Alexéi Navalni murió en la prisión Lobo Polar en el antártico. Según se ha declarado realizaba un paseo en la prisión y se desmayó. Se atribuye como posible causa a un coágulo de sangre. Hasta que no se le haga una autopsia y se conozca el informe, no se sabe cuál ha sido la causa de la muerte.
Navalni es muy conocido porque su nombre ha sido noticia por su labor opositora al gobierno de Putin y porque fue víctima de un envenenamiento. Fue tratado en Alemania y, contra todo pronóstico, regreso a Rusia para seguir su labor política de oposición. Allí fue procesado y condenado a prisión. Nunca los gobiernos rusos han sido benignos con sus opositores.Putin no es la excepción.
Navalni hizo sus inicios en política en el partido de derecha radical Yaklobo. En el 2000 se formó una Unión de Fuerzas de Derecha y en 2007 fue el cofundador del Movimiento Nacional por la Liberación de Rusia. En lo económico es un defensor del neoliberalismo y en política su concepción está más cercana a las posiciones de la ultra derecha debido a sus posiciones muy nacionalistas e incluso xenófobas.
Amnistía Internacional borró su nombre de la lista de prisioneros de conciencia, al menos durante un tiempo, debido a que defendió los asesinatos de personas en Asia central y el Cáucaso, a quienes describió como “cucarachas”. Forma parte, pues, de la clase política que sostiene un nacionalismo ruso pero considera que su país debe alinearse con los EE.UU. y las otras potencias europeas.
Esa idea no era ajena a Putin, pero éste no fue partidario de ceder o compartir con las grandes compañías de gas y petróleo los recursos rusos, sino que creó desde el Estado a una “oligarquía” económica, contando con una imbricación de los servicios de Inteligencia de la ex KGB y un grupo de ex funcionarios del Estado, a los que se concedió la propiedad y gerencia de esos inmensos recursos. Obvio, hubo y hay enfrentamientos entre diversos sectores de esa oligarquía o burguesía, ya que Putin desplazó a muchos que formaban parte del círculo de Yeltsin y su hija, para formar y desarrollar su propio círculo de adeptos.
La actitud occidental y específicamente de los EE.UU. y Gran Bretaña, que no supieron o no quisieron integrar a la nueva Rusia capitalista, sino que le hicieron falsas promesas a Gorbachov, se aprovecharon de la hiper corrupción de Yeltsin y se dedicaron a minusvalorar y no tener en cuenta los intereses de Rusia –que siempre ha sido una gran potencia en Europa-, y por ende, tiene una idea asentada de su papel en Europa y en el mundo. Todo eso unido, llevó a que Putin, como nacionalista ruso que es, reaccionara, y se dedicó a fortalecer el Estado, las fuerzas armadas y la investigación armamentística.
Navalni, contrario a esa opción, y más favorable a que Rusia se subordinara en lo político y lo militar, a cambio de permitir la venta y apropiación de las empresas, por los norteamericanos, y para poner al frente del tejido empresarial a los hombres que piensan de ese modo en Rusia, se dedicó a hacer campaña contra la corrupción del régimen de Putin.
Corrupción que existe con Putin, pero que era mucho mayor con Yeltsin. La diferencia fundamental es que Putin tiene un proyecto de no desarticular parte de lo que fue la URSS. Y en ese sentido considera, como la gran mayoría de los rusos, que Ucrania es Rusia.Es parte constitutiva de Rusia. Y que tanto cultural, económica como militarmente, es contrario a los intereses y seguridad nacional de Rusia, que Ucrania sea parte de la OTAN.
Más aún, cuando la OTAN ha hecho de Rusia su objetivo militar. Tratando inclusive de disminuir su capacidad de generar recursos financieros, como se vio con el acto de terrorismo de volar el NordStream, para obligar a Alemania a buscar fuentes alternativas de gas y petróleo. El problema como se puede ver, está claro y no se trata de enfrentamientos entre sistemas económicos, socialismo vs capitalismo, sino de unilateralismo y hegemonismo, contra multilateralismo.
