La democracia abarca una gran diversidad de estructuras que diferencian a una de otras a nivel factual. Y no me refiero al nombre de países que se denominan democráticos, basta considerar La República Popular Democrática de Corea, que es una tiranía absolutista hereditaria en toda regla. La democracia representativa tiene modelos como el presidencialismo en Estados Unidos o República Dominicana, el modelo parlamentario en su versión monárquica, el caso español o inglés, o el parlamentario presidencial, caso italiano o israelí. Los antecedentes históricos juegan un papel central en la comprensión de cada caso.

Tenemos transiciones entre las monarquías y las monarquías parlamentaria, donde el rey o reina es jefe de Estado con poderes muy limitados, y el jefe de gobierno es un primer ministro escogido por el parlamento. Bosch enfatiza ese hecho al indicar que: “En oposición a los gobiernos monárquicos o encabezados por un rey que se conocían en Europa, que eran todos de origen histórico medieval, el de la democracia representativa iba a ser desde el primer momento republicano y su jefe sería elegido, no hereditario como eran los de Europa”. (Bosch, v. XIV, p. 73) El caso republicano primero en tal caso fue el de Estados Unidos y su primer presidente fue George Washington, para quien el puesto de presidente no tenía un referente anterior. Las diferencias entre el modelo republicano y el parlamentario lucen varias, pero: “…esas diferencias no pasaban de ser formales, porque lo mismo en los reinos europeos que en la república de los Estados Unidos, la esencia de los gobiernos sería burguesa” (Bosch, v. XIV, p. 73) Y esto es de la mayor importancia, porque en todos los casos la democracia representativa fue un invento de la burguesía para darle estabilidad a su dominio político como clase dominante.

Para Bosch el caso de Estados Unidos es el paradigma fundacional y fundamental. “El tipo de gobierno llamado democracia representativa apareció en América del Norte como un producto natural de la primera sociedad burguesa que conocía el género humano, y correspondía a un nuevo tipo de Estado, el Estado burgués, que se organizó sobre la base de tres poderes independientes unos de otros. Uno de esos poderes fue el Ejecutivo, formado por el presidente de la República o jefe del Estado, que es al mismo tiempo jefe del gobierno y por tanto jefe de los miembros del gabinete o secretarios de Estado, que juntos con él forman el gobierno” (Bosch, v. XIV, p. 74) Y aunque esto no niega que la gran revolución burguesa fue la francesa, no debemos olvidar que “George Washington, tomó posesión de su cargo (presidente) al terminar el mes de abril de 1789 y tres meses y medio después comenzó en Francia la gran revolución burguesa, que iba a barrer la vieja monarquía cuyos orígenes se remontaban a los días de Carlomagno” (Bosch, v. XIV, p. 73).

En los casos parlamentarios hay como jefes de Estado reyes (o reinas) o presidentes, pero es el jefe de gobierno quien realmente tiene el poder. “En la democracia parlamentaria el jefe del Estado (antes eran reyes, pero desde hace algún tiempo los hay que son presidentes de la República, como es el caso en Italia, Alemania, Portugal, Grecia) no es el jefe del gobierno, pero a él le toca nombrar a los jefes de gobierno; sin embargo, estos deben ser aprobados por el Parlamento, y sin esa aprobación no podrían formar gobiernos” (Bosch, v. XIV, p. 74). Actualmente el rey de España le ha encomendado a Alberto Núñez Feijóo formar gobierno por ser el candidato más votado, pero es algo improbable que lo logre porque no cuenta con la mayoría necesaria en el parlamento, cuestión que le será más viable a Felipe González. Si no logra antes de finalizar septiembre obtener la mayoría parlamentaria, la oportunidad de que Felipe González continúe como jefe de gobierno español es viable.

Las formas en que se constituyen gobiernos son diferentes en las democracias parlamentarias y el sistema de Estados Unidos. “En los países europeos donde hallamos el régimen democrático representativo en su forma parlamentaria, la autonomía de cada uno de esos sectores de clases se manifiesta a través del Parlamento y por medio de sus representantes políticos, o para decirlo en otras palabras, las luchas y los entendimientos o acuerdos de esos sectores se llevan a cabo en el Parlamento, pero en los Estados Unidos esas luchas o esos entendimientos, se llevan a cabo en el seno de los dos partidos ya tradicionales, el Demócrata y el Republicano” (Bosch, v. XIV, pp. 75-76). El caso norteamericano es muy especial, porque el presidente no es escogido por mayoría de votos populares, sino que existen por cada estado (en minúscula) de Estados Unidos un conjunto de votos que son los que suman la escogencia del presidente. Ganar en California (55 votos electorales) es más relevante que en Dakota del Norte (3 votos electorales).

Ese sistema norteamericano en base a votos electorales permite un gran control de la burguesía sobre quien llegar a la primera magistratura, pero previo a eso está el control que sobre el sistema ejercen los dos partidos dominantes, el Republicano y el Demócrata, los cuales filtran con mucha eficiencia las candidaturas, incluso un caso como el de Trump, por más discurso populista que tenga, no llegaría a traicionar el control de la burguesía sobre el poder político de los Estados Unidos, sin negar que el intento de golpe de Estado el 6 de enero del 2021 fue el hecho más grave contra el régimen democrático representativo burgués en la nación norteamericana. No obstante Trump es un burgués cabal.