El cólera, la fiebre amarilla y la peste apabullaron a la humanidad en los dos siglos precedentes. El cólera se resiste aún a replegarse ante su imbatible enemigo, el avance de la medicina. Pese a que son conocidas todas sus vertientes patógenas, aprovecha la más mínima brecha de descuido sanitario para desatar sus furias contra la humanidad. De nuevo, aprovechando una crisis política, trata de volver a asaltar la isla, presentando sus credenciales infecciosas en Haití, lo cual constituye una potencial amenaza para nuestro país por la existencia de condiciones irregulares de salubridad y migratorias que pueden expandir su contagiosidad a partir del mencionado foco primario.

Desde el ámbito histórico, durante el Gobierno dominicano de José María Cabral y Luna, en enero de 1868 tras cruentos combates los rojos baecistas lograron sitiar a las tropas oficiales en la capital; el abastecimiento alimenticio de emergencia en la ciudad se realizaba por la vía marítima. Para la época se desarrollaba la cuarta pandemia de cólera. Saint Thomas estaba siendo desgarrada por la epidemia y, ante el cerco militar a la capital, se permitió el ingreso de los ocupantes de una goleta proveniente de esa isla y de inmediato se desató la epidemia. El historiador Luis Alemar apuntó sobre el particular:

Durante la terrible epidemia de cólera, en 1868, donde más víctimas hubo fue en el Hospital Militar de esta plaza, donde fallecieron por docenas soldados y paisanos. Según informó el médico-director al gobernador de la provincia, el edificio estaba totalmente infectado. Hubo que abandonarlo para su desinfección, instalándose en las casas de los Sres. Carmona y M. J. Machado. (Escritos de Luis E. Alemar. Constancio Cassá, compilador. Archivo General de la Nación. Santo Domingo, 2009. pp. 174-175).

La mortalidad fue tan elevada que se hizo un cementerio para los coléricos, detrás de la antigua necrópolis de la ciudad. La epidemia no se extendió al interior porque el cerco militar a la ciudad de Santo Domingo se convirtió en cordón sanitario, sin proponérselo los sitiadores.

A partir de esos aciagos instantes de enero 1868 no se presentaron brotes de la enfermedad hasta el 2010.

En Haití tras una crisis política a partir del 2005, con el derrocamiento de Jean-Bertrand Arístides que ameritó la presencia de tropas de la ONU conocidas como Minustah, soldados de Nepal al servicio de esa entidad fueron imputados de contaminar las áreas de agua potable en ese país en octubre de 2010. Como era de esperarse, ante las constantes e incontrolables migraciones de haitianos, en noviembre de ese año se extendió la enfermedad al territorio dominicano. Las condiciones de insalubridad en Haití se habían profundizado con el terremoto de enero del año de referencia. Próximo al río Meille los soldados de Nepal tenían un campamento, se ubicó que este río estaba muy contaminado por el Vibrión cholerae, uno de sus biotipos o grupos más agresivos.

El descuido de las reglas de higiene sanitaria en Haití y la desbordada migración ilegal de ciudadanos de ese país al nuestro desató la epidemia en las áreas  más vulnerables desde el aspecto sanitario, principalmente por el escaso acceso a agua potable y los deficitarios mecanismos para la disposición de excreta. En el lapso de 2010 al 2013 el cólera provocó en Dominicana: 30,538 contagiados y 456 defunciones.

En la actualidad se ha anunciado la reaparición del brote de cólera en Haití, sin explicarse la magnitud del problema desde las variables clínico-epidemiológicas, por razones muy obvias. Con la veda impuesta por las acciones violentas de las bandas que controlan ese país, no podemos pensar, ni insinuar, que de nuevo los portadores del bacilo del cólera llegaron del exterior, y ante la ausencia epidemiológica de portadores crónicos de la patología, nos dice que la enfermedad ha permanecido activa allá. Esto con el agravante que su diagnóstico se ha diluido ante el notable déficit de asistencia hospitalaria. Se pueden presentar casos catalogados como simples diarreas, manejados con rehidratación oral, que actúa directamente contra el principal síntoma que es la deshidratación a consecuencia de las evacuaciones.

