde a los jóvenes. Y, además, según el estudio “El votante joven dominicano y su impacto en la consolidación de la democracia”, realizado, precisamente, a requerimiento de la Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios (ANJE), alrededor del 70% de los jóvenes dominicanos considera necesario realizar debates electorales para conocer cuáles son los planes de los aspirantes a cargos electivos. Indicando también, que no basta con asegurar procesos electorales ágiles y transparentes, ni es suficiente tener un mayor alcance mediático.

Muchos votantes lo hacen por pasión, por tradición, por cercanía, por intereses diversos y porque entienden que el país va por buen camino y se maneja correctamente; o que va mal y hay que cambiar el rumbo; o porque se necesita más experiencia en la conducción del gobierno; o porque se necesita sangre y cara nuevas en el gobierno para impulsar procesos novedosos, consolidar logros obtenidos y expandir los servicios del Estado.

He visto y escuchado a muchos decir que Leonel le puede dar gabela a Abel y a Luis. La experiencia demuestra que es muy importante el contenido del discurso o de las respuestas a los cuestionamientos, como lo sabe hacer Leonel.

Sin embargo, en un mundo donde la imagen proyectada ha adquirido cada vez más importancia, influyen otros aspectos, como la presentación, los gestos, los movimientos, la seguridad o inseguridad personal, la forma de expresarse y su manejo cuasi teatral frente a las cámaras.

De igual forma, influye en los votantes el impacto de las palabras del candidato, el nivel de empatía con los oyentes y videntes y el manejo oportuno, certero y adecuado de los principales problemas y temas del país. Se precisa escucharlos hablar de la inseguridad ciudadana, la inflación, el desempleo, la salud, la educación, la economía, la corrupción, la migración, el problema haitiano y el Código Penal y las tres causales, entre otros.

Leonel también tiene la soltura y profundidad discursivas para enfrentar los más diversos temas estatales y propiamente gubernamentales. De ahí que para muchos, a juzgar por los conocimientos políticos, capacidad de conceptualización y el diestro manejo de los medios por parte de Leonel, este pudiera resultar ganador del debate.

Pero ojo a Cristo. Otros afirman que la experiencia y conocimientos de Luis, no solo de economía, sino producto de su inteligencia y capacidad como por su experiencia como candidato a la presidencia en 2016, de su actual gestión de gobierno y la facilidad, seguridad y pericia conque maneja la comunicación a través de los medios, pudiera equilibrar o inclinar la balanza a su favor.

Abel, por su parte, es el más joven y menos experimentado. Se presenta por primera vez a una candidatura presidencial y, si bien su experiencia de Estado es innegable, no lo ha sido en la medida y alcances que lo han hecho Leonel y Luis. Habría que ver si la combinación de un manejo correcto y directo de los temas que sean abordados en el debate como su nivel de confianza y certidumbre, presentación en los medios y don de gente le permiten conectar más con la gente.

El que gane Leonel, Luis o Abel el debate, sin dejar de lado que también depende de muchos elementos subjetivos de los televidentes y de manejos dirigidos de la información, puede ser importante porque muchos deciden por puras emociones y son seducidos por quien logre persuadirlos y obtenga mayor cantidad de reacciones positivas que se traduzcan en votos.

Pero, igualmente, porque hoy los votantes y sobre todo la juventud, aspiran a ser representados por quienes entiendan les ofrecen la mayor convicción de progreso y bienestar, así como la mayor transparencia e integridad en la gestión gubernamental.

Pero que uno de ellos gane el debate no garantiza su triunfe en las elecciones venideras. Los números de las encuestas, aun cuando haya alguna dosis de manipulación en algunas, hablan de una intención de voto muy alta a favor de Luis. Esto es difícil que cambie, por el corto tiempo que resta de campaña y esto solo podría cambiar tan drásticamente, como sería necesario para que ello se produzca, con respuestas disruptivas o que impliquen rupturas bruscas y cambios determinantes en la consideración del elector.

Aun cuando parece muy remoto, podría también influir en el cambio de intencionalidad electoral una presentación excepcional de Abel o Leonel ante los medios de comunicación, uno o varios acontecimientos nacionales e internacionales de impacto inesperado o hechos e imputaciones contra Luis que pudieran hacer daño a su imagen fundamentalmente positiva y que pudieran posibilitar que la población votante reconecte con Leonel o se vincule con Abel.

Lo veo difícil; pero ha dicho Leonel que el juego de pelota va en el séptimo inning, que es lo mismo que decir que “el juego no se acaba hasta que se termina”, como afirmara en su momento Yogi Berra.

El corto tiempo que falta para las elecciones lo dirá. Ahora les queda trabajar intensamente a todos los candidatos, incluidos los llamados alternativos, y esperamos que lo hagan con la mayor civilidad y respeto por la honrosa y responsable labor que vienen realizando los integrantes de la Junta Central Electoral.

Esperamos que los perdedores reconozcan y acepten los resultados de las elecciones, que de seguro serán producto de un proceso pulcro, seguro y legítimo, como aspiramos la mayoría de los dominicanos.