Como una afirmación de lo que desde muy joven comprendí, Víctor Grimaldi, el destacado escritor literario, político y ensayista sobre temas históricos y económicos sociales, estableció en uno de sus textos, “Sangre en el barrio del jefe”, que: “Quienes planifican la muerte del jefe -salvo algunas excepciones-, eran o habían sido sus colaboradores, hijos de amigos resentidos o empleados de compañías de la familia del dictador, relacionados de algún modo con el gobierno o con empresas del hombre que fue ultimado a tiros en las cercanías de la Ciudad Ganadera de la hoy avenida llamada del 30 de mayo de 1961”.
Es decir, lo que se considera un acto de heroísmo, para el entorno del sátrapa fue una traición, porque nunca se imaginó que sus allegados, empleados y amigos, estarían detrás del diseño y ejecución de la trama que puso fin a 31 años de horror y dolor al pueblo dominicano. Y es que ese fue el último recurso, porque durante tantos años se había complotado en contra del régimen, sin éxito. Desde expediciones hasta conversaciones con el propio Trujillo para que se fuera al exilio con su fortuna estuvieron sobre la mesa, sin lograr el cometido.
Por tanto, fueron sus “vecinos”: Antonio De la Maza, considerado por Grimaldi como “el motor y alma del 30 de mayo”, Los hermanos Modesto y Juan Tomás Díaz, quienes discreparon del régimen en los últimos dos años, así como, Imbert Barrera. Estos, aliados a Salvador Estrella Sadhalá, Huáscar Tejeda, teniente Amado García Guerrero, Roberto Pastoriza y Pedro Livio Cedeño, fueron los responsables de retornar la libertad al pueblo dominicano. Ciertamente, cabe destacar que no fue hasta 1978 cuando asume el mando don Antonio Guzmán, que el país descansa de la cruel era.
Por consiguiente, que 63 años después se escriba y relate en torno al peor período del siglo XX para el pueblo dominicano, no es un discurso de oído. Todo lo contrario. Se trata de la renovación de un compromiso de quienes amamos la libertad. Es un recordatorio a las presentes y futuras generaciones de que jamás podemos volver a permitir que la ambición desmedida de una persona prime por encima de la voluntad de la República Dominicana.
De hecho, a finales del 2023, el Tribunal Constitucional (TC), ratificó la Ley 5880, que prohíbe a toda persona alabar o exaltar a los Trujillo o a su régimen tiránico en alta voz o por medio de gritos, discursos, escritos públicos o epistolares. El órgano extrapoder y conocido como “guardián de la Constitución”, en su sentencia TC/0712/23, señaló que: …este tribunal considera que ciertamente cada pueblo o nación tiene su historia, constituida de períodos dorados y gloriosos, dignos de emular y recordar devotamente, así como de períodos funestos, sombríos y horrendos que no se deben olvidar no solo para que no se repitan, sino porque cada Estado debe preservar la verdad de las acontecimientos pasados y es lo que forma parte de la memoria histórica y colectiva del pueblo dominicano. Esta memoria debe preservarse y salvaguardarse como un derecho fundamental, y la misma se vería sensiblemente herida, ofendida y vilipendiada, si se permitiese la exaltación y alabanzas del tirano Rafael Leónidas Trujillo Molina y su régimen de horror, toda vez que consistiría en una negación de la historia y de la verdad, y una vulneración al derecho a la dignidad y al honor no solo de las víctimas, sino de cada dominicano que sufrió y padeció de alguna forma u otra, de la privación de sus derechos fundamentales y vejámenes de todo tipo…
Lo anterior, fundamentado por la alta corte en que: “el derecho a la libertad de expresión ha sido limitado en otros países cuando coinciden con dictaduras o hechos históricos sumamente relevantes o dolorosos, tal es el caso de Alemania, en que su Código Penal tipifica la exaltación del nazismo como una de las formas del delito de incitación al odio racial y establece penas de hasta tres años de cárcel para todo aquel que haga uso de banderas, insignias, uniformes, lemas, canciones y el saludo hitleriano, con ciertas excepciones cuando sean para fines de pedagogía ciudadana y la defensa de intentos de ataques contra la Constitución”.
Finalmente, de lo que se trata es de no repetir la misma historia. Pese a la imperfección de la democracia, la abstención electoral, el transfuguismo y otros males, la dignidad de los dominicanos jamás debe constreñirse ni humillarse por ningún régimen despiadado. Le concierne al pueblo y a sus instituciones, luchar para preservar el orgullo y valor de quienes se arriesgaron el 30 de mayo de 1961 para que su decencia y el país pudiera salir de aquel atroz período de sometimiento indigno, injusto e irrepetible.