Orlando me llevaba 10 años de edad. Él nació en noviembre de 1966, yo en julio de 1976. Le conocí cuando todavía ninguno de los dos habíamos alcanzado la adultez.
Mi papá y el suyo, ambos abogados y políticos nacidos en Santiago, coincidieron como senadores en el período 1978-1982 y fueron los voceros de las dos bancadas, el Dr. Salvador Jorge Blanco, del PRD por el Distrito Nacional, y el Dr. Víctor Gómez Bergés por Puerto Plata, del Partido Reformista.
Ambos éramos inquietos, pero él introvertido y yo extrovertido. Él era taimado y calmo, yo fogoso y explosivo. Amigos en común decían que él parecía más balaguerista que yo y que yo parecía más peñagomista que él.
Ambos tuvimos en nuestros padres el mejor ejemplo a seguir. Ambos éramos los más grandes admiradores de nuestros progenitores y a los dos nos encantaba acompañarlos en sus reuniones y actividades políticas, sin importar que éramos apenas unos mozalbetes.
A los dos nos fascinaba la política y la oratoria. A los dos nos imponían la lectura de los clásicos y las grandes obras de los grandes autores. A los dos nos gustaba la televisión y nos apasionaba la que siempre consideramos como la mejor serie de televisión de todos los tiempos, especializada en temas políticos, “The West Wing” con Martin Sheen.
A los dos nos encantaba la tecnología y hablar de los avances de la internet, los celulares y la televisión. Él me enseñó y me motivó a escribir un blog.
Nos conocimos en 1983, cuando su papá designó al mío como embajador extraordinario y plenipotenciario de la República Dominicana ante la Santa Sede, en el Vaticano, en Roma, Italia. Yo tenía 7 años y Orlando 17 y fui con mis padres a una cena en su casa de la calle Boy Scouts donde, además de sus padres, también estuvieron presentes él y su hermana Dilia Leticia.
Con el paso de los años y el discurrir de los acontecimientos, coincidimos en el desarrollo de nuestras carreras políticas, él como dirigente de la juventud del PRD y yo del PRSC.
Nos admirábamos mutuamente y nos queríamos sin distinción ideológica ni diferencia partidaria.
Luego fuimos electos en el mismo año de 2005, como secretarios generales de nuestros respectivos partidos y conformamos la alianza que el argot popular denominó como la alianza rosada, para las elecciones congresuales y municipales 2006.
Junto a Miguel Vargas, Roberto Rodríguez, Julio Mariñez y Fiquito Vásquez, fue de las voces más determinantes para convencerme de pasar al PRD.
Le visité en su despacho del Ministerio de Medio Ambiente unas semanas antes de su trágica muerte y revivimos muchos momentos de nuestras vidas y de los momentos en que coincidimos y que compartimos. Hablamos de nuestros hijos, de nuestras esposas, de nuestros padres y de cómo la vida nos estaba tratando.
Hablamos de nuestro amigo en común Reinaldo Pared Pérez y me compartió la fotografía que se incluye en este artículo. Nos lamentamos no solamente de su muerte sino de cómo decidió terminar con su vida.
Me haces falta Orlando. Te quise mucho y te extraño profundamente, porque hablar contigo era un remanso de paz y una válvula de escape para desahogar mis inquietudes. Extraño tu paciencia, tu frialdad y tu temperamento sereno.
Al conmemorarse hoy el primer año de tu fallecimiento, todavía no me creo que hayas muerto, y me siento al igual que gran parte de la sociedad que te conoció, que te trató, que te quiso y que te admiraba, con un nudo en la garganta y un dolor tan profundo, por no saber qué duele más, si el hecho de tu partida de este mundo o la trágica forma en que nos abandonaste.