La reciente caminata nacional "Un paso por mi familia", organizada por la Iglesia Católica, se llevó a cabo el 17 de noviembre en San Francisco de Macorís y el 24 de noviembre en las demás diócesis de la República Dominicana. Este evento volvió a confirmar que la familia es el corazón y el reflejo vivo de la fe de nuestro pueblo. Miles de fieles participaron en esta jornada, dando un claro testimonio de que, pese a los desafíos sociales y culturales, la familia sigue siendo una prioridad fundamental en nuestra sociedad.

Con entusiasmo y devoción, comunidades de todas las diócesis caminaron unidas, proclamando la importancia de los valores familiares como el diálogo, el respeto, la tolerancia, la comprensión y la escucha. Estos valores fueron el centro de las homilías pronunciadas en las misas que acompañaron la actividad, recordando a los fieles que la familia no es solo un núcleo social, sino también una escuela de amor y fe donde se forjan los principios esenciales de la convivencia humana.

Las reflexiones durante la caminata destacaron un mensaje profundo y necesario: los problemas que enfrenta la familia no deben buscarse en culpables externos o en tendencias internacionales, sino en la propia vivencia de los valores familiares. La pregunta fundamental que resonó fue: ¿Cómo estamos viviendo los valores familiares en nuestra vida cotidiana? Este llamado a la introspección invita a cada miembro de la sociedad a asumir su responsabilidad en la construcción de familias fuertes, sanas y fundamentadas en el amor cristiano.

El éxito de esta actividad también pone de manifiesto el compromiso de la Iglesia con el fortalecimiento de la familia como base de la sociedad. En un tiempo en el que las dinámicas familiares enfrentan múltiples amenazas, “Un paso por mi familia” se erige como un signo de esperanza y una reafirmación del papel fundamental de la familia en la transmisión de la fe y los valores cristianos.

Esta caminata, además de ser una manifestación pública de fe, es un recordatorio de que la familia sigue siendo el lugar privilegiado donde Dios actúa y se revela, donde los hijos aprenden a amar y a vivir en comunidad, y donde los esposos son testigos del amor de Cristo. La gran participación en esta jornada es prueba de que el pueblo dominicano entiende la importancia de cuidar y revitalizar esta institución fundamental.

Que esta experiencia sirva para que cada uno de nosotros, en el entorno de nuestras familias, renovemos el compromiso de vivir los valores que fortalecen la convivencia y promueven la paz, haciendo de nuestros hogares una verdadera “iglesia doméstica”. Así, la familia continuará siendo el corazón que late con fe y esperanza en la República Dominicana.