Es válido el alerta epidemiológico emitido por las autoridades sanitarias locales. Esta alarma sanitaria no debe ser de modo exclusivo en los puntos fronterizos, el cólera no se refleja en la cara a menos que usted no tenga una deshidratación grave que en su evolución afecta el sensorio, provocando postración, los pacientes no pueden valerse por sí mismo.

El alerta debe ser en todo el país. Los pacientes que lleguen a los hospitales sin distinción de nacionalidad con una diarrea líquida persistente a modo de agua de arroz, es el signo más alarmante para identificar la enfermedad y generalmente está presente acompañado de una deshidratación de moderada a grave. Estos pacientes  deben ser evaluados de modo exhaustivo para descartar la presencia de Vibrión cólera, que en su etapa de instalación permite la movilidad asintomática por varios días:

“El periodo de incubación dura 1-3 días. El cólera puede ser un episodio subclínico leve sin complicaciones de diarrea o bien un proceso fulminante potencialmente mortal”. (El Manual Merck de diagnóstico y tratamiento.  Mark. H. Beers. Editor. Elsevier.  Undécima edición española. Madrid, 2007. p. 1594)

Especialistas en el área han definido las vías de ataque de la enfermedad. Veamos como lo explican expertos en la materia:

“Donde va el hombre infectado y sucio, el cólera va detrás.  El único reservorio del vibrión cólera es el ser humano, el cual, al contaminar con sus materias fecales, puede originar un gran número de agentes trasmisores, como las moscas, alimentos, frutos de mar, peces, aguas y bebidas. El vibrión cólera vive en el agua pero en el hombre vive en el círculo formado por la ingesta de materias fecales por la boca; o sea el círculo del ano a la boca”. (Darcy Roberto Lima. Carlos Vidal Layseca. A pesar de todo… solo tiene cólera, quien quiere tenerlo.,  Organización Panamericana de la Salud. Washington, 1997. p. 17).

El humano es el responsable del bacilo del cólera, aunque existen los diversos medios antes señalados para su transmisión o sea para “pegarse”.  Al mismo tiempo debemos insistir en las recomendaciones de solo ingerir agua que se considere potable, preferir alimentos cocidos o previamente calentados y controlar los mecanismos de disposición de excreta o eliminación de las heces fecales. Hay recomendaciones preventivas muy específicas contra la patología:

“No tomes refrescos, jugos, helados de hielo, u otros alimentos vendidos en la calle por ambulantes que tú no conoces.

No coma s alimentos crudos, a base de verduras o peces que no conoces su forma de preparación.

Evita comer frutas o cualquier tipo de alimento, sin tener certeza de su limpieza.

Evita colocar la basura suelta o libremente en terrenos baldíos, principalmente si están próximos a vías de agua, acequias, ríos o de zonas con agua detenida.

No evacues el intestino, ni orines en el mar, ríos, piscinas, bañeras o tinas y en los lavaderos”. (Darcy Roberto Lima. Carlos Vidal Layseca. Obra citada  p. 30).

En definitiva, es harto prudente la alerta sanitaria que se ha declarado, precaución extrema sin caer en pánico. Esto es muy importante porque la sociedad dominicana apenas está escapando del trauma infeccioso y psicológico de la COVID-19 y de inmediato aparece otra potencial amenaza epidémica. No obstante, se debe advertir que, contrario a la COVID-19, cuyo trasmisor directo es exclusivamente el humano por la vía boca-nariz de usos imprescindibles, en este caso no solo se conocen muy bien las diversas condiciones de contagio sino que son más factibles de controlar para evitar su trasmisión. Cumpliendo de modo estricto las medidas preventivas, cualquier extensión del cólera a nuestro territorio puede quedar bajo control sanitario sin  aspavientos.