Dicen que la distancia es el olvido y parece que este decir se aplica hasta a los terremotos. Han transcurrido todos estos años llenos de estudios, reglamentos responsables desde el punto de vista técnico, aplicados y exigidos a medias, fortaleciendo nuestra ignorancia y negación a la realidad de la ocurrencia de un terremoto en nuestro país, cuyo resultado pudo retrocedernos más de 30 años como nación en vías de desarrollo.
Cada día que pasa sin que se registre el terremoto esperado es un día mas para decir: ¡AUN TENEMOS TIEMPO! e imagino que quien esté leyendo esta reflexión podría preguntarse: ¿Tiempo para qué? Y me atrevería a reflexionar: para salvar vidas, para preservar nuestro patrimonio, para ser proactivos y adelantarnos a lo que nos espera en cuanto a secuelas si continuamos indiferentes a nuestra amenaza sísmica.
En esta oportunidad quiero invitar a que reflexionemos sobre el escenario frente a un desastre de magnitudes desconocidas, catastróficas, para de la reflexión pasar a la acción y que iniciemos con lo más elemental desde nuestras instituciones de socorro y asistencia al ciudadano, ¿Qué pasaría si nuestras calles quedaran obstruidas por el colapso de edificios, puentes peatonales, puentes elevados? ¿De dónde llegará la ayuda al menor tiempo requerido?
Estas y otras tantas incertidumbres que nos inquietan, porque necesitamos resolverlas, requieren de respuestas inmediatas y del inicio de un plan de acción que incluya a todos los actores a nivel nacional, sin excepción.
Los terremotos han formado parte de nuestra existencia en esta Isla Hispaniola desde su origen, dando certeza de esto las crónicas enviadas a España en el periodo 1500-1900. Estas dejan claro que esta es una isla sísmicamente activa y capaz de producir terremotos destructivos a cualquier tipo de edificación, infraestructura y líneas vitales. El de 1562 destruyó incluso ciudades como Santiago de los Caballeros y la Vega.
¿Qué pasaría en nuestro país si se repitiera el terremoto que hoy recordamos?
¿Sobrevivirán nuestras edificaciones, infraestructuras y líneas vitales ante tan devastadores efectos? Esta es nuestra mayor interrogante y reto como profesionales de la ingeniería y la arquitectura dominicanas. Honestamente creo que cualquier respuesta podrá ser considerada como pura especulación y -por qué no-, como una fábula.
Si analizamos la diferencia entre la actividad sísmica de nuestro país y otros como Japón, Chile, por solo citar dos de los países más afectados frecuentemente por terremotos a nivel mundial, no es difícil reconocer sus niveles de avance en esta área, desde luego, guardando las diferencias entre ambos y sobre todo con nuestra isla.
Aunque esto podría ser considerado un hecho lamentable, no es menos cierto que sobre la base de mucho dolor, perdidas de vidas, edificaciones, infraestructuras y líneas vitales, estos países han desatado la guerra a este fenómeno y han decidido adoptar decisiones muy dolorosas, pero, sobre todo, muy responsables, y hoy cuentan con códigos de construcciones sismorresistentes, capaces de garantizar la ocupación inmediata de estas, después de sucedido un terremoto.
República Dominicana sigue observando terremotos destructivos en otros países con la esperanza de que el próximo nuestro no llegará. Esta impresión, altamente lamentable, es responsable de nuestra actitud indiferente y hasta a veces despectiva cuando nos referimos a este tan desagradable tema de vida o muerte.
Se que hay muchos obstáculos a reconocer y vencer, que nadie aprende en cabeza ajena y que tendremos necesariamente que pagar con vidas humanas nuestra falta de ocupación para lanzarnos a la prevención, a la evaluación de la vulnerabilidad de todas nuestras obras existentes, definiendo prioridades y tomando acción para poder preservarlas a la hora de nuestro terremoto.
Nuestras prioridades fundamentales que requieren dedicar todo nuestro esfuerzo están a la vista: hospitales, escuelas, edificios de uso público, puentes, muelles, puertos, aeropuertos, estaciones de bomberos, entre otros.
No nos permitamos el lujo de seguir desafiando la naturaleza de espalda a su real historia, iniciemos con todas nuestras fuerzas, conciencia y responsabilidad, una campaña seria de prevención a nivel nacional, como única vía para garantizar la preservación de nuestras vidas, edificaciones, infraestructuras y líneas vitales, después de nuestro próximo terremoto.
No nos permitamos el lujo de seguir indiferentes apostando que aquí no pasará nada. Eso es irresponsable, poco inteligente y sobre todo mortal para nuestro país.
¡AUN TENEMOS TIEMPO!