"¡Oh envidia, raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes! Todos los vicios, Sancho, traen un no sé qué de deleite consigo, pero el de la envidia no trae sino disgustos, rencores y rabias". Miguel de Cervantes Saavedra.

La envidia desde la tradición judeo cristiana hasta las diferentes corrientes de teorías conductuales ha sido explicada como un sentimiento de enojo, odio o resentimiento por algo que no se posee (un bien material, talentos,  posición social, una cualidad ético-moral, etc) y que daña la valoración de lo propio, cuya detonación son los logros de personas del entorno o alguien próximo al envidioso; pudiendo conllevar graves secuelas en la vida emocional y espiritual -cuando existe el intento de destruir el objeto de la envidia o a otros- hasta llegar a ser un síntoma de salud físico-mental.

A la envidia también se le conoce popularmente como mal de ojo -una mirada de odio o menosprecio-, razón por la cual es una creencia en muchos países, incluyendo el nuestro, de que la colocación  de amuletos en los infantes les resguarda espiritualmente y evita que sean dañados por este tipo de sentimiento.

Es común que los envidiosos  se muevan en la sombra del mundo; porque  no desean ser identificados. Sus actitudes y conductas  se  enmascaran a través de la manipulación, competencia descarnada, marginación,   cortesía excesiva, rumor intencionado, difamación, descalificación, sarcasmo,  sabotaje o indiferencia.  Es difícil reconocerla;  ya que refleja una minusvalía de la autoestima  y de   los valores afectivos de los envidiosos.

Desde el hombre de las cavernas  hasta nuestros días este comportamiento  ha pasado por un  proceso de transformación, para la conservación de la especie humana.    Algunos autores  entienden que es un rasgo evolutivo favorable,  que incentiva  la competencia  para obtener más recursos del entorno como motor del progreso, considerándose un sentimiento común de la  condición humana  y  una de las conductas normalizadas hoy en día, ya que sirve de impulso para  incrementar el llamado «éxito organizacional» .

La envidia ha tenido grandes repercusiones en la historia de las naciones   pudiendo   proyectarse  de   manera colectiva  hacia  una  población con mejores condiciones de desarrollo cultural y socioeconómico. Es un comportamiento extenuante que permeabiliza y consume   la vida emocional  de  quienes la  experimentan;  a través  de pensamientos trágicos,   como son  el deseo de  fracaso o muerte  de los  envidiados. Gregorio Magno escribió:  «de la envidia surge el odio y la alegría por la desgracia de nuestros semejantes, así como el dolor por su prosperidad».  En este sentido,  es  posible  que numerosos casos de vandalismo, invasiones,  revoluciones, genocidios, crímenes y actos violentos         perpetrados  durante   la historia pasada y presente de la humanidad  hayan sido dirigidos por liderazgos políticos  o  religiosos utilizando como catalizador   la propaganda, la inducción  y el adoctrinamiento de las masas  fomentando el germen del resentimiento y  la  envidia en nombre de una determinada  supremacía, justicia o reivindicación social.

Hoy más que nunca existe una cultura de la  envidia presente en todas las clases sociales, impulsada por la publicidad  y el mercado  a través de la adquisición de objetos de lujo y bienes materiales, que  se difunden rápidamente de forma pública mediante los medios tecnológicos de la información;  plataforma y escenario de cultivo para que  personas, amigos, familias, comunidades, grupos y  organizaciones  compitan entre sí.

La envidia ha sido evidenciada desde los relatos bíblicos  como los de Caín y Abel, Saul y David   hasta  la literatura infantil  con   Blanca Nieves y los Siete Enanitos, así como por  la   supuesta rivalidad    entre los músicos W. Amadeus Mozart y Antonio Salieri    no sin antes pasar por los Infiernos de Dante en La Divina Comedia,  entre otros muchos  ejemplos que no cabrían en esta página.  Escritores y  exponentes del arte  en general han atribuido no solo cualidades  inmorales, negativas o  específicas a los envidiosos;    también  le han  conferido   una simbología a través de la palabra, la pintura, la escultura y  el cine con descripciones psíquicas – corpóreas  monstruosas y  terroríficas,    figuras de animales bicéfalos,  y/o  rostros desfigurados, con el fin de   reflejar lo innombrable: el sentimiento trágico de la  envidia,  los rasgos de  la oscuridad del alma;  la contemplación  irracional  de lo ajeno.