EE.UU. y su fiel escudero Gran Bretaña, ponen las “reglas del negocio” y, los demás, a obedecer. La alianza como la entienden es sinónimo de subordinación. Rusia no quiere ser un Estado subordinado, no acepta esas reglas del negocio, y por eso es un “peligro”. ¿Pero es que son capitalistas? Sí, pero quieren un capitalismo que salvaguarde sus intereses nacionales y estratégicos. Por ende: se convierte en el enemigo a batir.
Biden declaró: “no hay duda de que la muerte de Navalni es consecuencia de algo que hicieron Putin y sus matones”. Blinken “subraya la debilidad y la podredumbre en el corazón del sistema que Putin ha construido. Rusia es responsable de esto”. Macron se une al coro y declara su rabia e indignación por la muerte de Navalni. A la vez que firma con Zelenski una ayuda de cientos de millones de euros para armas, para que siga la matanza de miles de personas. Ahora que desde todas partes se insta a que se termine ese conflicto y se llegue a un acuerdo.
No seré yo quien exima de culpas al gobierno ruso. Ni quien ponga a Putin como ejemplo del más firme defensor del derecho humano esencial, el derecho a la vida. Pero, ni Biden, ni Blinken, ni Macron, ni muchos otros gobernantes, ante el espectáculo de Gaza, pueden levantar la voz en materia de derechos humanos. El mito de que las democracias occidentales hacen de ellos su emblema, ha caído hecho añicos con la impunidad de Netanyahu y su banda de carniceros. No les importan los derechos, les importan –como ha sido siempre-sus negocios.
Biden, aunque llame en privado a Netanyahu un “fucking bad boy” y un “asshole” tiene los medios para detener la carnicería y no lo ha hecho, en el momento en que escribo. Blinken, hasta que el Senado autorice millones para Israel, los provee de 170 millones, desde el Departamento de Estado, para suplir de municiones y bombas para asesinar sistemáticamente a los gazatíes, a la población civil indefensa. Y Macron porque ha retirado los fondos a la agencia para refugiados Palestinos, lo cual condena a muerte a miles de personas. ¿Son estos gobernantes ejemplos de defensores de los derechos humanos? ¿Del derecho a la vida? Yo diría que son iguales entre sí.
De manera que podemos concluir, que si Navalni no ha muerto por muerte natural, el gobierno ruso es responsable, y si no lo es directamente, lo es por fallos en su deber de vigilancia. Mientras, hay que ver como parte de la propaganda las afirmaciones de los gobiernos en guerra contra Rusia sobre su muerte.
Una pregunta a hacerse es: ¿A quién sirve la muerte de Navalni? No parece lógico que sea a Putin, que ha dedicado recientes entrevistas a tratar de convencer a Occidente que él no quiere guerra ni conflictos sino intercambios económicos y respeto a su país y a su seguridad. Además, próximamente habrá elecciones y, parece que sin ningún candidato que le haga sombra, tiene el triunfo asegurado. Por tanto, Navalni juzgado, condenado y en prisión, no era un rival.
No se puede descartar que grupos opuestos a Putin hayan urdido su muerte para tensar las relaciones, aún más, entre la UE, los EE.UU y Rusia. En un momento donde a ambos lados del Atlántico, crece en la opinión pública la idea de que la guerra debe concluir. Y que la misma no es beneficiosa para la población. Pero también es factible que servicios del Gobierno ruso lo hayan asesinado. Todo es posible. Pero por el momento son conjeturas.
Lo que se puede comprobar es que esa muerte sirve para una intensificación de la propaganda contra Putin. Atemorizar a los europeos sobre que Rusia puede invadir Europa. Y hacerles más asumible que se incremente el gasto militar que exige EE.UU. para los países de la OTAN. O que se acepte dar los miles de millones de euros destinados a armar a Zelenski, para que siga la matanza, por un lado, y aumentar el número de millonarios entre los dirigentes ucranianos, militares y civiles, por otro lado. La guerra, ya se sabe, es negocio para unos pocos, y luto para los más.